Entre los escombros todavía hay dramas de familias que no han podido recuperarse por completo de la tragedia. Algunos se sienten olvidados y otros reconocen la labor del Gobierno pero consideran que falta más para levantar su territorio.
Este 31 de marzo se cumple un año de lo que muchos han calificado como la segunda peor tragedia natural en Colombia después de la avalancha de Armero. Se trata de la catástrofe de Mocoa, donde una lluvia torrencial que se prolongó por cerca de tres horas alimentó la furia de la quebrada Taruca, con nacimiento en lo más alto del municipio.
Esa creciente contagió su ira a los ríos Sangoyaco, Mulato y Mocoa, que atraviesan la capital del Putumayo, y sin consideración, el poder de la naturaleza arrasó con casi todo a su paso. 333 muertos y 71 desaparecidos quedaron registrados luego de la avalancha.
Testimonios de los sobrevivientes detallan que el desbordamiento se tomó las calles a las 11:30 de la noche. Cuando se vivía un día como cualquier otro en el municipio, pero repentinamente observaron como comenzó a bajar el torrente que traía consigo piedras gigantes y empalizadas que demolían todo a su paso.
Uno de los barrios más golpeados por la tragedia fue el San Miguel, del que hoy día sólo queda el recuerdo en las mentes de sus antiguos habitantes. Esa zona residencial quedó reducida a un terreno desolado lleno de piedras y maleza, allí han tenido que retornar algunas familias afectadas. Relatan que el Gobierno les entregó subsidios de arriendo durante los tres primeros meses posteriores a la catástrofe y luego quedaron en el olvido.
Según las palabras de quienes se vieron obligados a regresar a San Miguel, su fuente de ingresos provenía de la crianza y venta de animales para el consumo. Las aguas les quitaron ese sustento y de acuerdo a su relato, en las viviendas que entregará el Gobierno no podrán habilitar unidades productivas.
La mayor parte de los afectados por el desastre actualmente reside en un lugar de invasión llamado Nueva Betania, ubicado en una vereda conocida como San José del Pepino. El drama para ellos continúa, pues ese improvisado asentamiento podría levantarse en cualquier momento, sus tierras, al parecer, no serían aptas para habitar ni para construir.
Corridos los primeros 365 días después de la hecatombe, algunos sobrevivientes se sienten olvidados. Todavía les cuesta recordar las escenas de la tragedia y lidiar con el sinsabor de no haber podido ayudar a esos paisanos que partieron para siempre arrastrados por las aguas.
Claman más ayuda del Estado para levantar el municipio de los escombros y así comenzar de nuevo.
Por su parte, la Nación asegura que se han invertido $21.138 millones en la recuperación del comercio en Mocoa. Otros $252 millones se han invertido en un programa para impulsar el turismo y $7.100 millones han sido destinados para mejorar el sistema de telecomunicaciones.
Cabe recordar que Mocoa recibió donaciones nacionales y extrajeras por un monto de $37.344.204.698. Dineros según el Gobierno a la restauración del municipio.
Las apreciaciones en cuanto a la asistencia gubernamental son divididas, algunos aseguran sentir el impacto positivo de la ayuda estatal, otros reconocen el esfuerzo pero consideran que aún falta más para ver su territorio en pié.
“Aquí ha venido demasiada gente, sería uno mal agradecido al desconocer la solidaridad que ha tenido el país y el mundo con nosotros”, dijo la directora del Centro Etnoeducativo Carnentsa de Mocoa, María Eugenia García.
A través de su cuenta en Twiter, el presidente Santos publicó que “hace un año Mocoa sufrió una de las peores tragedias. Hoy recordamos a las víctimas y a todos los mocoanos. Estamos reconstruyendo el municipio para que su gente viva mejor que antes”.