Los secuestradores eligen a sus víctimas por el tipo de vehículo en el que transitan, centrándose generalmente en vehículos de gama alta, por lo que deducen que sus ocupantes podrán pagar un rescate elevado en dólares.
El secuestro exprés resurgió con fuerza en la última época de 2017 en Venezuela, después de una tregua de cuatro meses por las protestas de calle contra el Gobierno, que paralizaron sectores enteros del país complicando la movilidad y las operaciones de los secuestradores, explicaron expertos y afectados.
"La ejecución de esos tipos delictuales requiere escape, requiere la circulación, y al tener las vías trancadas esos tipos delictuales evidentemente sufrieron un impacto", expresó Fermín Mármol quien es abogado criminalista y consultor de seguridad que asesora a familias de secuestrados en Venezuela.
"Al terminar las protestas ciudadanas las bandas criminales estaban hambrientas", cuenta Mármol, en alusión a las manifestaciones que entre abril y julio llenaron de barricadas las calles de las principales ciudades del país e hicieron caer los secuestros de unas pocas horas que terminan con el cobro de rescate.
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El repunte se sintió con fuerza en la gran Caracas a finales de noviembre y principios de diciembre, donde en un mes Mármol tiene constancia del secuestro de alrededor de 80 personas.
De estas 80 víctimas, al menos nueve fueron raptadas en sólo media hora por una de las tres grandes bandas que operan en la capital, que montó un falso punto de control de tráfico con sus integrantes armados con fusiles y vestidos de policías con uniformes reales.
Los secuestradores detenían los vehículos, hacían bajarse a sus ocupantes y los metían dentro de uno de sus automóviles, en el que comenzaba el procedimiento habitual para el cobro del rescate a un familiar.
El resto de los secuestrados cayó en manos de sus captores al ser interceptados -con un vehículo todoterreno mientras circulaban por calles generalmente poco concurridas o salidas de la autopista- y forzados a meterse en el automóvil de los delincuentes, que es la forma más habitual en que se perpetran estos raptos.
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Según detalla Mármol, los secuestradores eligen a sus víctimas por el tipo de vehículo en el que transitan, centrándose generalmente en vehículos costosos que los llevan a inferir que sus ocupantes podrán pagar un rescate elevado en dólares.
Una vez dentro del auto del secuestrador la víctima -o víctimas- es interrogada de forma más o menos agresiva.
Mientras recorre la ciudad detrás de los cristales ahumados, su móvil y su cartera son escudriñados para determinar, por las fotos, videos, contactos y tarjetas de crédito, el poderío económico y el acceso a divisas de la persona, a la que un secuestrador pregunta en un momento dado: "¿Quién te quiere vivo?".
Al nombre que les indique el secuestrado llaman los delincuentes, desde el teléfono de la víctima para no dejar rastro, y le piden una determinada cantidad, casi siempre en dólares y en efectivo, relatan Mármol y dos personas que fueron raptadas y piden permanecer anónimas.