Rionegro Águilas recibe este domingo (7:30 p.m.), al Pasto, aferrado aún a sus posibilidades matemáticas para clasificar a las finales.
Esa tarde de sábado mientras miraba al cielo celebrando el golazo que acababa de marcarle a Leandro Castellanos, Rivaldo Correa entendió un poco más lo relativo que es todo, pues aunque con su gol no iba a mejorar la posición de Águilas en la tabla y apenas lo convertiría en una estadística más en la lista de artilleros comandada por Yimmi Chará y Dayro Moreno, ese gol era más que todo eso y mucho más incluso que los 22 tantos que lo habían encumbrado a máximo anotador del Campeonato Nacional Juvenil el pasado mes de julio y que habían significado el título para Antioquia.
“Huy, ese fue un momento muy feliz, porque llevaba nueve partidos sin ser convocado y esa tarde me llené de confianza. Me dije que ese era mi día. Y gracias a Dios lo logré y pude dedicárselo a mi abuelo que murió hace cuatro meses”, cuenta Rivaldo a quien el primer gol como profesional le llegó primero que la cédula pues apenas hace poco más de un mes cumplió 18 años.
Su sueño lo vive con los pies en la tierra, sin lámparas mágicas ni perdices, pero sí con esfuerzo y paciencia, como se viven los sueños en la realidad. “Estar al lado de compañeros y ante rivales de tanto recorrido es un reto. Yo siempre he sido goleador, donde jugué siempre marqué diferencia. Ahora con paciencia trabajo para demostrar mi capacidad”, confiesa el joven atacante quien llegó a Medellín hace cuatro años de su natal Santa Marta, junto con su papá, para jugar en Estudiantil.
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En casa quedó su mamá, la misma que hasta ahora sólo ha podido ver a su muchacho por televisión. El mismo que desde los tres años no hacía otra cosa más que patear un balón y que para no dejar dudas sobre lo que sería su futuro recibió de un tío, amante de la Verdeamarela, el nombre de Rivaldo, y con ese sello de identidad el sacerdote vertió el agua sobre su frente y lo bautizó.
Y si el hombre que inspiró a su tío fue grande, Rivaldo Correa Barbosa también quiere hacer su propio nombre en el fútbol. Por los entrenamientos, a veces doble jornada, tuvo que posponer el proyecto de seguir estudiando. Pero sabe que para lograr darle una mejor calidad de vida a su familia tiene que luchar no sólo en el área rival, también fuera de la cancha.
Ahora toda su energía está concentrada en un objetivo, y es que Rivaldo es de los que le pone la cara a los retos. “Mi meta en lo que queda del semestre es ganarme un lugar, aportarle al equipo y ser protagonista de la clasificación de Águilas a los ocho, que todavía es posible. Luego seguir trabajando para mejores campañas. Yo lo puedo lograr. Yo soy un goleador”, sentencia.