El Presidente Duque ha nombrado en la OEA a un corrupto reconocido y sancionado, eso sí muestra la dimensión real de su pensamiento y de su actuar, de cara al problema de la corrupción.
Hay mucha agitación por estos días con el nombramiento del señor Alejandro Ordoñez como embajador plenipotenciario de nuestro país ante la OEA.
Buena parte de la argumentación de uno de los sectores que rechaza este nombramiento se ha centrado en todo lo que representa el exprocurador desde el punto de vista ideológico: su militancia en una de las facciones más retardatarias de la iglesia católica, su posición en contra de los derechos al aborto y la eutanasia, su rechazo a las comunidades Lgtbi, su desmesurado discurso contra las víctimas del conflicto, la quema de los libros, su vocación misógina, su fanatismo sectario, en fin.
En aras al necesario respeto que debe tenerse por la libertad de expresión y por el libre pensamiento, podría decirse que la visión que cada quien tiene del mundo no debería operar como impedimento para ocupar un cargo de cualquier naturaleza.
Aunque el tema puede ser no solo discutible sino que deben existir excepciones razonables, no creo que sea en ese oscurantismo cerrero del personaje en donde deba descansar el grueso de la objeción.
Alejandro Ordoñez no debe, ni puede, ser representante de nuestro país ante la OEA por la elemental razón de que es un corrupto redomado, mañoso y perverso, que fue destituido por el Consejo de Estado luego de un largo proceso, con 14 votos a favor y 5 votos en contra.
El señor Ordoñez, con plena consciencia de sus actos, violó el artículo 126 de nuestra Constitución Política y se hizo reelegir con todo tipo de trapisondas, haciendo nombramientos a parientes de magistrados de la Corte Suprema de Justicia con la condición de que votaran a su vez por él.
El señor Ordoñez utilizó todo tipo de artimañas para neutralizar la decisión sancionatoria del Consejo de Estado, recusó a la magistrada ponente de su caso, y movilizó torvamente a sus allegados en los pasillos del poder judicial para trabar el proceso.
Adicionalmente, con premeditación y alevosía, utilizó todos los medios a su alcance para matizar la gravedad de su destitución y, en una acción clara de irrespeto y desconocimiento de la justicia, arguyó ser víctima de persecución política, cuando abundan las pruebas que lo comprometen en sus prácticas corruptas (todos los nombramientos están debidamente documentados).
Ni que decir de sus abundantes decisiones cargadas de subjetividad, sanciones sesgadas y carentes de soporte legal, muchas de las cuales han sido reversadas y otras que han desencadenado cuantiosas demandas contra el Estado.
El Presidente Duque ha nombrado en la OEA a un corrupto reconocido y sancionado, eso sí muestra la dimensión real de su pensamiento y de su actuar, de cara al problema de la corrupción.
Más datos sobre el mismo tema:
Al Presidente Duque no le importa nombrar un ministro de Hacienda como Alberto Carrasquilla cuyos impedimentos éticos no ofrecen discusión: sus empresas comprometidas con los Panamá Papers (un escándalo de repercusiones internacionales que demuestra las artimañas dolosas para evadir impuestos) , sus sospechosos roles en los escándalos de Saludcoop - Cafesalud, su total ausencia de escrúpulos para diseñar argucias como ministro que utilizó luego en su beneficio como exministro, un escándalo denominado como los “Bonos Carrasquilla”.
Al presidente Duque le tiene sin cuidado que su Ministra de Gobierno, Nancy Patricia Gutiérrez, haya estado comprometida en investigaciones por parapolítica y cierra los ojos frente a sus relaciones con alias el pájaro. El argumento manido de que finalmente la investigación fue archivada, soslaya su decidido contubernio con el viejo DAS de Uribe y María del Pilar Hurtado, en ese período oscuro de nuestra historia en donde las pruebas desaparecían como por arte de magia.
Pero ahora, en un acto de prestidigitación, el presidente Duque aparece en los medios convocando a un gran Pacto Nacional contra la Corrupción, acompañado de todos los partidos que entronizaron este flagelo: Liberales, Conservadores, De la U, Cambio Radical, Centro Democrático…y los “opositores”.
Con todo respeto, la excitación de esos “opositores” porque fueron invitados a Palacio, no puede terminar convirtiendo a Duque en el abanderado de las buenas costumbres y de la ética. Duque fue elegido por el aparato de la corrupción y, como lo demuestran estos nombramientos, entre muchos otros, el sigue fiel a la causa de sus patrones.