Pero una de las características que ha de tener quien se dedica a este noble ejercicio, es precisamente el arrojo con el que se encaran las fuentes, no importa cuán poderoso sean los implicados o peligroso el camino.
Es una lástima que hayamos desperdiciado la oportunidad de poner bases sólidas, acorde con nuestros más caros principios liberales de respeto por los derechos ajenos y, sobre todo, con las aspiraciones democráticas del país, profesionalizando el ejercicio del periodismo, que es, ni más ni menos, la actividad con la que cuenta el pueblo para estar informado de los acontecimientos que lo afectan. Los periodistas tienen el poder imponderable de decidir qué es importante, destacándolo como noticia, y qué no. Esta es una delicada responsabilidad que requiere de una formación intelectual importante y una mejor consolidación de principios éticos, atados y transversalizados en ciclos académicos que les permitan a los educandos asimilar la realidad de su oficio y de la Nación.
La independencia periodística es una consecuencia de la autoridad moral y profesional que se va ganando con un ejercicio limpio y desprovisto de intereses personales o malignos. Un medio o un periodista son respetables, cuando su actividad informativa no conlleva la sublimación de retorcidos mensajes para favorecer a personas o grupos determinados, o para demeritarlos; se gana respetabilidad, cuando en la información que se ofrece no hay sesgos y caben todos, sin discriminación alguna. La importancia de un medio o de un periodista, es proporcional al respeto que le imprime a su oficio, el respeto por sí mismo, por lo que hace, por el destinatario de la noticia y, sobre todo, el respeto por la verdad que debe ser su aspiración final.
Debe ser muy difícil defender el derecho a obtener la información veraz y completa que sirva de base a la construcción de la noticia; pero una de las características que ha de tener quien se dedica a este noble ejercicio, es precisamente el arrojo con el que se encaran las fuentes, no importa cuán poderoso sean los implicados o peligroso el camino. Cuando se informa no caben los juicios de valores. No hay que ceder ante la tentación de emitir conceptos personales, ni los de presuntos expertos, cuando se posee toda la información alrededor de un asunto; la ponderación de los hechos, su calificación, será un asunto de otras competencias. Las opiniones, por otro lado, se dejan para quienes, teniendo carreras distintas a la del periodismo, cuenten con elementos profesionales, técnicos y filosóficos para calificar, sin comprometer la línea del medio.
Lo que sucede en el mundo de hoy con los medios, debe servir de fundamento a una profunda reflexión sobre la misión del periodismo: hay que admitir los excesos y las desviaciones de algunos; hay que alzar la frente sin marcas ni manchas para exigir el respeto que merece la actividad periodística; hay que deshacerse de los lastres del favoritismo y los agradecimientos por regalos y prebendas, para defender el derecho a la información que tenemos todos, y que se ha ido desdibujando por las incursiones de grupos económicos en el manejo de los medios y el sometimiento de los periodistas que devinieron en meros asalariados. El futuro del periodismo, está en manos de los mismos periodistas.