Un proyecto futbolístico serio no solamente debe contemplar, para nuestro caso, ganar la Copa Libertadores, sino mantener el equipo para intentar retenerla. En ese momento seremos verdaderamente grandes.
Debo confesar, qué como hincha del Atlético Nacional, la presencia del profesor Lillo no me pareció desastrosa como muchos lo piensan, sino que hay que reconocer que Lillo estuvo en el lugar y en el momento equivocado, y le correspondió servir de paraguas al aguacero de insatisfacciones represadas, con su respectiva carga emocional, nacidos en tres sucesos que acontecieron y que dejaron mal sabor entre todos los interesados por el equipo: la desmantelada del equipo luego de ganar la Copa Libertadores, la salida del presidente De la Cuesta y el retiro del profesor Rueda, ambos, de la entraña afectiva de la afición, por sus posturas como humanos decentes y por sus extraordinarios resultados deportivos.
Puede interesarle: El mundo al revés
Un proyecto futbolístico serio no solamente debe contemplar, para nuestro caso, ganar la Copa Libertadores, sino mantener el equipo para intentar retenerla. En ese momento seremos verdaderamente grandes.
Descalificar a Lillo es ahondar en el mundo de las pasiones y bueno, el fútbol es un excelente catalizador de estos fenómenos tan propios de la naturaleza humana. La llegada del profesor Almirón, a quien de entrada le deseo la mejor de las suertes, ha sido recibida por los aficionados con una postura absolutamente distinta, como un bálsamo reconfortante que permite ilusionarnos con recuperar el camino de los éxitos a los cuales nos tiene acostumbrados nuestro equipo. A la salida en silencio de nuestro ídolo Juan Pablo Ángel, se suma ahora el retiro del presidente Botero, a quienes también les correspondió pagar, por acción o por omisión, parte de la cuota por los “platos rotos”.
Todos estos movimientos, absolutamente normales en cualquier organización, traen asociados sus costos y solamente los buenos resultados serán recibidos como alicientes para terminar de cerrar y curar las heridas.
Caso especial es la llegada del profesor Rueda a la Dirección Técnica de la Selección de Chile. Nada más merecido para Rueda, ni más conveniente para la bicampeona de América y eliminada al mundial de Rusia. Se decía a viva voz que el sucesor natural del profesor Peckerman una vez terminado el Mundial de Rusia debería ser Reinaldo Rueda. Si esto tenía algún fundamento, ¿se durmió la Federación Colombiana de Fútbol y se nos adelantó Chile? ¿Ese no era el candidato? Si lo era, ¿existe un Plan B? ¿Será que Juan Carlos Osorio, otro técnico del alma del equipo amado, es el más indicado? ¿Existe una decisión previa de que el próximo Director Técnico (o más bien Seleccionador) sea un técnico extranjero de calidades y palmarés deportivo semejantes a las del Profesor Peckerman? ¡Amanecerá y veremos!
Lo maravilloso del fútbol es que es un escenario donde todos cabemos, todos opinamos, todos nos consideramos conocedores y todos nos sentimos comprometidos y afectados.
Por otro lado, se nos vienen encima las elecciones para Congreso y las dos vueltas para las elecciones presidenciales. Nada más soso, más insulso, más desgastador, más costoso y más aburridor que las pretendidas campañas a Senado y Cámara. Primero, porque son los mismos con las mismas o sus lugartenientes, desprestigiados hasta el tuétano la mayoría de ellos, donde brilla por su ausencia la propuesta programática, la credibilidad, la idoneidad y el profesionalismo de la mayoría de los candidatos. Muchos de ellos inhabilitados para presentarse como candidatos y mucho menos para ser electos, pronto volveremos a ver el sainete que protagonizarán la Procuraduría y la Fiscalía para enderezar lo que permitieron torcer e iniciar los trámites de la pérdida de investidura, y ahí se les va medio período con el desgaste subyacente. ¿Qué pesar, qué ofuscación y qué vergüenza!
Otros muchos, personas desconocidas que tratan de protegerse a la sombra de un caudillo, puesto que individualmente no tienen ninguna posibilidad real de ser distinguidos y menos electos, ante la insignificante o inexistente presencia de verdaderos partidos políticos. La Democracia sin Partidos Políticos fuertes es un remedo de Democracia.
Como de todas maneras algunos serán electos, las campañas presidenciales entrarán en su verdadera dinámica solo cuando ya se sepa quiénes son los barones electorales en los distintos territorios, para ahí sí, tener con quien negociar y aceitar las distintas maquinarias políticas y poder recoger sus caudas de votos. ¡Más de lo mismo ¡La misma perra con distinta guasca! ¡Pobre Colombia!
Ahora bien, esto sucede por la indolencia de una ciudadanía inculta y por la habilidad de personajillos siniestros que se han dedicado a explotar a Colombia como un botín al acceso de los piratas.
Mientras vemos como se nos derrumba nuestra querida Colombia, insistimos en la necesidad y conveniencia de dotar a Medellín de un adecuado Centro de Espectáculos.
Vea también: Réquiem por los partidos políticos