Dos leyendas frente a frente, el título de Australia aguardando por su dueño y millones de aficionados expectantes por el desenlace de una película inolvidable, que le sonrió al final al más grande de todos los tiempos. Roger Federer lo hizo de nuevo.
Creer e intentarlo llevó a Federer hasta el centro del estadio Rod Laver, en la noche de cierre del Abierto de Australia ante Rafael Nadal. Al mismo tiempo y a miles de kilómetros de distancia, en la mañana europea y la madrugada americana, millones de personas vislumbraron junto a Federer el momento en el que él volviera a alzar un título de Grand Slam en sus manos. La grandeza del tenista suizo no radica en sus descomunales récords sino en que supo reunir todo lo que un deportista debe representar para el mundo. Desde luego que es una aseveración subjetiva, pero es muy probable que Roger Federer sea el deportista más querido en toda la historia.
Las últimas dos semanas fueron tan ideales que por momentos hasta él mismo dudaba de la realidad de los hechos. Hace seis meses el entorno del tenis lamentaba la ausencia de Federer en el Abierto de Estados Unidos y muchos profetizaron el principio del fin del tenista nacido en Basilea, pero hoy se levantó con su título de Grand Slam número 18 tras superar a Rafa Nadal, su eterno rival, convirtiéndose además en el segundo tenista más veterano en ganar un Abierto.
Nunca otro jugador llevó el tenis al nivel que el suizo lo hizo; su revés y su drive hacen parte de la antología de jugadas que diluyen los límites entre el deporte y el arte.
Pero además de los dotes que la naturaleza le otorgó, en 19 años de carrera deportiva Roger supo reiventarse y relegar la genial soberbia que le hacía romper raquetas tras el mínimo traspié, para darle paso a un sosiego y un espírtu de aprendizaje inagotable. A su juego le sumó un buen saque y otros tantos aspectos dentro de la cancha que lo mantuvieron vigente mientras sus rivales iban y llegaban otros.
La presencia de Federer honra al tenis, y la rivalidad entre él y Nadal puede dar fe de ello; tras vencer a Roger en la final de Australia en 2009, Rafa consoló al suizo recordándole que era uno de los mejores de la historia y vaticinándole que seguro superaría el récord de títulos en Grand Slam.
Ayer, tras sucumbir ante la determinación de Roger, el español volvió a dejar en evidencia su profundo respeto y admiración hacia el helvético. “Lo mereció más que yo. Hay que ovacionarlo de pie”, confesó Nadal.
Roger devolvió el gesto y mirando a los ojos a su rival le pidió: “No te vayas, Rafa. El tenis te necesita. Sigue haciendo lo que haces”.
También recordó que fue allí mismo en Australia donde todo comenzó para él en 1999. Y lo que el mundo del tenis y del deporte esperan es que en Australia no termine todo y que aún queden muchos momentos mágicos del suizo en la cancha, porque sin él el tenis no es igual, y nadie quiere imaginar el escenario después de que el elegido ya no toque más su raqueta.