Estamos hablando, tal vez, del más grande cuentista de todos los tiempos, referente obligados para los buenos lectores
Hoy, sábado 15 de julio de 2017, se cumplen 113 años del fallecimiento del gran escritor ruso, Antón Chéjov, ocurrido el 15 de julio de 1904, en el balneario alemán de Badweiler, lugar en el que se encontraba para recibir tratamiento a causa de las complicaciones provocadas por la tuberculosis. El gran cuentista ruso está enterrado en el cementerio Novodévichi, en el centro de Moscú.
No quiero dejar pasar esta fecha, si consideramos que estamos hablando, tal vez, del más grande cuentista de todos los tiempos, referente obligados para los buenos lectores y, en especial, para quienes con el ímpetu de los escritores noveles, se aventuran en el nada fácil género del cuento. Sin referentes claros y exigentes, es difícil lograr llegar alto en literatura; en cualquiera de las artes y oficios del mundo, diría yo. Así pues, recordemos con cariño y admiración, al autor de cuentos selectos como: La estepa, Intrigas, Luces, Ostras, El Doctor, Felicidad, En el exilio, Mi vida, En Navidad, El obispo, La dama del perrito, Decepción, El pabellón nº 6, La mujer del boticario, Los Campesinos, La muerte de un funcionario, Se fue, Aniuta, Vanka, La tristeza, ¡Chist!, El álbum, Los mártires, La máscara, y El gordo y el flaco, cuentos estos que figuran en la galería de “clásicos”, e inmortalizaron a su autor, el maestro Chéjov , que aún, 113 años después de su fallecimiento, tienen frescura, fuerza estética y literaria, a más de una caracterización precisa y certera de su tiempo, de la sociedad rusa y la psicología de sus gentes, en el marco de la Rusia zarista de finales del siglo XIX y principios del XX, inmersa en un modelo económico decadente y empobrecedor.
Pero no sólo en el género cuento, destacó el escritor ruso en comento; el teatro fue otro espacio donde brilló de manera especial, citando para ello, obras como: Platónov (1881), Ivánov (1887), El oso (1888), Una propuesta de matrimonio (1888-1889), El demonio de madera (1889), La gaviota (1896), Tío Vania (1899-1900), Las tres hermanas (1901), El jardín de los cerezos (1904), entre otros.
Aparte de cuentista y dramaturgo, es necesario recordar su formación humanista y altruismo (tan escaso en nuestro tiempo), reconocido en toda Europa, que fue constante y que brilló en su vida, aplicado al bienestar de las gentes, en especial de las más humildes, teniendo para ello, como soporte, su formación académica, que transcurrió en la Universidad de Moscú, donde obtuvo el grado de médico, en 1884.
Antón Chéjov, cuentista, dramaturgo, humanista, figura en el corazón de este cronista y en la galería de los grandes creadores, como un grande entre los grandes; a mi juicio, estamos hablando del mejor cuentista del mundo. A sus 113 años de fallecido, sigue siendo paradigma del excelente escritor y referente obligado para todo tipo de lectores, en especial para los escritores en ciernes, que abrazan el delicioso pero exigente arte de escribir. Por esto, en esta fecha, el mejor homenaje que podemos hacerle a Chéjov, es leer y releer su obra, llena de joyas literarias, que hoy están catalogadas en la denominación de clásicos de la literatura universal.