Que nuestros líderes recuperen la visión

Autor: Luis Fernando Múnera López
18 septiembre de 2017 - 12:09 AM

Antioquia tomó decisiones importantes que implicaban riesgos en el corto plazo, pero prometían beneficios grandes en el futuro.

Escudriñando la historia de inicios del siglo veinte en Antioquia, se encuentran eventos que dan cuenta de una comunidad aguerrida, enfrentada a decisiones difíciles y liderada por personajes de mentalidad constructiva, que supieron tomar la mejor opción en momentos claves.

En el breve lapso de diez años, durante la década de 1920, Antioquia tomó decisiones importantes que implicaban riesgos en el corto plazo, pero prometían beneficios grandes en el futuro.

Lea sobre la burocracia y las dificultades para el desarrollo

En los años veinte Medellín tenía tres plantas de generación eléctrica con una capacidad de 2.400 kilovatios, insuficientes para la demanda del crecimiento industrial y los consumos residenciales. Las Empresas Públicas Municipales, abuela de la actual EPM, tenía identificadas tres alternativas para una central con la capacidad adecuada: El río Aurra, en Sopetrán, el río Guadalupe en Gómez Plata y el río Porce en Barbosa. A pesar de que esta última no permitiría ampliar la central en el futuro, la Junta Directiva de la empresa decidió construirla pues era la más barata, gracias a la cercanía de la ciudad. El Concejo de Medellín, que debía ratificar la decisión, no la aprobó y ordenó construir una central en el río Guadalupe para diez mil kilovatios iniciales con la posibilidad de ampliarla a cuarenta mil en el futuro. Esta decisión es muestra de esa mentalidad visionaria. La construcción empezó en 1929 y la central entró en servicio en 1932.

Cuando se anunció la construcción de Guadalupe, los empresarios antioqueños empezaron a invertir en proyectos industriales, de tal manera que cuando la planta entró en operación rápidamente absorbieron la capacidad de generación instalada y presionaron por más energía. En los doce años siguientes esa planta ya se había ampliado a los cuarenta mil kilovatios. Hoy, noventa años después, el desarrollo del río Guadalupe tiene instalados 423.000 kilovatios. Cuando la crisis del año treinta frenó los desembolsos para la central, las empresas antioqueñas acudieron a facilitar el dinero necesario para concluir la obra. Decisiones que muestran empuje y visión.

Desde finales del siglo diecinueve, Antioquia había emprendido el proyecto de colonizar Urabá y salir al mar por el Darién. Esta iniciativa fracasó debido a las guerras civiles y a la desidia oficial. Finalmente, en 1926 el empresario antioqueño don Gonzalo Mejía, hombre de gran visión y liderazgo, logró convencer a un grupo de ciudadanos y dirigentes para acometer de una vez por todas la carretera a Urabá. Organizó una junta promotora que inició las gestiones para la definición del proyecto y su financiación y consiguió la autorización de la Asamblea departamental.

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Para terminar el ferrocarril de Antioquia faltaba superar la barrera del boquerón de La Quiebra. Se proponían cuatro alternativas, todas con problemas grandes porque exigían líneas con pendientes muy elevadas o trazados muy largos bordeando la montaña. En 1899 Alejandro López, un joven de veintitrés años de edad, presentó su tesis para graduarse como ingeniero civil en la Facultad de Minas, proponiendo que se eligiera perforar un túnel de 3,7 kilómetros que permitiera el cruce directo de la montaña. Este proyecto era tres veces más costoso que cualquiera de los otros cuatro propuestos, pero López argumentaba que ese sobrecosto se recuperaría con menores costos de operación y mayores beneficios sociales. Esta alternativa fue seleccionada y desarrollada entre 1926 y 1929.

¿Por qué nuestros dirigentes tienen hoy una mentalidad cerrada, con visión de corto plazo? La dirigencia empresarial privada está obnubilada por la rentabilidad de las inversiones, sin preocuparse por la generación de valor económico agregado ni por la responsabilidad social. Y los dirigentes públicos centran su interés en el beneficio político de corto plazo, aplazando los emprendimientos generadores de beneficio social real. Y ello sin hablar de la corrupción en ambos sectores. El futuro de Antioquia y de Colombia exige un cambio de mentalidad de sus dirigentes.

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