El alcalde Federico Gutiérrez nos va a hacer ese regalo anticipado de navidad de destruir las horrendas pirámides y sembrará 192 árboles, en una obra que anunció empezará el 12 de octubre
Como muchos recuerdan, Sergio Fajardo cuando fue alcalde de Medellín en el año 2004, se fue a vivir con su familia al barrio Prado, precisamente a la “Casa de Protocolo” del Municipio, y desde allí despachaba como burgomaestre. Hizo adecuaciones y restauraciones en el inmueble con una inversión del erario público de $ 211 millones (EDU) y luego (por las calendas del 2007) se desató una escandalera porque fruto de una acción popular, el Juzgado 11º. Administrativo de esta ciudad, ordenó su desalojo, lo que fue apelado por Fajardo. Se habló políticamente hasta de que era ilegal que el alcalde ocupara la “Casa de Prado” como vivienda propia. Los debates en el Concejo de Medellín fueron ardorosos y al final este asunto se diluyó.
Estando en ese rifirrafe, “el inquilino de la Casa de Prado”, activó una idea muy controversial: copiar de Ciudad de México unas pirámides callejeras para instalarlas en un cordón de 2.3 kilómetros en la Avenida Oriental. Y puso en marcha 240 pirámides, con unas medidas de 1.00 metro de altura x 4.70 mts. de ancho, so pretexto de que se iban a construir para evitar muertes de peatones al obligarlos a cruzar por las cebras. Se dio alcance al Contrato 960-06 con Pórticos Ingenieros Civiles S.A., como entidad visible del embeleco, con un costo de $ 970 millones. Las acciones populares llovieron, pidiendo la protección del patrimonio ambiental y allí los colectivos ambientales se opusieron férreamente porque se talaban árboles para sustituirlos por estas llameantes “obras de arte urbano”.
La contralora de Medellín, Martha Cecilia Vélez (el 22 de junio de 2007), elevó un control de advertencia al alcalde Sergio Fajardo “por graves riesgos ambientales y de accidentalidad que traería al centro de la ciudad la construcción de estas pirámides”. El burgomaestre se pasó dicha admonición por la faja. En esta papa caliente, la Veeduría Misión Ciudadana se opuso, igualmente. Algunos urbanistas expresaban que las pirámides encandilaban a los conductores porque el sol se reflejaba en sus paredes de colores. Nada valió y la obra fue empujada sin freno por Fajardo y por su obediente secretario de Obras Públicas, hasta que se inauguró el primer tramo bajo ruidosas protestas de muchos habitantes de esta ciudad y de la Veeduría Misión Ciudadana.
Al final del año, con las pirámides vergonzosamente expuestas, El Colombiano editorializó y dijo en uno de sus apartes que “la administración de Sergio Fajardo decidió terminar su periodo como los faraones, legando pirámides para la posteridad”. Pero, seis años después, la columna más virulenta la hizo el periodista Carlos Alberto Giraldo, en el mismo diario (3 de agosto de 2013), quien lanzó estos mandobles: “Hoy son focos de mugre y basura, y escondite y dormitorio de indigentes”, “Despilfarro del erario”, “No estábamos ante las pirámides de Guiza sino de Guisa (por lo desaguisadas)” y “Discursilería oficial”.
Las cosas de la vida: antes había árboles y pusieron pirámides; ahora derruiremos pirámides y volveremos a tener árboles. El alcalde Federico Gutiérrez nos va a hacer ese regalo anticipado de navidad de destruir las horrendas pirámides y sembrará 192 árboles, en una obra que anunció empezará el 12 de octubre, con intervención de un trayecto de 2.3 kilómetros y con una duración de 6 meses. Retornar a lo lógico, costará la friolera de $ 8.000 millones. La pesadilla pasará, pero queda la huella del despilfarro de Fajardo, el mismo que nos debe explicaciones serias a todos nosotros sobre la construcción de bibliotecas a las volandas.