Vladimir Putin busca vengarse de los Estados Unidos luego de conocerse los vínculos del líder ruso con el escándalo de los Panama Papers
El mundo político norteamericano estuvo centrado en lo que iba a denunciar el despedido director del FBI James Comey, en torno a si el presidente Trump sería responsable por el delito de obstrucción a la justicia. Hubo quienes compararon la audiencia en el senado a con el Súper Tazón, pues Comey soltaría una bomba noticiosa. Contestando una a una las preguntas de los miembros del Comité Judicial del Senado lo único que queda claro es que Trump abusó de los poderes ejecutivos exigiendo lealtad absoluta y veladamente pidiéndole al jefe de la agencia de inteligencia que desistiera de la investigación al asesor de seguridad Flynn, quien también fue obligado a renunciar.
El origen de todo este embrollo es la descarada injerencia rusa en las elecciones del pasado noviembre. Reiteradamente el FBI y la CIA confirman la participación de agentes de inteligencia y hackers rusos para incidir en la política norteamericana. Las reuniones que tuvieron lugar entre varios asesores de la campaña del entonces candidato Trump y funcionarios del Kremlin han desatado una tormenta política cuyo principal protagonista es Vladimir Putin.
Lo sorprendente de todo es el poco interés que el inquilino de la Casa Blanca le ha dado a los intentos rusos por subvertir la democracia estadinense. En no pocas ocasiones Trump ha elogiado el liderazgo de Putin no solo en su país, sino en el mundo. Resulta igualmente inaceptable ver a la dirigencia republicana alejarse de la tradición, sin considerar al viejo rival un riesgo geopolítico para la estabilidad de los Estados Unidos.
Inaudito ver como el actual secretario de Justicia, Jeff Sessions, ese personaje de ingrata recordación para la comunidad inmigrante, haya omitido develar 2 encuentros con el embajador ruso en Washington, Sergei Kislyak. Asimismo, los intentos del yerno Jared Kushner por establecer un canal secreto de comunicación han creado muchas dudas en torno a los propósitos y fines buscados. No faltan las especulaciones de quienes ven nexos entre los negocios de la familia con la cúpula en ese país.
Vladimir Putin busca vengarse de los Estados Unidos luego de conocerse los vínculos del líder ruso con el escándalo de los Panama Papers. De acuerdo con las denuncias, habría cuentas bancarias secretas abiertas a nombre de personas y asociados muy cercanos a Putin. Al igual que Trump, el mandatario ruso confunde a la opinión pública por sus constantes contradicciones. Hace unos días reconoció que hackers rusos “con mentalidad patriótica” podrían haber estado involucrados en las operaciones de interferencia en la campana de Hillary Clinton. Unos días después niega todo afirmando que la CIA habría sido responsable de todo.
Dada la confidencialidad de los procesos en marcha, James Comey se abstuvo de ampliar información relacionada con la investigación que está en manos de Robert Mueller, también ex director del FBI y designado por el Departamento de Justicia para asumir las riendas de la investigación.
Razón tiene James Comey quien termino su intervención recordándoles a los legisladores la urgencia de responder con prontitud las actividades ilegales del Kremlin. “No es un asunto republicano o demócrata. En realidad es un asunto que concierne a todo el país. Van a buscar la forma de volver a hacer de las suyas”. Difícil entender cómo el aspirante a emperador de nombre Vladimir se haya metido a la casa sin que los sofisticados sistemas de inteligencia no se hayan percatado de ello.