Hay maneras pasivas de ser activo y no inmiscuirse dentro de ese gobierno que está que se cae solo
A fines de 2016, Wall Street (¿el real gobierno gringo?) nos “recomendaba”: “‘Colombia debe descarrilar la nueva economía venezolana’: The Washington Post”, según la revista Semana.com (25.X.2016). Éste era otro de tantos incidentes en los que el centro del poder, Wall Street o el gobierno gringo, buscaba ponernos como carne de cañón para un enfrentamiento por el dominio sobre el Caribe. Ese mar desde el Descubrimiento, pasando por la Conquista y Colonia, y finalmente en las nacientes repúblicas nuestras, siempre ha sido coto de caza de las potencias europeas. Ahora, no sólo EU entra en la liza, sino también China y Rusia.
Pero lo que ocurrió entre el 20 y 21 de marzo de este año pareciera que no es sólo un “agente externo” el que quiere ponernos a batallar, sino que hay más ingredientes en la mezcla: la esperanza que para muchos de nosotros representó la revolución bolivariana, poco a poco se transformó –comenzando con Chávez- en pesadilla, no sólo para el pueblo venezolano sino también para muchos colombianos que tienen cualquier tipo de relación con ese país. El cinismo -rayano en la locura o en la estulticia o en la estupidez- alimenta cada día la grotesca picaresca. Si esa locura cínica de los gobernantes venezolanos no agrediera –a veces hasta mortalmente- a humildes venezolanos y colombianos, si no desafiara la paz continental y mundial, no pasaría de ser un gracejo más para disfrutar: el pajarito que habla con la voz del caudillo muerto, la repartición de los panes y los penes, etc., hacen parte del balance. Lo que la canciller y el alto mando militar venezolanos aseguran, como disculpa al gobierno colombiano, es que -debido a las lluvias- el río Arauca se corrió, e hizo equivocar a los sesenta o setenta militares venezolanos que permanecieron por varios días y noches en suelo colombiano, en un campamento levantado para el efecto. Pero lo que ocurrió en la fecha arriba mencionada, y que sólo “se solucionó” en la madrugada del viernes 24 de marzo, es más serio de lo que se piensa. Los analistas están de acuerdo en que fue una provocación del gobierno Maduro, con miras a tender una cortina de humo sobre las consecuencias de su inepto gobierno, que ahora inventó sancionar panaderías. Pienso que si bien, en primera instancia se podría pensar en esta hipótesis, no es completa. “Hay más”, creo.
A diferencia de lo expresado por la canciller, los invasores aseguraron que ellos obedecían órdenes superiores (se vio un general venezolano en el vivac, en las tomas de la TV). Y si eso es así, y debe ser así, se deduce que esa maroma estuvo planeada por el alto mando militar con el visto bueno del inepto Maduro, quien cada día transparenta su “secuestro” por los verdaderos dueños del poder de ese país. Un presidente no se levanta un cualquier día y dice: “hoy vamos a invadir a Colombia”. ¿Qué buscan? Quizá quieren estudiar varias cosas y, entre ellas, el poder de reacción de nuestros gobernantes. Y lo lograron. Vieron que es pésimo. Casi una semana demoraron en Bogotá para darse cuenta. Otra búsqueda sería conocer el tiempo y el poder de reacción de las fuerzas continentales de países amigos y adversarios (de ellos y nuestros). Pero como el juego podría haberse convertido en verdad, ellos deben haber contado con las potencias de las que dependen. Es decir, todo se hizo o con el beneplácito o con la anuencia o por la propia recomendación (de esas potencias). Por espacio, dejo ahí.
Si bien es cierto que no podemos dejarnos meter los dedos a la boca, tampoco podemos caer en la bravuconería de los guapos de la cuadra. Lo recomendable sería buscar maneras de identificar y desmitificar ese tipo de proezas provocadoras del gobierno madurista y obrar en consecuencia. Hay maneras pasivas de ser activo y no inmiscuirse dentro de ese gobierno que está que se cae solo. Al cierre de ésta, se supo que el Tribunal Supremo (de monigotes gobiernistas) reemplazaría al Parlamento.