Rusofobia

Autor: Rafael Bravo
18 marzo de 2018 - 12:06 AM

El nacionalismo de Putin es una demostración de fuerza representada por la virtual toma de Ucrania y su apoyo reiterado al genocida de Siria

 

La geopolítica se mueve alrededor de figuras fuertes como Putin y Xi Jin Pin. Los recientes acontecimientos en Londres con el envenenamiento con un agente químico de un exespía ruso y su hija y la respuesta de la primera ministra Theresa May llevan a concluir que estamos frente a episodios de una nueva Guerra Fría. Impopular fuera de Rusia pero inmensamente acogido internamente, el nacionalismo de Putin es una demostración de fuerza representada por la virtual toma de Ucrania y su apoyo reiterado al genocida de Siria.

Lea también: Putin favorito para revalidar mandato en elecciones rusas

Día a día Putin se presenta como un hombre de hierro, que actúa desafiando al resto del mundo y en particular a primera Ministra de Inglaterra a quien dice no temer, que puede entrometerse impunemente en las elecciones de la nación más poderosa de la tierra y que cultivando su aura de poder, poco le importó hacer esperar a personajes de la talla del Papa Francisco, la reina Isabel, la canciller alemana Angela Merkel y al propio Barack Obama siempre que tuvieron la oportunidad de verse cara a cara.

Las acciones de Putin son un desafío a la diplomacia global. Para el líder ruso la mayor catástrofe del siglo XX fue el colapso de su país viéndose a sí mismo como el guardián de la recuperación del liderazgo que merece Rusia en el mundo, no importa los medios. En reciente entrevista para la cadena NBC ratifica su versión según la cual usando el poder ‘’ usted debe estar listo para ir hasta el final y lograr los objetivos’’. En otras palabras, en su antagonismo con Occidente su lenguaje es la provocación e intimidación.

El mundo tuvo que esperar la declaración de los aliados en Europa para que la administración Trump se pronunciara condenando los hechos en Inglaterra, al tiempo que el Departamento del Tesoro anunciaba nuevas sanciones por la interferencia rusa en las elecciones de 2016. Aunque son pasos que van en la dirección correcta, las penalidades deben ir con mayor fortaleza contra los acaudalados compinches del régimen ruso cuyas fortunas se extienden por todo el mundo.

De suma gravedad resultan las evidencias presentadas por el Departamento de Seguridad Interna que muestran como los hackers rusos lograron incursionar en los sistemas que controlan las plantas de energía, la red eléctrica y de suministro de agua en varias ciudades de los Estados Unidos y Europa. Estamos frente a una clara señal según la cual, mediante una serie de ataques cibernéticos, Moscú no solo podría controlar sino más grave aún, afectar el funcionamiento de servicios esenciales.

La existencia de espías y redes de espionaje entre países es una actividad común sin regulación alguna pues sus protagonistas actúan de forma invisible y posando de muchas formas. Un intercambio de prisioneros entre Gran Bretaña y Rusia permitió la llegada del agente Sergei Skripal y su hija, quienes terminaron pagando su deslealtad al Kremlin. Igual suerte han corrido otros ex espías rusos quienes han terminado envenenados tal y como ocurrió con Alexander Litvinenko a quien le fue suministrado polonio radioactivo en un hotel de Londres en 2006, dando inicio a las represalias contra los llamados ‘’traidores a la patria rusa’’.

Muy a pesar de las anunciadas sanciones de la comunidad internacional, la no presencia de autoridades británicas en la Copa Mundo este verano, la expulsión de diplomáticos rusos y la congelación de activos, Putin no parece verse movido y nada evitará que sea reelegido este próximo 23 de marzo.

Lea además: Muy cerca del fin de la Alianza Trasatlántica

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