Miguel Garzón Arteaga no ha querido resignarse a ser un espectador sólo desde fuera, como el periodista que es, sino que ha actuado también desde dentro.
El alcalde de Pasto, Pedro Vicente Obando, tiene como una de sus políticas culturales publicar “cinco títulos al año en los géneros de poesía, cuento, novela, ensayo e investigación”, en la Colección Autores Nariñenses. Este proceder se había desarrollado con mayor o menor entusiasmo por algunas últimas alcaldías, siendo de destacarse más en unas que en otras (p. ej.: en la de Raúl Delgado y en la actual). A los gobiernos departamentales también les cabría la misma observación. Estas actitudes responden más a estilos personales –rubricados en decretos, resoluciones, etc.- de los gobernantes, que a políticas legislativas (acuerdos u ordenanzas). Desde acá, respetuosamente, se solicita a las instancias regionales competentes, construir herramientas legislativas, para que no sólo sea el empeño personal sino que el impulso provenga de una visión gubernativa macro. Quizá se esté en mora, porque en Pasto y Nariño ha crecido el número y calidad de los escritores, creadores artísticos, culturales e investigadores.
Bajo estos parámetros se ha publicado “Travesía de palabras”, 2016, 250 pp., de Miguel Garzón Arteaga, de amplio recorrido en la historia de su ciudad y en la de nuestro departamento. Él no ha querido resignarse a ser un espectador sólo desde fuera, como el periodista que es, sino que ha actuado también desde dentro, con su natural rebeldía heredada del gen ipialeño, el mismo pueblo que arropó al insumiso ecuatoriano Juan Montalvo en su exilio. Garzón formó parte de los movimientos populares y estudiantiles de 1969, 1971 y otros, ya como ciudadano ipialeño o como nariñense o como estudiante de Sociología de la Universidad Nacional, discípulo del padre Camilo, de Fals Borda, de Jaime Jaramillo Uribe y de otros que han hecho grande la historia del pensamiento de nuestro país. Travesía de palabras hace un recorrido del verbo escrito, con contenido cultural (revistas, libros, periódicos, suplementos, etc) en Pasto, desde 1869 a 2016, o sea desde “la llegada” a la ciudad de la legendaria y casi mítica primera imprenta.
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Complementario al libro reseñado es “Historia de las artes gráficas en Pasto”, 2015, de Claude Toulliou, francés de nacimiento (París) y pastuso de una adopción de 47 años (1970). Fue publicado durante la gobernación de Raúl Delgado. La obra de Toulliou se centra, más que en las publicaciones en sí, en las personas, los personajes y los talleres de artes gráficas, o sea en lo que se llamaría los agentes de la edición e impresión. Es generoso en la profusión de fotografías de personajes y de la vida social quienes se dedicaban a estas labores en Pasto: celebraciones, festividades, campeonatos que organizaban para su gremio, equipos deportivos, etc. Los dos libros reseñados son de lectura amena para el lector común y corriente, de por sí curioso, pero necesarios y quizá imprescindibles para los académicos y los estudiosos.
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“La casa nómada y el nomadismo de la casa”, 2016, es el título de otra obra del ya mencionado Garzón. Imbricada entre la reseña monográfica de la Casa de la Cultura de Ipiales y su vida política de la segunda mitad del s. XX, necesariamente se muestra aquí una parte de la historia de esa ciudad fronteriza. Destaco las luchas en pro de la cultura popular de una parte de ese s. XX –uno de los capítulos más importantes para mí-, junto al líder estudiantil y popular Heraldo Romero a la cabeza de esa dirigencia, rodeado de jóvenes intelectuales de clase media, estudiantes o neo profesionales iniciantes, y lo grueso del pueblo que amaba a Heraldo, quien murió tempranamente con un cáncer en una clínica bogotana.
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“Correo del Sur”, 2016, 266 pp., es una recopilación de los artículos más importantes de una revista del orden cultural que comenzó en Pasto en 1973 como “Currier du Sud, fundada y dirigida por Claude Toulliou. Desde 2005 se encuentra bajo la dirección de Johana Villota en asocio con el mismo Toulliou.