Acompañemos a De la Calle para enfrentar las pretensiones de la derecha.
Pienso que Humberto de la Calle está haciendo algo fundamental al movilizar y sensibilizar a la militancia del Partido Liberal para recuperar los ideales, los programas y el sentido que lo caracteriza históricamente. Más allá de las encuestas, se puede percibir el entusiasmo en sus bases para consolidarlo como alternativa de poder, como el partido que por muchos años supo interpretar los intereses de las mayorías, sin desconocer que parte de su dirigencia se ha desdibujado y poco le importa las raíces de la organización y sus alternativas.
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De la Calle pregona para los olvidadizos que el Liberal es el partido de los trabajadores, de los pobres y de las clases medias, de las víctimas del conflicto, el de la paz y la lucha por los derechos humanos; el de las transformaciones democráticas en oposición al totalitarismo, al clientelismo y la corrupción. Entonces repite el ideario al parecer abandonado por muchos de sus dirigentes y algunos miembros de la bancada parlamentaria.
Los mismos que han afirmado que el candidato está pagando los costos de haber acompañado al presidente Santos en el logro de la paz con las Farc, como si ello no estuviera en la entraña del ideario liberal. La verdad es que no admiten que esté llamando a rescatar la naturaleza del partido, su ideología, a oponerse a la concentración de la riqueza y mantener su lucha por la equidad social. Ellos discrepan por conveniencias personalistas.
Además, en la colectividad buscan acomodo muchas figuras que carecen de sentido de pertenencia. Desvían el mandato que les entregan las bases liberales y pronto coinciden con el pensamiento más caverna de la sociedad. Este fenómeno demanda cambios de fondo y la búsqueda de nuevos liderazgos con convicción e ideas liberales que la dirijan. Porque estos “aparecidos” se muestran temerosos a la hora de defender el ideario de la organización; se espantan cuando tienen que defender los principios que nos diferencian de las demás agrupaciones, y sobre todo de las propuestas de la derecha, culpable de muchos de los males que soporta la nación. Hasta rehúsan confrontar las prácticas del uribismo y sus nefastas consecuencias sobre el conflicto armado y sus víctimas, más bien, se convierten en sus aliados.
Así que el partido se ha enturbiado y De la Calle lo sabe. Considero que uno de sus grandes aciertos es presentar propuestas que van más allá de la coyuntura electoral, que buscan consolidar la paz, construir un país estéril para odios y venganzas, donde los acuerdos y alianzas reflejen las necesidades sociales. Si la colectividad se apropiara de este mensaje, el partido liberal se impondría, a pesar del acomodo político dominante.
Se puede decir que la campaña electoral para la primera vuelta apenas comienza. El repunte mediático de Duque y Petro, y el favoritismo en las encuestas, se deben a la exposición del momento generada por las consultas interpartidistas recientes. Pero falta el tramo más difícil, en los próximos debates se pondrá a prueba las iniciativas en juego. En ellos, De la Calle tendrá la oportunidad de profundizar las alternativas liberales, de sacar ventaja de sus cualidades y de capitalizar el vasto conocimiento que ha acumulado del país, de sus problemas y oportunidades.
Mientras tanto, hay que reforzar el llamado a la unidad de las fuerzas democráticas, con posibilidad cierta de alianza con Sergio Fajardo, para el logro de la victoria; se debe acompañar al candidato para enfrentar las pretensiones de la extrema derecha, cargadas de odio, de mensajes de venganza y de violencia. No podemos echar a perder lo logrado hasta ahora; bajo ningún pretexto se justifica la entrega de las banderas e ideales liberales. De no darse los objetivos propuestos, es mejor preparar al partido para levantar las banderas de la oposición en los temas en los cuales no exista acuerdo alguno.