Pese a su importancia para la ciudad y a la notable inversión de recursos públicos para su construcción, al Jardín le falta cuidado y se observa más de un signo de deterioro.
Soy de los que disfruta Medellín tanto como puede y con frecuencia lo hago recorriendo la ciudad con amistades venidas del exterior atraídas por las noticias sobre la ciudad difundidas fuera de Colombia. No pocos quieren saber cómo se produjo el salto entre la oscura etapa de la violencia descontrolada y el escenario actual marcado por la búsqueda de salidas a las innumerables aristas del intrincado dilema urbano y los esfuerzos para que sus habitantes tengan una vida mejor. Poco o nada de esto podía hacerse cuando las energías colectivas estaban concentradas en acabar con el terror, las balas y el enfrentamiento.
Escucho constantemente ese ¿cómo lo hicieron? porque muchas ciudades están desde hace años en empeños semejantes y no sólo no salen del hoyo sino observan cómo este se hace más hondo. Aunque buena parte de la atención está concentrada en Medellín, las miradas empiezan a abrirse hacia el Valle de Aburrá porque la fuerza de los hechos obliga a soluciones más allá de la Medallo llamativa y objeto de curiosidad internacional.
Llevo a los visitantes a conocer los lugares emblemáticos de siempre incluyendo el Pueblito Paisa, el Museo de Antioquia o el caótico centro que aún es una asignación pendiente de la ciudad y desde luego la ya larga lista de soluciones creativas de las últimas décadas empezando por el impecable Metro y todo lo que en materia de transporte público ha conseguido Medellín incluyendo el aún flamante tranvía de Ayacucho, convertido en un transformador urbano y cultural a lo largo de su recorrido unido ahora al metrocable, que hoy llega hasta el antes temible barrio La Sierra.
Hace algunos días vinieron de visita unos queridos amigos canadienses y quise mostrarles el Jardín Circunvalar. Volví a encontrarme con que muy pocas personas conocen dónde queda ni de qué se trata; menos, cuál es su atractivo o importancia para la ciudad. Para los taxistas es una incógnita y no lo es menos para la policía o incluso los conductores de bus de las líneas que inician sus recorridos frente al parque San Antonio. No es que desconozcan cómo se llega; no saben de su existencia y les resulta extraño que algo así haya en Medellín.
Abordamos un bus amarillo y verde de los que suben a Caicedo, pero no era el indicado. El cielo anunciaba lluvia, se nos agotaba el tiempo pero aun así, tercos y con ganas de completar el trayecto, cambiamos de vehículo y medio rogándole al taxista llegamos hasta el punto más alto donde queda la muy completa Unidad de Vida Activa Sol de Oriente ubicada en la comuna 8 donde empieza la subida al Jardín.
Desafiando el inminente aguacero hicimos parte del recorrido y disfrutamos de varios miradores que ofrecen ángulos únicos de Medellín. Las opciones para caminar, montar bicicleta o disfrutar del bosque son muchas. Ni qué decir de la variedad de plantas y flores. Después de que escampó bajamos convencidos de los tantos beneficios urbanísticos, ambientales, educativos, turísticos y más, que el jardín circunvalar representa para la ciudad con sus senderos, ciclo vías, zonas para cultivo de especies forestales, huertas manejadas por habitantes de la zona que tienen aquí una fuente de ingresos, bancas, juegos infantiles y pérgolas para paseos familiares.
Para la Empresa de Desarrollo Urbano “El Cinturón Verde Metropolitano es una estrategia de planificación y de transformación integral de largo plazo para consolidar un territorio ordenado, equilibrado y equitativo en la zona de encuentro entre lo urbano y lo rural”, que llama a la acción conjunta de los municipios del Valle de Aburrá porque no sólo beneficia a las administraciones sino también a personas de todas las edades empezando por los niños, ofreciéndoles un gran espacio de inclusión social.
Pese a su importancia para la ciudad y a la notable inversión de recursos públicos para su construcción, al Jardín le falta cuidado y se observa más de un signo de deterioro. La Alcaldía de Medellín no puede dejar que ese espacio decaiga o se use poco. Por el contrario, tiene la obligación de continuar la obra, mantenerla adecuadamente y promover su uso en instituciones educativas y las familias del Valle de Aburrá que, haciendo suyo este patrimonio, contribuirán decisivamente a su preservación. Recomiendo armar paseo, cuanto antes, al atractivo, interesante e insospechado Jardín Circunvalar.