Sin decir nada

Autor: Darío Ruiz Gómez
8 enero de 2018 - 12:10 AM

El sofisma igualitarista para el cual “todo es cultura” y que por lo tanto, sin haber estudiado, cualquiera es “culto” ha conducido a la banalización de la cultura

No es un imbécil quien adecua sus palabras a su inteligencia, recuerda Simone de Beauvoir, por eso un mal crónico en nuestra política es el intento de despistar al público recurriendo a la ampulosidad verbal tratando de demostrar inteligencia cuando en realidad se está encubriendo un notorio déficit mental. Al preguntarle sobre el programa económico de su gobierno el entonces Presidente Valencia respondió: “La vida es una copa para todos llena” Era la agonía del llamado “veintejulierismo” y la entrada en escena de otras verborreas como las de la extrema izquierda que desde hace sesenta años – nada menos - trata de disimular su precariedad intelectual recurriendo al más desgastado cliché : “combatir el imperialismo norteamericano” sin que hayan propuesto algo concreto sobre nuestra realidad. Hoy, como lo constatamos cada día, la llamada fábrica de mentiras ha corrompido de tal manera el lenguaje de la comunicación que la ciudadanía consciente desconfía de los periódicos, boicotea los noticieros de t.v. El sofisma igualitarista para el cual “todo es cultura” y que por lo tanto, sin haber estudiado, cualquiera es “culto” ha conducido a la banalización de la cultura y de la democracia. Señalaba un columnista español el caso de Jordi Pujol Soler acusado de blanqueo de capitales, fraude fiscal, etc quien orondamente acaba de publicar un texto “Sobre la honradez” siguiendo la práctica tan extendida del mentiroso compulsivo tan en boga en la vida política a través del lugar común: “Combatiré la corrupción” para desacreditar la verdad con la complicidad con que se borran los delitos personales a conveniencia y se elude la verdadera dimensión de los problemas nacionales. Como ya ha señalado la opinión pública el llamado programa de la alianza Fajardo-López no es una demostración de conocimiento de nuestra problemática, ni una propuesta de lo que debe ser la nueva izquierda para edificar una democracia participativa sino un patético saludo a la verdad posmoderna, eludiendo la responsabilidad de adentrarse crítica y científicamente en el desolado país en que nos abandona Santos. ¿No es necesario explicitar de parte de Claudia López y de Fajardo su defensa del movimiento gay, -entre otras cosas porque hay gay de derechas, pobres y ricos - como verdadera afirmación del respeto a la pluralidad? Ser decente no es una definición que a priori se pueda arrogar alguien para sí, lo que Jesús llamó “sepulcros blanqueados” sino una respuesta ética en cada situación o sea condenando explícitamente el contratismo, los sobrecostos en las obras públicas, respetando las veedurías ciudadanas, la autonomía de la justicia, atacando las alianzas entre criminalidad y finanzas, en momentos en que la crisis económica nos ahoga y aumenta la miseria y se empobrece la clase media. 
Lea también: Democracia y territorio
A César Gaviria agradecemos su grandeza de alma al salir del clóset y mostrarnos públicamente su marido pero ¿no es necesario legitimar en el lenguaje del ideario liberal el derecho inalienable a esta pluralidad sexual mostrando su vigencia como derecho consagrado para cualquier ciudadano y no sólo para unos cuantos supuestos “elegidos sociales”? ¿No es necesario explicitar la condena a la violencia contra las mujeres anónimas, la inaudita crueldad contra los niños? ¿Qué democracia podría nacer sin el rescate del campesino, del artesano, del minero, sin la urgente discusión de la cuestión territorial? La tarea para permitir una sociedad más incluyente y para rescatar la dimensión ética de la política no puede darse como un show Pop tal como se está dando en el cual a su antojo los políticos terminan por transformarse en clowns de la farsa mediática. P.D. El país no puede perder la oportunidad de tener con Iván Duque el presidente esperado…
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