Quienes se dedican al servicio público han de tener un contacto serio, permanente y eficiente con los ciudadanos sean sus electores o no, y deben tener presente los fines esenciales del Estado en todas sus actuaciones
Aunque entre nosotros no sea muy claro, los partidos políticos además de ser conjuntos de personas deben tener contenido ideológico sobre la concepción del Estado, la forma de manejarlo y normas para acceder a los cargos de poder público en el que se establezcan las condiciones de los candidatos y su compromiso con los programas partidistas. Las reformas políticas que se dan en Colombia acusan el ánimo convenenciero de quienes las promueven y aprueban. Se nota a leguas la flojera que da la sola idea de construir un andamiaje conceptual que sirva de fundamento a las propuestas políticas.
El estado de derecho requiere de normas anteriores y superiores a cualquier interés particular. Siendo la política la actividad humana desde la cual se pretende dirigir los destinos de una nación, sus estatutos deben ser norma anterior que vincule por adhesión a los militantes sin perjuicio, claro está, de los ajustes y reformas que se hagan, desde la voluntad colectiva. La diferencia entre las facciones que pretenden apoderarse de las instituciones para lucrarse de ellas y los partidos políticos, son las ideas políticas. No puede haber fuerza política verdadera, donde no hay propuestas sociales, de manejo del Estado.
La política debe ser una actividad de tiempo completo, signada por el compromiso con el bienestar general y la honestidad. Cada persona que se dedica a esto debe tener formación de estadista, como quien se dedica a la medicina, por ejemplo, tiene que tener vocación y formación de médico. Pero para que confiemos en ellos, los políticos tienen que ser ciudadanos por encima de toda sospecha. Quienes se dedican al servicio público han de tener un contacto serio, permanente y eficiente con los ciudadanos sean sus electores o no, y deben tener presente los fines esenciales del Estado en todas sus actuaciones.
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Las ideas liberales con su apertura a nuevas realidades, ha permitido la evolución de nuestras instituciones volviéndolas garantistas e incluyentes. Pero ser incluyentes significan que arropan a toda la población sin que se den discriminaciones de algún tipo. Nuestro viejo Partido Liberal fue históricamente la institución que atraía a las multitudes porque significaba el reconocimiento y el respeto de todos los derechos. Los verdaderos liberales siempre hemos respetado la decisión que democráticamente adoptan las mayorías, entendiendo que las decisiones, una vez en firme, obligan y protegen a todos.
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En materia de partidos, vivimos el caos. Aberraciones como el gamonalismo, la compra de votos, las listas abiertas, la postulación por medio de firmas y la ausencia de controles, han dado al traste con la política en Colombia. Mientras que la Ley dirige su objeto hacia fines meramente electorales, los colombianos ya no contamos con la encarnación de filosofías claras sobre el manejo de Estado que constituían los partidos políticos. El Congreso, conformado por políticos sin compromisos ideológicos, ya no legisla sobre asuntos verdaderamente importantes para los colombianos. Ahora solo hay gritos y pataletas de los liberales.