Problemas insolubles

Autor: Pedro Juan González Carvajal
26 septiembre de 2017 - 12:08 AM

No valen ni las ideologías políticas, ni las religiosas, ni las económicas: todas sin excepción han fracasado

Parece que hay asuntos dentro de nuestra actual coyuntura histórica que no alcanzaremos a ver ni siquiera medianamente solucionados, quienes estamos vivos en este momento del tiempo en Colombia y en el planeta, incluyendo a los recién nacidos.

Asuntos planetarios como la corrupción, el terrorismo, el narcotráfico, la contaminación del medio ambiente y la explotación ilegal de recursos naturales, por mencionar solo cinco casos dramáticos, nos han venido afectando a todos con diferente intensidad y no nos permiten vivir tranquilos. La corrupción como síntoma de la caída paulatina de la actual civilización, vulnera los derechos y deslegitima la acción del actual tipo de Estado. El terrorismo, como cúspide de la confrontación no convencional, ridiculiza al Estado y a los Gobiernos y les hace perder su credibilidad ante los ciudadanos que se asustan al sentirse desprotegidos, en orden creciente. El narcotráfico, ante una demanda en expansión permanente, no tiene por qué acabarse. En mayor o menor proporción, su enorme poder económico ha doblegado o al menos permeado, a todos los poderes y a todas las sociedades del planeta. El consumismo exacerbado y la apetencia económica desbordada, hacen que los sistemas productivos arrasen con el planeta a pesar de las predicciones y anuncios que advierten sobre la inminencia del gran suicidio colectivo. La explotación ilegal de los recursos minerales y de la biota, destruyen y arrasan el frágil equilibrio del planeta y ponen en riesgo la supervivencia de la especie humana.

Por otro lado, conflictos de vieja data que involucran a los palestinos, tratando de recuperar su territorio ancestral, a Bolivia tratando de recuperar la salida al mar, a los kurdos, que como diáspora viven desarraigados en varios lugares a falta de territorio propio, Ucrania, que quiere preservar su independencia con respecto a Rusia, Afganistán, valiosísima servidumbre geográfica en medio de Eurasia, presa apetecida históricamente por las potencias de turno, Cachemira, punto de disputa entre Pakistán e India, Nepal y su permanente conflicto  con China, entre otros tantos, aparecen ya como parte del paisaje noticioso y lamentablemente sus causas sólo se hacen visibles cuando aparecen acciones extremas o violentas, lo cual es una invitación al recurso extremo de las acciones  terroristas.

Obviamente, las secuelas de este tipo de calamidades atentan contra la equidad, la justicia, la libertad, la igualdad, la convivencia pacífica, el respeto de los derechos humanos y por supuesto destruyen el concepto de tolerancia.

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Lástima que los humanos nos especialicemos en hacernos cada vez más difícil la vida entre nosotros mismos. No valen ni las ideologías políticas, ni las religiosas, ni las económicas: todas sin excepción han fracasado. Cada quien va por su lado, y como en una zarzuela de segunda categoría, unos gritan, unos ríen, otros lloran, mientras otros cantan, otros bailan, otros simplemente duermen.

Este escenario donde se desenvuelve la arrogancia y la soberbia humana, visto desde el espacio, no alcanza a ser percibido más que como un pequeñísimo punto azul que se pierde entre millones y millones de millones de objetos estelares. Desde allá, da lo mismo que este planeta esté o no albergando la vida, y si ésta existe, no importa que la habiten los dragones, los cisnes, los dinosaurios, las cucarachas o los simios.

Lo invitamos a leer: ¿El comienzo del fin?

De todos nosotros depende que cada generación y cada miembro de cada generación, no pase por aquí sin pena ni gloria, solamente consumiendo recursos y ensuciando el planeta.

Respuestas a las preguntas de ¿quién soy? y ¿dónde estoy? todavía están por contestar, ya sea por la ayuda de la metafísica o del materialismo extremo. Ni nos metamos con el asunto del ¿para qué?

Finalmente, y dadas las amenazas del Presidente Trump para descertificar a Colombia por “ser un Estado que no colabora con la lucha antidrogas”, fuera de considerarlo como maleducado y violentador de nuestra soberanía, propongo, con toda la firmeza del espíritu, que Colombia descertifique a los Estados Unidos por su incapacidad y complacencia para frenar el consumo interno de droga en su territorio.

Insisto en la necesidad de dotar a Medellín de un Centro de Espectáculos adecuado.

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