Se estudiaba para ser libre lo cual consiste en afirmar el derecho de todos los seres humanos a contar con la capacidad de decidir su propio destino.
Lo primero que aflora, cuando una sociedad se hunde, es la crisis de la educación. Debo confesar que esta crisis generalizada ha llevado a que grandes pensadores actuales como Sloterdijk se refieran en gruesos y despectivos términos a la universidad europea de hoy como lo contrario a lo que fue: la tarea del conocimiento como responsabilidad ante la ciencia y ante la libertad. Pero no voy a meterme en esa densa jungla desde la cual la crisis de la educación se hace palpable a través de los niños y de los jóvenes que son aquellos en los cuales reside la tarea de responder a la mentira, a las falacias propias de toda sociedad manipulada por los falsos valores que dictan la desmedida ambición por la riqueza y el poder. Por lo tanto al fracaso del profesor. Si hablamos de infancia nos referimos entonces a ese período donde se logra asimilar la belleza del mundo o, igualmente, las ofensas que marcarán negativamente y para siempre la vida de un niño. La educación se plantea fundamento desde la libertad del derecho de un niño a elegir un camino que el adolescente defenderá heroicamente con su vida. Se estudiaba para ser libre lo cual consiste en afirmar el derecho de todos los seres humanos a contar con la capacidad de decidir su propio destino. Por esto lucharon contra cualquier clase de tiranía y llegaron a ofrendar su vida en un acto de desprendimiento total. Un texto maravilloso como El estudiante de Michelet recordó estas virtudes excelsas del joven estudiante. ¿Por qué desaparecieron tanto la imagen del estudiante como la de la juventud que fueron símbolos del desprendimiento, del sacrificio? ¿Por qué este vacío ético que se cierne hoy sobre figuras en las cuales llegó a cuestionarse la justicia, la defensa de la verdad? ¿Muerte de la perplejidad, del deslumbramiento para imponer a cambio consignas políticas? La crisis es constatable tal como Bobbio lo observa: “Porque se parte del supuesto de que el animal humano está por domesticar; la educación es principalmente imposición de deberes no la petición de derechos” Un adoctrinamiento político basado en una idea maniquea de revolución social condujo a que lo propio del conocimiento que es la búsqueda de la verdad se soslayara por parte de un profesorado mediocre, y, la afirmación de la verdad, dejara de ser un proceso ético. La educación se convirtió en la imposición de una obediencia a consignas abstractas o sea a una indolente aceptación de lo instrumentalizado no pues a un cuestionamiento de lo instituido. El adoctrinamiento político sustituyó a la misión de compartir dudas y preguntas.
“¿Dónde están hoy las autoridades morales capaces de ofrecer una enseñanza basada en la autoridad?” La autoridad la concede el ejemplo moral del educador. “El hecho de que los jóvenes sean a menudo cínicos, arrogantes y consumistas depende del sentimiento de inutilidad de la vida. Dado que la vida no tiene sentido tenemos el autopoder de destruirnos. Todos estos fenómenos determinados – agrego yo, por la degradación de la política y el alejamiento de lo religioso- ponen de manifiesto, recuerda Bobbio, la falta de autoridad moral” ¿Puede ser el maestro un adoctrinador político? El maestro debe reunir las virtudes morales, conocimiento, responsabilidad, amor a la libertad, para que surja en el alumno el respeto y la fidelidad a un pasado rescatado, sin el cual el pensamiento carecería de justificación En el postconflicto aquello que fue impostura política, aquello que socavó los argumentos de la razón, se desvela para abrir los interrogantes que no podemos eludir volviendo a consignas muertas. La democracia debe recuperar la misión de la enseñanza, permitir que el niño y el adolescente recuperen la escuela y el colegio.