Reinaldo Arenas contra Fidel: Sin vida en la Isla y sin nada por fuera de la Isla 

Autor: Memo Ánjel
23 diciembre de 2016 - 12:00 AM

El escritor Memo Ánjel revisa la literatura de Reinaldo Arenas  (nacido en Aguas Claras, oriente de Cuba, 16 de julio de 1943  y fallecido en Nueva York, Estados Unidos, el 7 de diciembre de 1990). Esta reseña analiza su relación con el poder y su mirada a Fidel Castro. 

Y siempre lo mismo. Lo mismo. Y los perros ladra que ladra, ladra que ladra.
Reinaldo Arenas. El palacio de las blanquísimas mofetas.

Otro, era una prueba eficaz para determinar la locura: “poner los güevos en un yunque y darles con un martillo”. 
Guillermo Cabrera Infante. Vidas para leerlas. Capítulo: Reinaldo Arenas o la destrucción por el sexo. 

Fuego y locura
Alumbra piedra de alumbre, piedra luz de piedra-lumbre, gritaban los locos en la puerta de El señor presidente de Miguel Ángel Asturias, el primero de nuestros escritores en hacer un análisis del poder en estas tierras calientes siempre signadas por la desmesura y el incendio, como las papayas y las guanábanas al sol del verano. Y en estos calores,  Augusto Roa Bastos, en Yo el supremo, también habla de un Pereira terrible y botafuegos y Gabriel García Márquez de un dictador otoñal que renace de la muerte de El gran Burundú Burundá, de Jorge Zalamea, anunciando una cría a la N de sietemesinos, lo que ya implica una fila de matrimonios con la novia en embarazo. Y la lista sigue con Entre la libertad y el miedo de Germán Arciniegas, un libro casi infinito sobre asuntos dictatoriales;  con Bestiario tropical de Alfredo Iriarte y La fiesta del chivo de Mario Vargas Llosa, agregando a Galíndez de Manuel Vázquez Montalbán, más los previos a todas estas historias, como El tirano banderas de Ramón del Valle Inclán y Nostromo de Joseph Conrad. Esto por sólo hablar del Caribe, que es tierra de bailes sensuales y magias negras, de perseguidos y perseguidores (ambos muy asustados), de trasnochadores inmarcesibles y de corruptos que no paran de tragar, de amores que sufren la peste y de haitianos afrancesados que usan como charreteras latas de sardinas, como cuenta Alejo Carpentier en El reino de este mundo. ¿Y cuál es este mundo? El de calor y la bullaranga, el de las vacas gordas y flacas, el de las cartas marcadas y las camas revueltas, el de los soplones por nada y el de los que huyen de la tierra y de sí mismos.
Antes de la Revolución cubana, Cuba era un enredo: prostíbulos, casinos, mafiosos norteamericanos, agentes secretos, un dictador (Batista) que de sargento llegó a general en tres años, contrabando de azúcar para hacer ron al escondido, música y campesinos enfermos, corruptos gordos y mujeres blancas para mejorar el entable. Y luego de la Revolución ya ni se supo en qué quedó aquello, pues la propaganda sobre lo bueno y lo malo se mezcló al punto que ya no sabemos si Cuba es lo que imaginamos o sigue siendo un sueño del que no se despierta mientras el óxido, como la broma en los cascos de los buques, come puertas de casas y motores de carros viejos. Qué pasa y no pasa, depende del que lo dice. Como el fuego, a unos alumbra y a otros les crea sombra. Como la locura, se sufre en lo indebido y se goza en lo mismo. 

