El profesor Óscar Jairo González revisó la estética teatral de la obra Perspectivas ulteriores, estreno que el Teatro Matacandelas tendrá en temporada hasta el sábado 1 de julio.
Óscar Jairo González
La vida es una inminencia de lo inexorable, o sea, del destino, en todo momento. El teatro hace que esa inminencia de lo inexorable sea vivida de otra manera, dado que busca hacer conciencia de la vida misma. Combustión del sentido de la vida, en su inminencia destructiva, del caos perturbador, cuando se hace conciencia sobre ella.
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Y es lo inexorable lo que hace que la vida como el teatro, sean, en principio, la estructura del relato de la vida de la señora Rusham en la obra Perspectivas ulteriores del Teatro Matacandelas.
La protagonista de esta puesta en escena, Margarita Betancur, quien “resemantiza” la vida, el carácter y el temperamento de la señora Rusham, dice sentirse “realizada cada vez que me monto al escenario con el Teatro Matacandelas porque amo actuar y estar en este grupo. Este reto trajo a mi vértigo, aventura y sobre todo autoconocimiento. En la preparación de la obra me alimenté de dos textos de Simone de Beauvoir, La vejez y Una muerte dulce. Igualmente hace algunos años llegaron, por Cristóbal Peláez director del grupo, textos de George Pérec como Especies de espacios y La vida instrucciones de uso, con los que nos acercamos al estudio de los objetos”. Ella asegura que durante su vida ha tenido “maravillosas mujeres que han servido como referentes, entre ellas mi Mamá, mi tía Heroína Betancur y doña Alicia Rueda, mujeres que transitan como todos en la soledad, mujeres muy fuertes y valientes”.
Perspectivas ulteriores habla de la inminencia de lo inexorable en la vida y en el teatro. No cabe una resolución, porque su carácter es irresoluble, lo mismo en uno y otro sentido, el de la señora Rusham como una y otra. No existe la actriz, existe la señora Rusham, que también ve ante ella misma, lo inexorable. Resolver la vida en el teatro, es su tarea. Quedarse en el teatro para siempre es su destino. Y sin duda, se queda en el teatro. Nadie puede llamarla sino a este teatro donde ella es.
¿Y la señora Betancur, dónde está y dónde se instala entonces?, en escenas del teatro que se dimensionan en otras, escenas que no cesan de hacerse en la totalidad del teatro, que es lo que se nos muestra desde la obra.
Tras ver el montaje, que se debe (sin deuda contractual) a la estética del director y actor Diego Sánchez, podemos decir qué tentativa buscó realizar en Perspectivas ulteriores de su historia teatral: “Kroetz en el texto propone un trabajo de ‘acciones físicas’ y eso ha sido obsesionante para mí, de manera que agrandamos ese plano de las acciones, esa relación con cada uno de los objetos, que al fin y al cabo son los que nos cuentan la vida del personaje. No es solo lo que hace el personaje con el objeto sino cómo lo hace, cuál es el subtexto y qué es lo que quiero que lea el espectador”.
La obra refleja esa relación, insólita y no, entre Kroetz y Pérec, extractada de su teoría Especies de espacios, cuando dice del movimiento: Nos cuesta mucho cambiar, aunque sólo fuera cambiar los muebles de sitio. Mudarse supone toda una historia. Nos quedamos en el mismo barrio, y si cambiamos lo lamentamos. El montaje hace mixturas, busca el eclecticismo, por ello es esencial cómo lo aborda Sánchez. Incitador, es el término para ello.
Y al gravitar, es a lo que lleva esta teatralización, que tiene eso de irreverente y de nuevo. Moverse es una sensación más que una realidad. No tenemos realidad en Perspectivas ulteriores, al contrario tenemos sensaciones, sensaciones de la vida, de los objetos reales o fantaseados, de los espacios obsesivos; de la muerte del deseo, de la melancolía “masoquista”: Medición de la vida ante sí misma, por lo tanto, la vida de la señora Rusham no tiene medida sino en el teatro.
Es allí, en la escena, donde se mide su vida, su luminosidad y oscuridad. Es allí donde se puede mantener, trascendental e intrascendente la reflexión sobre su vida. Membrana de su substancia teatral. Nos miramos y la señora Rusham no viene con nosotros, se ha quedado instalada en el teatro de su vida y su muerte. No la necesitamos, pero la llevamos en nosotros por su carácter indeleble, lleno de sensaciones, como si se hubiesen también entonces teatralizado las sensaciones. Quedé con la sensación de que estamos relacionados inquietantemente con lo inexorable o su inminencia ante nosotros, hecha teatro.
Fidel Castro en el Teatro Colón