Odio

Autor: Álvaro González Uribe
22 abril de 2017 - 12:09 AM

El que vivimos es un odio desatado en y desde las elites, por el momento sin agresiones físicas, pero que está pasando a las amenazas.

El odio siempre ha estado. Es una baja pasión, muy baja e inútil, inevitable porque como todas las pasiones está anclada en la naturaleza del ser humano. Dicen que el humano es el único ser vivo capaz de sentir y desarrollar pasiones, que los demás seres solo actúan por instintos dirigidos a sobrevivir y a conservar su especie por fieros que parezcan.
El Diccionario de la Lengua Española trae nueve acepciones de “pasión”. Para esta columna tomo la indicada: “Perturbación o afecto desordenado del ánimo”. Ahí empieza el principal problema de Colombia: No sabemos mantener el ánimo calmo ni ordenado. Ello nos obnubila el pensamiento para actuar.
En un principio la pasión solo se siente, permanece en el espíritu. Algunos son capaces de dejarla allí y aplacarla, otros le dan salida a medida que la van sintiendo, y hay quienes la dejan adentro pero infortunadamente solo consiguen alimentarla hasta que al final revienta desbordada. Sin duda, es peor la última porque surge más poderosa.
La pasión no se materializa como tal, es abstracta. Sale, se manifiesta de varias maneras. Esta de la que hablo, la “perturbación o afecto desordenado del ánimo”, muchas veces se concreta en odio y este en agresividad. El odio es una pasión y la pasión puede ser odio. También venganza, fanatismo y varios estados que enturbian la mente.
Sí. Esa pasión cuando es odio o también venganza o fanatismo de cualquier índole se expresa por medio de la agresión al otro, generalmente al diferente o al que se considera primer agresor (de quien se venga).
Y entonces llegamos a lo que sucede hoy en Colombia, siempre ha sucedido pero hay momentos de nuestra historia en que se convierte en una epidemia del espíritu. Llegamos al odio que hoy carcome a este país, al odio que se está manifestando en la política por medio de redes sociales, de columnas de opinión, de declaraciones, de cartas, de discursos en el Congreso, de entrevistas, de discusiones en todos los ámbitos.
No son las ideas, porque en muchos casos ni las hay o son de una pasmosa superficialidad. Tampoco es la venganza ni el ánimo de justicia porque muchos no tienen por qué sentir la primera ni les importa la segunda.
Hoy es como si en las ciudades de Colombia hubiéramos liberado la bestia del odio incubado por años: insultando, amenazando, calumniando. Pero se trata de un odio diferente al de la guerra del campo: a ese odio ajeno y enviado que impulsaba las masacres, las tomas guerrilleras, los asesinatos, los desplazamientos.
El que vivimos es un odio desatado en y desde las elites, por el momento sin agresiones físicas, pero que está pasando a las amenazas y de ahí…, de ahí no sabemos adónde llegue pero al ritmo actual no será propiamente a un remanso.
Ya no son el Sí ni el No, si acaso fueron... Ese Sí y ese No se volvieron -o siempre fueron- como un pretexto para odiar, porque cuando a fuerza de costumbre el odio se enquista en las almas tiene que buscar una cara. Y así no es posible salir de este estado de guerra interna permanente, histórico. Estado de guerra que no siempre es con balas, que tiene sus momentos de palabras aunque mordaces, pero que siempre desemboca de nuevo en balas. Las guerras se llevan adentro y salen, y adentro y salen, y así.
¿Es la reconciliación el remedio para la Colombia rota de hoy? Lo dice el sentido común, el sentido que nos mueve a sacar a este país adelante de una vez por todas. Con las Farc es lo que se está logrando. Pero esto iba más allá, era más profundo. Además de la inercia, este odio de hoy es generado por ambiciones de poder; y también por venganzas políticas y por fanatismos ciegos. Son aceptables las ambiciones de poder, pero no esa forma de buscarlo con mentiras, engaños, posverdades, insultos, tretas y calumnias. Esas maneras generan más odios y derivan en las guerras de siempre.
El problema de Colombia no son los problemas, que en mayor o menor cantidad o intensidad los tienen o han tenido todos los países del mundo. El problema es la forma de abordarlos e intentar resolverlos. Por eso "Colombia es pasión", estado anímico, perturbación del espíritu, y no es ideas ni contenido. Por eso es odio y no templanza. Por eso es muerte y no vida. Por eso es llanto y no risa.

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