Es imprescindible que los órganos de dirección universitaria piensen en grande y con generosidad y den ejemplo a la nación.
Desde el año pasado se dio comienzo al proceso de selección de un rector para nuestra Alma Mater de los antioqueños, la segunda universidad del país. Varias cosas podemos indicar.
Uno. La gran responsabilidad que tiene el Consejo Superior Universitario (CSU) en esta designación. Ya lo he dicho: Los órganos de dirección de los conglomerados humanos tienen un indudable y protagónico papel en la orientación de las acciones de los organismos que presiden y orientan. Por ello mismo les cabe una responsabilidad indudable en las decisiones y errores que se comenten, en las políticas que se implementan, en las correcciones que se realizan o en la confirmación de direcciones que se han asumido. EL CSU es un espacio para pensar el país, no para dirimir conflictos personales ni incurrir en reparticiones del poder como lo hace de manera nefasta la clase política destruyendo la nación. Es imprescindible que los órganos de dirección universitaria piensen en grande y con generosidad y den ejemplo a la nación.
Lea también: Órganos de dirección
Dos. Desde el comienzo el debate ha sido respetuoso, alrededor de ideas y visiones de universidad. Lo deseable es que en un año electoral en el país las universidades den ejemplos tangibles de madurez, ecuanimidad y capacidad de deponer orgullos personales para pasar a pensar en el curso de la institución universitaria y su futuro pues las amenazas para su subsistencia son muchas. Una de esas amenazas es introducir los vicios de la corrompida política colombiana y no realizar los debates necesarios y caer en la captura clientelista de los votos del CSU.
Tres. El neoliberalismo está haciendo desaparecer el bien público y está deformando la política de manera grave. La salud, la educación, la participación ciudadana son bienes comunes y la captura del gobierno y el estado por esas políticas destructivas debe ser contenido. El conocimiento, eje de la vida universitaria, es un bien común y el acceso a los programas debe ser mucho más incluyente. Lo que viene pasando con los posgrados es inaceptable para una democracia. Mientras países como México o Brasil invierte en la facilitación del acceso a esos programas en Colombia esa posibilidad es casi imposible; en particular las universidades públicas se han visto condenadas a obtener importantes recursos del cobro muy alto de esos derechos a producir conocimientos de alta calidad.
Además: Cuello de botella en las universidades
Cuatro. Hay que repetirlo. En las universidades publicas seguir pensando que el conocimiento es una mercancía y que la formación de recursos humanos es un negocio (para mejorar las duras condiciones económicas que imponen los gobiernos) está impidiendo verlos como un bien social y un patrimonio que permite la construcción de la nación que queremos. La tiranía del mercado, considerado como una divinidad que lo regula todo automáticamente, está impidiendo ver un futuro en el cual la producción de conocimientos y recursos humanos es el camino para la paz y la generación de un bienestar social generalizado, no exclusivamente de una élite retrógrada que se niega a abrir la puerta a un nuevo país que requiere nacer de la mano de todos. El debate presidencial debería tener uno de sus ejes en la educación y el desarrollo de la investigación como camino para la resolución de muchos problemas, esta ausencia es delicada. El papel de las universidades es hacer un esfuerzo mancomunado para que esto sea un tema central en todo debate sobre el curso de nuestra nación.