Millones de colombianos durante toda su historia no han tenido otro derecho que a llevar tierra entre las uñas para poder comer y de mala manera.
Cuando los sacerdotes Domingo Laín, Camilo Torres, Manuel Pérez o Vicente Mejía dedican su vida a la labor insurreccional en Colombia eso no es el resultado de la acción del Espíritu Santo o una iluminación celestial; esto se explica mejor desde el tema de la recepción en América Latina de las discusiones intelectuales europeas. En el caso puede afirmarse que la teología de la liberación y la pedagogía del oprimido no son ajenas a las consecuencias de una relectura de los evangelios cristianos a la luz del hallazgo de los manuscritos del Mar Muerto. Es solo un ejemplo para mostrar que la recepción de las discusiones teóricas europeas afecta nuestra propia historia intelectual.
No nos hemos dedicado con la precisión y el detalle necesarios al estudio de la recepción de la teoría marxista, solo sabemos que el movimiento campesino y parte del sindicalismo la adopta y las consecuencias rudas duran hasta hoy. Sospechamos que el dogmatismo del ELN tiene relación con ese contacto entre practicantes de la catequesis católica y el ideario de Marx. En el Manifiesto el joven Marx y Engels exponen una suerte de fundamentalismo que se expone muy taxativamente. En ese texto muy influyente en todo el planeta, en casi todo el siglo XX, se afirma el postulado: “La historia de la humanidad ha sido la historia de la lucha de clases”; se reconoce el poder revolucionario que en su momento tuvo la burguesía y se la declara el enemigo.
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Es el proletariado el llamado a crear un nuevo orden mundial, y las clases medias, los artesanos, los agricultores, los pequeños industriales y comerciantes están llamados a unirse a esa clase que ha de derrotar a la burguesía y crear una sociedad y un hombre nuevo, una clase poderosa que destruirá el viejo orden mundial aboliendo la personalidad, la libertad y la independencia burguesas. El proletariado se valdrá de variadas estrategias de lucha para ir despojando a la burguesía de todo su poder, eso incluirá la expropiación, la confiscación y la aniquilación de los estados nacionales. En el camino se utilizará la violencia y lo que sea necesario.
A su planteamiento Marx y Engels lo llenan de exclusiones a todas las otras formas de socialismo, incluido el democrático, el utópico, el pequeño burgués y toda forma diferente de plantear el curso de la historia. El internacionalismo proletario se convirtió en doctrina y es el telón de fondo de muchas de las luchas sociales en América Latina desde comienzos del siglo XX hasta nuestros días.
Y traigo a colación este planteamiento que ya he hecho en el pasado para recordar que los maestros colombianos y buena parte del sistema educativo somos terreno de la lucha ideológica. Y esa y la económica, la política y la social son frentes de lucha que se han combinado para enfrentar la injusticia y la hegemonía de la oligarquía colombiana. Por ello es extraño que los maestros y nuestra FECODE reaccionemos frente a uno de los máximos representantes de los terratenientes que nos acusa de actitudes odiosas. Los terratenientes en Colombia no predican el odio, lo practican como una forma de proteger su hegemonía y negarse a una reforma agraria indispensable si queremos un mínimo de equidad. Millones de colombianos durante toda su historia no han tenido otro derecho que a llevar tierra entre las uñas para poder comer y de mala manera.
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Lo que hay que recordarles a esos líderes políticos y a los terratenientes, lo mismo que a la burguesía (que no son otra cosa en su conjunto que la oligarquía más retardataria de América Latina) que la lucha sigue, que medio siglo de lucha armada es apenas una instantánea en esta película que no termina y que el movimiento social no se ha ahogado en la orilla. Petro no nos gusta del todo, parece como Hugo Chávez un reformista tímido, pero sí es un signo de la maduración del movimiento social colombiano en busca de su emancipación