Según un estudio realizado por TigoUne y la Universidad Eafit, el 46% de los niños entre 9 y 16 años en Colombia usan Internet todos los días. Padres de familia, cuidadores y maestros tienen la responsabilidad de mitigar los riesgos que trae consigo el uso de internet y optimizar las oportunidades que ofrece.
Internet ha cambiado la forma en que las personas perciben el mundo: a un solo clic de distancia usted puede saludar a un familiar que se encuentra lejos, hacer investigaciones académicas, leer un libro online, ver una película o descargar una aplicación.
Los niños no son ajenos a estas dinámicas. Según un estudio sobre los usos de Internet, realizado por TigoUne y la Universidad Eafit, el 46% de los niños entre los 9 y los 16 años en Colombia son usuarios frecuentes de Internet. Todos los días, pasan cerca de tres horas y media navegando a través de sus dispositivos móviles o en los computadores de sus casas, buscando interacción, entretenimiento y conocimiento.
Según Marcelo Cataldo, presidente de TigoUne, el acceso inmediato a las plataformas digitales trae consigo múltiples oportunidades, cómo el uso de Internet para acceder a conocimientos nuevos, el fortalecimiento de la creatividad, a través de la creación de contenidos audiovisuales y de diseño, o la búsqueda de soluciones a problemas cotidianos.
Sin embargo, también trae riesgos que tanto jóvenes como padres deben conocer: el ciberbullying, la recepción y el envío de imágenes con contenido sexual, y el contacto con desconocidos son algunos de ellos.
En la encuesta, por ejemplo, cerca del 12% de los niños fueron víctimas de ciberbullying, el 17% tuvo contacto cara a cara con desconocidos que contactaron por Internet y el 36% visualizó contenidos sobre formas de inflingirse heridas físicas.
“Ese mundo virtual genera reacciones y acciones en nuestros niños que nosotros no conocemos”, señala Cataldo y añade que el papel de los padres es vital para que los niños tengan un acceso seguro a Internet, sean responsables frente a los datos que comparten y los contactos que establecen a través de sus redes sociales.
Los niños nacidos en la primera década de los años 2000, nacieron en un mundo hiperconectado: desde muy chicos están rodeados de pantallas táctiles, plataformas virtuales, hipervínculos y redes que cambian su percepción del tiempo y el espacio.
A este respecto, Charo Sábada, decana de Comunicaciones de la Universidad de Navarra y experta en el impacto de Internet en los niños y jóvenes, señala que los “nativos digitales no tienen un antes” análogo, por lo que su visión del mundo tiende a competir con la visión de sus padres y de los adultos, que muchas veces los tildan de “egoístas”.
Sin embargo, para la experta, esta visión por parte de los adultos es “injusta”, pues los jóvenes construyen su cotidianidad a partir de las experiencias que viven en un entorno cada vez más digital. Así, Sábada expresa que los jóvenes buscan en la Internet cuatro aspectos: reforzar su vínculo generacional, satisfacer sus necesidades de socialización, incrementar su confianza e interactuar con otros.
¿Dónde está el problema, entonces? El problema radica, según Sábada, en que los jóvenes creen que el uso de Internet es ilimitado y gratuito, lo que los lleva a un consumo compulsivo. Frente a esto, resalta que el papel de los padres es fundamental: “tenemos que hacerlos conscientes del valor de las cosas, para que consuman de forma responsable”, enfatiza.
No obstante, este no es el único riesgo que enfrentan los jóvenes. Según el estudio, cerca del 76% de los niños y adolescentes encuestados accede a Internet desde sus habitaciones, sin la supervisión de padres o adultos responsables.
Esto puede incrementar las posibilidades de que accedan a contenidos inapropiados para su edad, como videos sexuales o de violencia explícita, que compartan más información de la necesaria, que reciban o envíen fotos con contenido sexual, entre otras situaciones negativas.
Charo Sábada lo expone de una manera simple: imaginen una autopista donde no hay límite de velocidad, donde un auto puede ir a más de 180 kilómetros por hora y, en la mitad de la carretera, unos niños están jugando con sus bicicletas: “eso es Internet, una autopista por la que pasan miles de cosas y, en la mitad, están los niños con sus jueguitos”.
Así, los padres, maestros y cuidadores están llamados a ser “mediadores” del uso de la Internet de los niños. No se trata solo de una supervisión restrictiva o técnica, es decir, solo a través de programas que limitan el acceso a páginas y contenido inapropiado, sino aconsejándolos y fomentando la responsabilidad y el autocuidado.
Sobre este punto, el estudio señala que el 77% de los niños asegura que sus padres los aconsejan a cerca de cómo usar la web de forma segura, el 67% recibe sugerencias sobre cómo comportarse con otras personas en Internet, y el 42% recibe ayuda cuando sufren una experiencia desagradable.
Ante este último punto, Cataldo asegura que el reto está en que los adultos creen espacios donde los niños y adolescentes puedan expresarse con tranquilidad y confianza frente a lo que les ocurre con otros usuarios de la red: “protegerlos y potencializar las oportunidades de la Internet es tarea de todos”, enfatiza.
Sábada concuerda con esta postura y recalca que los adultos, tanto padres como maestros, deben ayudar a los niños a reforzar varios aspectos valiosos: la amistad, para que comprendan que no todos las personas que conocen en la red son sus amigos y merecen su confianza; la afectividad, que significa “educarlos y hacerlos fuertes” para que construyan lazos afectivos sanos y no dependan de los estímulos de las redes sociales; y la intimidad, para que aprendan a reconocer aquello que es personal y que no deben divulgar.
Finalmente, empresas, padres y educadores deben ver a la Internet como una “escuela de valores”, en palabras de la experta, pues permite que los jóvenes aprendan acerca de prudencia, fortaleza, moderación y justicia, valores esenciales para la vida real y virtual, ambas importantes en los procesos de socialización humanos.