Atendiendo a las normas gramaticales se construyen los enunciados que hacen posible la comunicación verbal (o la escrita)
1. Combinaciones de palabras:
Varios sonidos distintos o fonemas, relacionados con un significado, forman un signo lingüístico: una palabra.
Las palabras se unen a otras para formar oraciones o frases.
De unir sonidos con sonidos resultan las palabras; y de unir palabras con palabras, resultan los enunciados.
Estas combinaciones están sujetas a reglas específicas, que son la base de la corrección, la claridad, la concisión y la propiedad, exigencias de la composición escrita; pero que el temperamento, la idiosincrasia (con S), el nivel de cultura de cada persona, van constituyendo el estilo y, según este, hay buenos o pésimos escritores. Por ello, no se pueden juntar sonidos ni reunir palabras a nuestro antojo.
Atendiendo a las normas gramaticales se construyen los enunciados que hacen posible la comunicación verbal (o la escrita) que no se da con palabras aisladas, ni siquiera con cualquier tipo de combinación de palabras, por ejemplo, una proliferación de adjetivos, o de pronombres, o de conectores (conjunciones y preposiciones). Se da con oraciones gramaticales que, al tener sentido completo, son la unidad de comunicación.
Es ahí donde entran el grado de cultura, el buen gusto, la sensibilidad, la natural elegancia, el sentido de la armonía del escritor, ¡debe tener estilo! Ocurre también con el hablante.
“No hay palabra que no sea capaz de manifestar en un caso concreto alguna afectividad”.
“En torno al sentido lógico de cada palabra flota una atmósfera sentimental que la envuelve, la penetra y le da, según los empleos, coloraciones momentáneas. Hasta en los menos imaginativos y menos impresionables de los seres humanos se mezclan, con la noción abstracta y general que expresa la palabra, matices particulares que constituyen su valor expresivo”. (Vendryes).
2. Azorín:
“Vamos a dar una fórmula de la sencillez (en el estilo). La sencillez, la dificilísima sencillez es una cuestión de método. Haced lo siguiente y habréis alcanzado de un golpe el gran estilo: colocad una cosa después de otra. Nada más; eso es todo. Las cosas se deben colocar en el orden en que se piensan. La dificultad está….. en pensar bien”.
¡Y lo dice el escritor español, Azorín, el maestro del estilo!
3. El adjetivo:
Es una de las clases de palabras que expresan alguna cualidad o calidad (en gramática, ambas palabras son lo mismo), circunstancia o condición del nombre o sustantivo; y con esta, tan importante función, tiene a cargo la delicada misión de modificar dicho sustantivo.
En nuestra condición de lectores, uno se encuentra con casos insólitos, como este:
Una de las nuevas y sobresalientes figuras del arte, en una entrevista, explica el porqué (es una sola palabra, favor no corregir: no separarla) de su preferencia por el color negro. Esto es lo que responde:
“El negro es Insondable, misterioso, profundo, ominoso, silencioso, denso, sólido, sereno, sigiloso, secreto, enigmático, impasible, místico”.
¡Trece adjetivos para definir un adjetivo!
4. Palabras que cambian:
Guillermo Botero quiere saber cuáles son las palabras que cambian. Los gramáticos llaman “palabras que cambian” a las que sufren variaciones o accidentes gramaticales, por ejemplo: género (masculino, femenino), número (singular, plural), aumento (casona) y disminución (casita), declinación de pronombres (me, mi, le, les), grado de significación para los adjetivos (grados positivo, superlativo), conjugación para verbos, etc.
Para muchas personas es muy claro lo anterior; pero, en la actualidad ya no se habla de accidentes gramaticales sino de morfemas. La raíz de una palabra se llama lexema o semantema, y representa el significado general. A ese lexema se le agregan morfemas que son las que dan los cambios de las palabras y de ahí se desprende la semántica, es decir, la significación:
En el verbo amar, por ejemplo, amo, amé, amaré no tienen la misma significación (tiempos diferentes) a causa de las terminaciones que se le agregaron a la raíz del verbo: AM, que hoy se llama morfema.
Raíz o lexema, más terminación o morfema, forman la palabra:
Cas+ita= casita; escrib+iré= escribiré; cam+isa= camisa; camis+eta= camiseta.
5. ¿Por qué?; el porqué:
¿Por qué se escribe así: “el porqué”? Es una razón gramatical que modifica la ortografía y la sintaxis (y el PC no sabe nada de esto y siempre anda corrigiendo): al agregar el artículo EL, a la pregunta: “¿por qué?”, esta se sustantiva; y “por qué” deja de ser pregunta para convertirse, gramatical y semánticamente, en: “la razón por la cual”, “el motivo por el cual”; y, por ello, pasa a ser un sustantivo que admite plural: “los porqués” , y se escribe en una sola palabra, no dos; pero hay que anteponerle el artículo y marcar la tilde para que sea sustantivo, porque sin él y sin ella, gramaticalmente, es una conjunción. La tilde también cambia el porqué, o los porqués, de su uso:
a) En: ¿por qué?, la tilde indica que el pronombre relativo QUE, pasa a ser pregunta.
b) En el compuesto lingüístico: “el porqué” (sigue la raya azul del PC, indicando que hay error, y no lo hay), la tilde ya tiene otra razón de ser: está cumpliendo la norma de que todo sustantivo que sea palabra aguda terminada en vocal, debe llevar tilde.
- El porqué de esta larga explicación es que en una de mis columnas apareció “corregido” (separado).