Así comenzamos el año, con la esperanza de que por medio de la política superemos ese sectarismo y por medio del derecho resolvamos las diferencias y con valor moral le demos futuro a la nación
Este es un mal grave en Colombia. Pero no es solo nuestro. El sectarismo es la manifestación de una dimensión decisiva de la vida, quizás sea la expresión de una tendencia innata a asociarnos para obtener resultados de supervivencia. Esta tendencia y muchas otras programaciones son resultado de nuestro proceso evolutivo. Somos portadores de un conjunto de tendencias innatas que hacen parte de nuestra herencia como especie, algunas las tenemos en común con otras formas de vida y esas tendencias han sido, en parte, responsables de nuestros éxitos anteriores en el proceso de la vida humana en la tierra. Pero muchas de estas inclinaciones naturales, que han cumplido en el pasado un papel positivo, han pasado a convertirse en un lastre para nuestro desarrollo armónico. Como se ha discutido ya esas adaptaciones tienen un aspecto negativo que ha terminado por ser un lastre; en nuestro caso la evolución biológica se ha vuelto más lenta y por el contrario la transformación permanente de la cultura nos enfrenta a nuevos retos.
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Mucho se ha estudiado, por ejemplo, el problema de la agresión desde que se lo vinculó con un pretendido mal inherente a la condición humana. El impulso hacia la agresión nos permitió en un pasado relacionarnos exitosamente con otras especies competidoras y controlarlas o incluso eliminarlas, pero el impulso agresivo, bajo la forma de la guerra como agresión organizada e intraespecífica, amenaza todo el proyecto de la vida. La guerra fue en el pasado, y lo sigue siendo, un mecanismo para obtener los mejores nichos y recursos de todo tipo y su tecnificación extrema, con el desarrollo de los conocimientos humanos que han permitido liberar la energía interior de la materia, ha llegado a amenazar la continuidad no sólo de la especie sino que pone en peligro formas muy importantes de la vida y la naturaleza en su conjunto.
Estamos en una disyuntiva: si no empezamos a actuar de manera coordinada estamos condenados al fracaso. El sectarismo en política es una manifestación de esta tendencia humana a agruparse e identificarse con otros humanos y también con ideas o representaciones que se consideran valiosas. Su premisa básica es la siguiente: el grupo de personas al que pertenezco somos mejores y tenemos propósitos de más valor que las personas que no pertenecen a este grupo, las cuales están equivocadas y por lo tanto son nuestros enemigos potenciales. Pero la peor expresión de ese sectarismo vive en Colombia como intransigencia y desprecio asesino por el otro; para solo mencionar las últimas décadas primero fue la guerra a muerte ejecutada por “pájaros”, luego aparece la respuesta armada de campesinos como guerrilla, la respuesta aplastante de la guerra sucia del paramilitarismo fue el otro paso. Una espiral de odio sin término. Así comenzamos el año, con la esperanza de que por medio de la política superemos ese sectarismo y por medio del derecho resolvamos las diferencias y con valor moral le demos futuro a la nación. Pero lamentablemente ahora las redes sociales, poderosa herramienta de comunicación, han pasado a ser instrumento del odio y la mentira. Ya los grandes medios de comunicación han sido copados por los grupos económicos del planeta; quedan pocas e inciertas esperanzas que residen en la capacidad de cada individuo de desarrollar actitud crítica y sano escepticismo, es la única luz al final del túnel con el agravante paradójico de que los seres con capacidad crítica deberemos aprender a coordinar acciones sin el destructivo sectarismo.
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