Clásico es lo que perdura por sus propios valores
1. Pedro Salinas:
“Es tanta la marea de libros, que ya no se piensa en calidad sino en cantidad; hoy, nuestra vida consiste en aumentar y no en mejorar; en acrecentar y no en perfeccionar. Estamos desorientados entre tantos libros, ideas, teorías, poemas, productos escritos, sabios o no, de la experiencia humana, de la cultura”.
“En mis amigos de alta marca intelectual, es una gran verdad que con el más y más leer se aprende a leer más despacio, no más a la carrera; y se disfruta de esa lentitud, por las delicias que deja”. (Obra: “El defensor”)
2. Edgar Allan Poe:
“La enorme multiplicación de libros de todas las ramas del conocimiento, es uno de los mayores males de nuestra época”. (Obra: Marginalia).
3. Gregorio Martínez Sierra:
“Si lo que leemos no nos sirve para mejor vida, es preferible cerrar el libro y apagar la lámpara, porque el fruto de nuestra ciencia deber ser nuestra vida”. (Obra: Tú eres la paz)
4. Guillermo Díaz Plaja:
“Leer es la más bella de las devociones… No tener tiempo, no es un pretexto para no leer… No tener dinero, tampoco… ¿De cuántas bibliotecas es usted asiduo? ¿Utiliza el servicio de préstamo de alguna de ellas?...”. “¿Es el deporte?.... ¿Es el cine?... ¿Es la televisión, los que han arruinado, para la lectura, los espacios de tiempo que el hombre conserva para su edificación espiritual?”.
5. Pedro Salinas:
“Muchos maestros, y sobre todo, los maestros profesionales de los maestros, y los dirigentes han cogido por su cuenta a la hermosa figura de la educación y la han sometido a tales maltratos, deformaciones, embadurnes y pintarrajos, y han sobrepuesto a su habla natural una jerga técnica, tan cómicamente esotérica, que hoy ya no se ve a la educación sino como espantajo y adefesio y fracaso. Y, sin embargo, la educación es un hecho natural, una realidad que se impone al hombre. La solución del gran drama está en la enseñanza de la lectura, en la formación del lector.
¿Por quién, y desde cuándo?
Por la escuela, y desde que se entra en contacto con las letras; […] El compromiso serio y radical es la restauración del aprendizaje del bien leer en la escuela, el que se logra, no por misteriosas y complicadas reglas técnicas, sino poniendo al estudiante en contacto con los mejores profesores de lectura: los buenos libros. El maestro en la lectura, tiene que ser un convencido mediador entre el estudiante y el texto. Un facilitador.
Se aprende a leer leyendo buenas obras, inteligentemente dirigido en ellas. Al final, se alcanza la posesión de una inteligencia formada, de un gusto propio, de una consciencia de lector, personal y libre, que lo llevan a una selección atinada, en el mundo de los libros.
El QUÉ leer y el CÓMO leer, van siempre resueltos juntamente en una buena educación. Se leen los clásicos, para cada edad el suyo, porque clásico es lo que perdura por sus propios valores; se leen los mejores libros, señalados no por fulanos, sino por la tradición culta del mundo. Y se leen delicadamente aclarados, vividos en la clase, año tras año, de suerte que el CÓMO leer se aprende sin saber cómo, al igual que el andar o el respirar, por natural ejercicio de la función. Así aprendieron a leer los grandes lectores de la humanidad, cuyos maestros de lectura no fueron, por cierto, manuales fáciles que enseñan todo a la carrera, sino en despaciosa lectura, en toda la vida.
Esta forma de enseñanza integral del leer podrá ser difícil, hoy, dado el bajo nivel a que han llegado algunos educadores, pero, ¡a ella hay que aspirar! Un famoso maestro de letras de una universidad estadounidense expresó: ´Creo que el Humanismo debía ser no decorativo adorno adquirido ya tarde, en el proceso de la educación, sino una cualidad que debe condicionar toda la enseñanza, desde la primera lección. Esa educación, presidida por una cualidad, será el armamento para vencer al monstruo de la confusión cuantitativa”.
(Obra: Educar para leer y leer para educar)