Nicolás Maduro diseñó las elecciones regionales como cerco final a las posibilidades que la MUD ha venido tejiendo para recuperar la democracia en Venezuela
Con habilidosa maña, Nicolás Maduro y su camarilla usan las elecciones regionales del próximo domingo para afianzar su cruel cerco contra las mayorías, personificadas en las distintas tendencias partidistas que se reúnen en la Mesa de Unidad Democrática, que mantienen en alto sus banderas por la libertad, la democracia y la recuperación de la devastada economía venezolana.
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Los trucos de Maduro copan todos los campos de la acción política y gubernamental. Comenzaron con la convocatoria a estas elecciones por la espuria Asamblea Constituyente, convocada para aplastar la Asamblea Nacional y el Tribunal Supremo de Justicia. Y se han afianzado con la persecución a los líderes más notables de la oposición en los partidos y la prensa, acción agravada con las restricciones a los candidatos de la oposición para presentar sus nombres y últimamente con el traslado de mesas para evitar la participación de la MUD. Con sus actos, la cleptocracia gobernante en el vecino país anuncia su intención de robarse los resultados, como lo viene haciendo desde la elección presidencial de Maduro, pero también la abstención, si ella se convirtiera en la voz de la ciudadanía opositora, disidente y ahíta de la corrupción, el hambre y la pérdida de la libertad.
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Agobiada por la situación de los presos políticos a quienes el régimen viola todos sus derechos, por el acoso a las mujeres que hoy encaran con admirable entereza esta seria crisis, por los más de 130 muertos del régimen durante las protestas, y por el hambre de su pueblo, la oposición se enfrenta al dilema de votar, usando cada sufragio como renovada arma democrática a pesar de que teme que ese voto aplace soluciones definitiva, o abstenerse, repitiendo una experiencia que tiene sabor amargo pero esperanzada, al menos antes de que Maduro incitara la abstención, en que una masiva ausencia de las urnas renovaría la alerta al mundo para que se sacuda frente al gravísimo deterioro de Venezuela.
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En este andar tortuoso, los venezolanos siguen contando con el secretario general de la OEA, Luis Almagro, que ayer abrió las puertas del organismo a la instalación del Tribunal Supremo de Justicia, el elegido por la Asamblea Nacional Legislativa, en el exilio, actividad acompañada también por los alcaldes en el exilio. También, con el gobierno estadounidense, que se ratifica vigilante del país. Tales apoyos, valiosos, no alcanzan para contener al tirano.
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Aún con las dificultades de ser agrupación de partidos políticos de distintas tendencias y orígenes, calidad que la alejó de una posición unificada sobre la participación en las elecciones, la Mesa de Unidad Democrática sigue siendo ejemplo de valiente resistencia pacífica. Sólo por ello, merece ser escuchada y apoyada por las democracias del mundo.