El gran triunfador de la jornada dominguera fue el país, que puede contabilizar como saldo a su favor las elecciones más seguras y transparentes de la historia, y el fortalecimiento de su democracia
Antes que Iván Duque y su mentor, el gran triunfador de la jornada dominguera fue el país, que puede contabilizar como saldo a su favor las elecciones más seguras y transparentes de la historia, y el fortalecimiento de su democracia con la irrupción nutrida de una coalición de izquierda llamada a ser protagonista importantísima en el inmediato futuro.
El mandato claro y abrumador alcanzado por el nuevo presidente de los colombianos lo compromete aún más con sus compatriotas, y en especial con esos ocho millones que en las urnas ratificaron su deseo por un cambio que haga más justa y equitativa a la nación, ojalá en paz.
Si Gustavo Petro fue derrotado en franca lid, otro que cayó, pero de manera estrepitosa, fue el iluso Sergio Fajardo, quien demostró todo su “liderazgo” al motivar apenas, con su tibio y frío proceder, a escasos 467 mil colombianos que votaron en blanco, y que se sumaron a los 341 mil ya lo habían hecho el 27 de mayo.
El estéril voto en blanco que a manera de pértiga soñaba utilizar en sus próximas ambiciones mientras divisaba aletas de tiburones, quedó convertido en frágil varita de bambú que no le alcanzará para subir de un escalón a otro
Culminado ya el largo y tedioso proceso eleccionario, adornado hasta por una corrupción “nauseabunda” como se atrevió a llamarla el Fiscal General de la Nación, quedan otros temas que, por separado, darían tema para un escrito.
Pero el espacio es mezquino y solo permite hacer acerca de ellos someras alusiones que ayuden a no dejarlas pasar inadvertidas, pues en el futuro próximo y lejano, como señala el adagio, la historia tiende a repetirse.
En concepto de quien escribe, la reciente contienda ratificó, por ejemplo, que Colombia tiene una libertad de prensa absoluta pero no ejercida al pie de la letra, pues la mayoría de medios hacen con ella lo que el esposo infiel con la cándida y crédula esposa: la tienen solo de apariencia.
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La proclaman y defienden como si en ello les fuera la vida, pero esa libertad no la utilizan para informar en debida forma a sus receptores, sean oyentes, lectores o televidentes, sino más bien para desinformar, desconocer, desorientar y moldear al gusto y amaño de sus intereses patronales.
Que bien se haría al periodismo del futuro si en las facultades de Comunicación se pusieran como ejemplo algunos periodistas responsables de medios, para que el estudiante tomara nota y supiera de antemano cómo no debe hacerse periodismo, sobre todo en desarrollo de una campaña electoral.
Otro aspecto a destacar es la ruina moral e ideológica en que quedaron los partidos tradicionales, el liberal y el conservador, adictos irredentos a la teta presupuestal, humus vital de su ya decadente trayectoria, al igual que las otras asociaciones transitorias de amigos que solo defienden intereses mezquinos, tal las de la U y Cambio Radical, y los grupúsculos de feligreses dogmáticos y sectarios.
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Todos ahora rodeando la mesa del nuevo Epulón, a la espera de las migajas que comenzarán a caer de la mesa a partir del 7 de agosto cuando se sirva el banquete, en virtud de los desacreditados y nada creíbles “acuerdos programáticos”, desvergonzado sofisma tras el cual ocultan su insaciable voracidad burocrática.
Colombia se decidió por uno de los dos extremos puestos a su consideración, y así como si el vencedor hubiera sido el otro, hay que esperar que por fin dejen de imperar el odio, la venganza, la mentira y la corrupción, aunque de esta última, inherente a muchas tantas malas compañías que tiene el triunfador, podría decirse que también venció el domingo
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