La conjugación de nuestra evolución, producto de una tarea bien encaminada por parte del Comité Olímpico Colombiano, con las coyunturas que afrontan nuestros rivales, nos permiten pensar en que es posible que nuestra bandera se instale en el segundo cajón del podio, lo cual sería un éxito rotundo.
Después de casi un mes y medio de la gesta lograda por nuestros deportistas al obtener el título de los Juegos Suramericanos, celebrados en Cochabamba (Bolivia), un nuevo desafío comienza hoy. Se trata de los XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe que traen una doble responsabilidad, pues no solamente se trata de obtener el mejor resultado deportivo sino de ser los mejores anfitriones, pues las justas regresan a la ciudad de Barranquilla después de 72 años. En esta ocasión 5.424 deportistas de 37 países le darán vida al que se puede denominar como el más grande carnaval que la capital del Atlántico haya acogido en su historia.
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Nos sentimos muy orgullosos y compartimos la felicidad que nuestros coterráneos barranquilleros deben sentir en estos momentos como organizadores de un evento de esta magnitud, pues conocemos de primera mano el inmenso beneficio social y económico que ello representa para una ciudad. Como colombianos nos es grato reseñar que los más de 25 escenarios que se utilizarán, entre nuevos y remodelados, estuvieron listos y sin contratiempos después de una inversión de más de 500.000 millones de pesos. Estos, junto a la Villa Centroamericana, que es el conjunto residencial que albergará a los deportistas, como en su momento ocurrió en Medellín con la Villa Suramericana, son activos que le quedarán a los ciudadanos y le permitirán a Barranquilla contar con espacios ideales para promover la práctica del deporte, una de las mejores inversiones sociales que puede adelantar la dirigencia política pensando en las nuevas generaciones.
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El país debe sentirse satisfecho por la experiencia que ha venido acumulando en materia de organización deportiva. Tras la experiencia de Medellín y sus Juegos Suramericanos de 2010, y el buen suceso de Santa Marta y sus Juegos Bolivarianos de 2017, Barranquilla le suma ahora al país ese recorrido que nos puede llevar a pensar en grande y buscar albergar eventos de mayor categoría, teniendo en consideración que estos son detonantes de la infraestructura, de las marcas de ciudad y de la transformación de la cultura ciudadana. Ya Medellín disputó la candidatura a unos Olímpicos de la Juventud y ahora el alcalde de Barranquilla, Alejandro Char, se ilusiona con proponer su ciudad como sede de unos Juegos Panamericanos. Estamos seguros que el país está listo para dar ese salto y aunque nuestros afectos están primeramente con Medellín, apoyamos a cualquiera de nuestras capitales para que encare ese desafío.
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De modo que, en cuanto a organización, estamos tranquilos y sabemos que Barranquilla cumplirá su parte: brindar escenarios técnicamente aptos para el buen desempeño de los deportistas, quienes disputarán 450 pruebas a lo largo de 16 días en 36 deportes y 58 disciplinas. La delegación colombiana buscará con 589 deportistas el objetivo base de recortar la enorme diferencia que le tomaron, en medallas de oro, las delegaciones de Cuba y México en los Juegos de Veracruz 2014. Allí, la isla sumó 254 medallas (123 de oro, 66 de plata y 65 de bronce), los “manitos” alcanzaron 332 preseas (115 de oro, 106 de plata y 111 de bronce) y los nuestros obtuvieron 224 (72 de oro, 74 de plata y 78 de bronce).
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Pese al evidente crecimiento deportivo de Colombia en la última década, a que viene de ganar los Suramericanos sobre Brasil y de dominar los Bolivarianos sobre la antigua potencia que era Venezuela, no es realista pensar que nuestros deportistas, con todo y que contamos con los mejores en cada disciplina a excepción de Mariana Pajón y Yuri Alvear por sendas lesiones, vayan a derribar de un golpe una historia en la que Cuba ha ganado doce de las 22 ediciones realizadas y México ha ganado las restantes diez. Sin embargo esto es deporte y los nuestros saldrán a luchar palmo a palmo todas las medallas, pues gracias a la condición de locales, nuestra delegación estará en prácticamente todas las pruebas, pero sin perder de vista que la mayor fortaleza estará en aquellos deportes en los que ya somos potencia, tales como ciclismo, levantamiento de pesas, atletismo, judo, taekwondo, boxeo, kárate, natación y tiro con arco.
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Tampoco se puede perder de vista el hecho lamentable, pero evidente, de la pérdida de competitividad de Cuba que, al igual que Venezuela, ha evidenciado una decadencia deportiva importante, producto de la fuga de sus talentos, de los efectos fisiológicos de la crisis económica en el peso y la talla de sus deportistas y en la falta de recursos para que los competidores se fogueen internacionalmente. La conjugación de nuestra evolución, producto de una tarea bien encaminada por parte del Comité Olímpico Colombiano y cuyos resultados están a la vista desde los Juegos Olímpicos de Londres 2012, con las coyunturas que afrontan nuestros vecinos y rivales en la competencia, nos permiten pensar en que se puede pelear el segundo lugar del medallero. Lograrlo sería un éxito rotundo.
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Este agitado año deportivo, con el recuerdo fresco del Mundial de Fútbol, con logros como el de Cochabamba o el título mundial de Patinaje (¡el número 16 de la historia!) y el desarrollo actual del Tour de Francia, tal vez haya distraído la atención de los colombianos de estas justas. Esperamos que con el transcurrir de los días, con el calor de las competencias y el furor de los resultados, nos volvamos a unir para apoyar a nuestros representantes. Bienvenidos, pues, deportistas, delegados y técnicos. Que esta sea una fiesta inolvidable.