La identidad de pensamiento y acción entre Lenin y Stalin se refleja en una trilogía monumental
En mis comentarios del pasado 4 de octubre sobre la edición española de la Revolución Rusa, de Richard Pipes, señalaba la escasa aparición de libros sobre ese acontecimiento en el año de su centenario. Mi fuente era The New York Times Books Review, guía insuperable para asomarse al mundo editorial angloparlante. Para cada libro importante esa página ofrece extensas y autorizadas reseñas.
Esta situación ha cambiado, porque el pasado 22 de octubre, esa publicación nos informa de la aparición de nuevos y apreciables libros sobre la revolución de octubre y sus dos principales figuras.
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Me detengo en el de Amis, escritor inglés bien conocido por un libro espeluznante, ya clásico, Koba el Temible. La Risa y los Veinte Millones (Barcelona: Anagrama; 2004), sobre el psiquismo de Stalin. Martin Amis cita una serie de obras sobre el horror de aquella revolución. Se detiene en una parte del famoso The Unknown Lenin, de Richard Pipes, puntual recuento de las actividades y conversaciones del fundador del Estado soviético.
La inicial ofensiva de Vladimir Ilich ya había ocasionado aterradora hambruna. A comienzos de 1922 comenta el dictador: “Es preciso ahora y solamente ahora, cuando en las hambreadas regiones hay gente comiendo carne humana y cuando centenares, sino millares de cadáveres yacen en las carreteras, cuando debemos, y por tanto tenemos que continuar: (…)”
¿Y qué es lo que hay que continuar? —Se pregunta Amis--. Cualquiera pensaría que en remediar esa tragedia, pero en cambio Lenin continúa: “Con la confiscación de la propiedad eclesiástica, con la energía más salvaje e inmisericorde (…) precisamente en este momento hay que dar batalla al clero sin la menor merced y vencer su resistencia con tal brutalidad que no lo olviden en décadas (…) Mientras mayor sea el número de representantes del clero y la burguesía reaccionaria que logremos ejecutar, mejor”.
En ese año, 1962 monjes, 2691 sacerdotes y 3447 monjas fueron ejecutadas…
6. Lo anterior, debería servir de reflexión a la jerarquía colombiana ,porque infiltrada por la teología de la liberación, es culpable en gran parte, y no solo por omisión, de la entrega del país al comunismo.
Sebesteyn considera que la mayor invención de Lenin fue la de una religión secular en la que la salvación no es trascendente, sino que es “aquí y ahora”; y lo mismo ocurre con la condenación, para quienes no aceptan la revolución,,que afecta a millones, también aquí y ahora, encarcelados, esclavizados, ejecutados.
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Hablando del terror, Sebesteyn recuerda: “Desde sus primeras horas como amo de Rusia, sentó los fundamentos del régimen del terror. Al segundo día censuró la prensa. El 7 de diciembre de 1917 estableció la Checa “para combatir contrarrevolución, especulación y sabotaje”; abolió el sistema legal, con la justicia revolucionaria, que legitimó todas las perversiones jurídicas (…) Advertía (Lenin): “Para nosotros todo está permitido (…) dejemos que haya sangre (…) La victoria no es posible sin el más cruel terror revolucionario”.
Las terribles palabras anteriores resuenan para explicar la inevitabilidad de la JEP en el programa marxista-leninista del partido Farc, en un país donde profesores alérgicos a estas lecturas llevan a cabo la indoctrinación en las universidades, repitiendo las eternas monsergas del partido comunista.
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El nuestro, según Santos en Canadá, es el país del futuro, dando así la razón a Pastrana cuando advierte que el futuro de Colombia es el presente de Venezuela.
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Si hay necesidad de pagar $ 17.000 millones de bonificaciones, para perder $ 140.000 millones en UNE, ¡qué tal que esa empresa diera utilidades!
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La candidatura del Timochenko aleja los reflectores del verdadero candidato de las Farc, para que quienes voten por De la Calle (o Fajardo) piensen que lo hacen por alguien sin compromisos con el eje Raúl- Juanpa- Timo.