Para Cuba es vital que Petro llegue el 7 de agosto a palacio porque si no consigue otro gran país para exprimir, ese maltrecho imperio corre gran riesgo de colapsar.
Cuba no es el primer ejemplo de un imperio encabezado por una pequeña isla. Desde La Habana ambiciosos tiranos ejercen, bien sea el gobierno, bien una desproporcionada influencia sobre los países títeres. El grado en que los dominan es variable: en Venezuela es total; en Bolivia y Nicaragua, muy fuerte; elevado, en El Salvador; perdido en Argentina y Chile, mientras en Brasil tratan de recuperarlo. En los estados antillanos no tienen influencia económica ni social, pero mientras les regalen petróleo, Cuba y Venezuela podrán disponer de esos votos en los organismos internacionales.
El Imperio Cubano, sin embargo, es bien deleznable. Como la isla famélica e improductiva ya ha dejado exangüe a Venezuela, su gran esperanza es Colombia, donde con un presidente títere y un grupo militar de obediencia cubana —las Farc— dominan todo el aparato estatal, controlan los medios de comunicación y ocupan las “altas cortes”. Otro brazo armado, el Eln, completaría la toma definitiva, si un nuevo presidente marioneta les firma otro “acuerdo final” para montar una Constituyente estamental como la de Maduro, ya prometida por Petro como primer acto de su gobierno.
Ese demagogo solo tiene posibilidades en una segunda vuelta amañada con fraude. Para Cuba es vital que Petro llegue el 7 de agosto a palacio porque si no consigue otro gran país para exprimir, ese maltrecho imperio corre gran riesgo de colapsar...
Como los regímenes comunistas son dictaduras perpetuas que lo primero que hacen es abolir las elecciones libres, falta saber hasta dónde ha llegado en Colombia su dominio. Aquí toca, entonces, considerar el caso Santrich como Litmus Test en la evaluación de la capacidad del gobierno de Santos y Timo para pervertir el proceso electoral, asegurar el “triunfo” de su candidato Petro y la consiguiente consolidación de la revolución comunista.
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¡Dudar de la inocencia de Santrich sería tan absurdo como cuestionar en Medellín la virginidad de Marta Pintuco!
Si, como dice y repite el gobierno, el tratado de extradición con los Estados Unidos está vigente, el envío de Santrich sólo requiere el previo concepto de la Corte Suprema de Justicia, de conformidad con la Constitución y con la prelación que tienen los tratados internacionales. Por el contrario, si lo que está vigente es la supraconstitución de las 312 páginas del AF, toca a la JEP determinar la fecha de la comisión de un delito, algo bien diferente de conceptuar sobre una solicitud de extradición.
Desde luego, lo anterior es como ladrarle a la luna, porque con pasmosa celeridad el gobierno ha dicho que la JEP es competente para decidir si se extradita al cínico narcoterrorista…
Al enterarse por la radio de la captura de Santrich, la jefe de la JEP reclamó inmediatamente conocer del asunto, sin ojear siquiera el expediente, y el presidente de la CSJ, con igual proclividad, se apresuró a declarar que la JEP es la entidad competente.
¡Desde cuándo en Colombia los tribunales fallan tan pronto escuchan un caso por la radio!
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Ahora bien, a Santrich no lo van a extraditar y hasta lo dejarán posesionarse de una curul el 20 de julio, para garantizarle también inmunidad (¿impunidad?) parlamentaria.
Al llevarse así de calle los tratados suscritos por Colombia, y al permitir que la JEP asuma competencias que no tiene, el Gobierno, que se reeligió fraudulentamente y que también se robó el plebiscito, para no enumerar más atropellos a la Carta, ¿qué reatos va a tener para cometer fraude masivo en ambas vueltas de las elecciones presidenciales?
Si Santrich se queda en Bogotá, estamos notificados de lo que nos espera, porque el comunismo jamás suelta el gobierno. Por la vía electoral nunca se han derrotado esas dictaduras, que solo caen después de 60 o 70 años de opresión y miseria.
El caso Santrich nos obliga al máximo esfuerzo y a la más constante vigilancia. La inmensa capacidad de fraude, en las mesas copadas por Fecode y en los escrutinios electrónicos contratados por suma astronómica con los íntimos de Santos, tiene que contrarrestarse con la resistencia más enérgica desde ahora y con la asistencia masiva a las urnas, luego.
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Pepe Mujica, sempiterno y baboso corifeo de los Castro y desvergonzado apoyo de Maduro, dice que no se puede ser izquierdista y corrupto al mismo tiempo. Esa tontería no tiene en cuenta ni la podredumbre inconmensurable del régimen venezolano, ni la rampante de Dilma, Lula y sus hijos, ni la de los Kirchner; ni la tímida de la Bachelet, ni la inmensa de la familia de Daniel Ortega… Sin desconocer que en las democracias tropicales también tiene gran presencia la corrupción, en América Latina ese fenómeno florece con mayor intensidad en las dictaduras siniestras.
En Colombia, en los últimos ocho años, la corrupción se ha desbordado. ¿Los jerarcas colombianos, como Santos, enredados en tráficos bien oscuros, son de izquierda o de derecha?
Entonces, cuando vemos procesar a Ollanta y Sra., Toledo, Kuczynski, Lula y Cristina, no podemos ocultar la más patriótica envidia
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Para compensarles el dolor por lo de Santrich, esta semana Santos dictó un decreto que considera a las Farc como población prioritaria para la entrega de tierras.