El derrumbe de los totalitarismos está causando en nuestra despistada “intelligentsia” aferrada aún a su dogmatismo, un vacío que no se atreve a aceptar.
Mario Vargas Llosa dedica su último libro de ensayos La llamada de la tribu al tema del liberalismo –raíz y sustento de la democracia moderna- y a su reivindicación necesaria en momentos donde el derrumbe de los totalitarismos está causando en nuestra despistada “intelligentsia” aferrada aún a su dogmatismo, un vacío que no se atreve a aceptar y al cual deberían darle la adecuada respuesta recurriendo a la razón y no al emocionalismo característico de quienes en el fondo son incapaces de responder filosófica y políticamente a este descrédito ideológico . “La estupidez, recuerda Gluksmann, no responde ni interroga, instaura el reino de los estereotipos y de los tópicos”. Porque para llegar a ser un individuo se necesita de un proceso de afirmación personal necesario para enfrentarse a los tópicos que hoy la sociedad mediática trata de imponernos, a ese techo de fundamentalismo, que soterradamente trata de socavar nuestra libertad. La llamada izquierda pija vive de clichés utilizados como unas ciegas consignas utilizadas para eludir la responsabilidad de pensar por sí mismos. Ser liberal es rechazar la crueldad. Nuestra República es el proceso continuo de construcción de una nación libre con ciudadanos libres, el derecho al trabajo, a la salud y a una educación para no claudicar ante la tiranía. Pero el llamado miedo a la libertad ha impulsado hacia el egoísmo y la indolencia moral a grupos intelectuales que eluden asumir su responsabilidad ante los totalitarismos de izquierda y de derecha y han terminado siendo cómplices de lo peor. El principio democrático jeffersoniano de que “Mi derecho a batir mi brazo llega hasta la punta de la nariz de mi vecino” implicó para una sociedad tribal postrada por los atavismos el intento de racionalizar un pacto social, de advertir que si hay derechos también hay deberes que cumplir, por eso Rousseau señalaba que en una sociedad democrática ya no hay negros o amarillos sino ciudadanos iguales ante la ley y que lo importante no era una idea de emancipación en abstracto sino la libertad como punto de justificación de esa emancipación. Civilización o barbarie ni más ni menos.
El proyecto de revolución comunista no se proyectó en Colombia hacia la libertad sino hacia la sumisión de los explotados tal como corresponde a un proyecto estalinista, o, a un proyecto, caso del Eln fundamentalista, el regreso a la tribu, a un regresismo populista bajo el argumento de una idiota “identidad” y de una “memoria colectiva” ¿Cómo si no explicar su justificación del terrorismo, la presencia de asesinos como el paisa, pablito, ¿guacho? Treinta años llevamos en Colombia con una frágil democracia atacada a mansalva no solo por hechos tan aberrantes como la corrupción de la justicia, de la clase política sino por la dictadura de los grandes medios de comunicación impidiendo reconocer los valores del país nacional y negando el debate de ideas. Escuchemos con atención esto que dice Manuel Arias Maldonado. “No se trata de eliminar el conflicto, sino de garantizar que el conflicto se canalice por vías democráticas y sin poner en peligro los valores de la democracia” Justo lo contrario de lo que están haciendo los políticos electoreros abriéndole espacio a los desafueros de la tribu.
Vea además: La mayoría silenciada
P.D Lógicamente el liberalismo nada tiene que ver con el patético Partido Liberal colombiano.