Reinaldo Arenas
Hace parte de los escritores malditos (de la ralea de Genet y Villon) que ejercieron lo nefando, robaron y se prostituyeron, de los que hablaron con palabras prohibidas (las no políticamente correctas) y al fin se mataron (o se hicieron matar) cuando, como decía Freud, la vida les fue peor que la muerte. Pero en este caso, Arenas fue más que todos: fue un mar Caribe ardiendo por las cuatro puntas, un huir escondiéndose, un mostrarse retador y un decir lo que había que decir sobre lo underground del mundo de la revolución. Y es que toda revolución, por de avanzada que sea, para sostener el poder tiene que volverse conservadora, como dice Mijail Bakunin. Y en este conservadurismo, que se hace con normas duras para crear un supuesto hombre nuevo, la libertad desaparece y muchos no caben en la fila. Reinaldo Arenas no cupo en la fila, nunca había estado en la fila. Y salido de la fila de la cultura oficial, la nueva política y las mismas creencias campesinas (él era un campesino), se convierte en un paria, en un señalado, pero a la vez en alguien que lee lo marginal mientras vive en la marginación, como Virgilio Piñeros (al que se le hundió el sanitario mientras estaba sentado), pero más adentro. Y entrando, Arenas se salió de las convenciones (José Lezama Lima dijo lo peor pero siguiéndolas) y se fue contra ellas como un marinero que se le pone de frente a la tormenta que todos esconden. El miedo se cura con más miedo, eso suele suceder. Como sucedió cuando escribió esa novela en carne cruda (el término es de Cabrera infante), que se llama Antes que anochezca: el relato de un cubano, él en New York, muriéndose y haciéndose una tumba sin sosiego (el concepto es de Cyril Connolly, el crítico inglés, y es usado por Guillermo Cabrera Infante para proponer un epitafio para la tumba de Reinaldo Arenas). 
Y en esa novela o memorias o lo que sea, aparecen todos los vicios, corrupciones, desvaríos, traiciones y delirios que contienen las revoluciones (y en muchos casos las democracias) para sobrevivirlas o buscar ayuda en los diablos, vendiéndose al mejor postor o al circo que haga la contratación. Marielito (de los cubanos que llegaron en el barco Mariel a Miami), Reinaldo Arenas tocó tierra libre. Pero él ya no fue libre, su esclavitud fue él mismo disparando hacia afuera lo que no podía zafar.

Contra Fidel
Literatura que consume, sexo pasivo y política, conforman la trilogía del escritor cubano Reinaldo Arenas. Y no por partes sino juntas, como una llamarada creada por un adicto a todos los fuegos, los del infierno y las velas de las iglesias, los provenientes de las hogueras y los producidos por un hombre que busca desesperadamente sus dientes postizos en alguna parte del mar. Fuego revolucionario y, con los días, antirrevolucionario, porque una cosa son las emociones y otras las acciones, una la obediencia y otra la desobediencia, una el querer y otra el desear, una el vivir y otra el morir a consecuencia de la candela en la piel y los ojos, en el miedo y en la búsqueda de una chispa que no prende en la oscuridad. Y como el pícaro Comeclavos, el personaje de Albert Cohen (en su quinteto sobre los judíos cefalonios), Arenas salta y se tropieza, cae y se levanta, es ahorcado y des-ahorcado, llora y ríe, tiene espacio y se lo quitan. Y se va contra Fidel Castro y la revolución, como un viento caliente. 
Cuando ya no se tiene nada que perder, la boca se llena de denuncias. Y lo que hay en el underground de la revolución y se esconde bajo carteles en las paredes y vallas en los caminos, es un mundo muy amplio, muy a la cubana, pecador y peligroso para los que no están afiliados al partido. Y esa Cuba que hierve en los bajos, recurre a la santería y se la juega y juega con Babalú y Ochún, con las siete potencias y Changó, con la Virgen del Cobre y la de Regla, con San Lázaro y Abakwá, con todos los orichas. Y en el juego se pierde más que se gana. Reinaldo Arenas pierde, pierde Fidel que no hace realidad sus discursos, pierden los cubanos de Miami que se las dan de santos. Y gana la literatura que va contra la política que no cumple y miente, o contra uno mismo que se somete sabiendo que las cosas no están bien. La libertad no es un juego. 
Reinaldo Arenas, quien se fue contra Fidel, dijo haberse amado con cinco mil hombres. En la democracia belga, Georges Simenon dijo haber dormido con diez mil mujeres. Y bueno…  

La obra de Arenas

Novelas
• 1967: Celestino antes del alba
• 1969: El mundo alucinante
• 1980: El palacio de las blanquísimas mofetas
• 1980: La vieja Rosa
• 1982: Otra vez el mar
• 1984: Arturo, la estrella más brillante
• 1987: La loma del ángel
• 1988: El asalto
• 1989: El portero
• 1990: Viaje a La Habana
• 1999: El color del verano o Nuevo Jardín de las Delicias

Autobiografía

• 1992: Antes que anochezca

Narrativa breve

• 1972: Con los ojos cerrados
• 1981: Termina el desfile

Antologías poéticas

• 1981: El central
• 1989: Voluntad de vivir manifestándose
• 2001: Inferno, poesía completa con prólogo de Juan Abreu

Ensayo

Necesidad de libertad
Teatro
• 1986: Persecución (serie de cinco obras de teatro bajo el mismo título)

 

 

 

 

 

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