Nuevos horizontes
Caminante no hay camino, se hace camino al andar” (Antonio Machado)
Más allá de si somos seguidores o contradictores del presidente Juan Manuel Santos, los colombianos debemos recibir no con beneficio de inventario, sino con ojos de benevolencia para la construcción de una nueva sociedad, el Premio Nobel de Paz.
Caminante no hay camino, se hace camino al andar” (Antonio Machado)
Más allá de si somos seguidores o contradictores del presidente Juan Manuel Santos, los colombianos debemos recibir no con beneficio de inventario, sino con ojos de benevolencia para la construcción de una nueva sociedad, el Premio Nobel de Paz.
Él lo expresó: “el sol de la paz está sobre Colombia y que su luz ilumine a la humanidad”. Esos rayos de luz deben iluminar los senderos difíciles por los que el caminante (el pueblo colombiano) va haciendo camino al andar, un andar con firmeza hacia un modelo de sociedad incluyente, como lo he expresado en otros artículos, en la que el sentido humano prime sobre el “yo-ismo” propio de nuestra sociedad.
El Comité del Premio Nobel fue claro al decir que el galardón no se le entregaba al presidente Santos, sino al esfuerzo, al tesón de una nación que durante más de 50 años ha padecido los sinsabores del conflicto armado. Todos y cada uno de los compatriotas hemos sido afectados por la violencia, no hay un colombiano que directa o indirectamente no haya entrado en contacto con los acontecimientos bélicos a lo largo y ancho de nuestro territorio.
No podemos solo circunscribirnos a las Farc, hay que hacer memoria de los múltiples actores que han puesto su grano de arena en sembrar la zozobra en cada uno de los hogares del país, el Eln, el M-19, el Epl, la guerra del narcotráfico, las bacrim, los paramilitares, las bandas barriales que construyeron sus fronteras invisibles, la violencia intrafamiliar, la violencia contra nuestros niños y niñas, entre otras, sin dejar de lado también los excesos cometidos por algunos miembros de las fuerzas armadas legalmente constituidas. En ese paquete de terror, sangre y dolor, está una sociedad que en su mayoría clama por nuevos horizontes, horizontes que están llenos de nubarrones grises, que dificultan ver en lontananza la verdadera paz, que debe ser construida paso a paso, en la que, en un futuro, ojalá más cercano que lejano, nuestra sociedad pueda decirle al mundo, sin mezquindades, como lo canta Víctor Jara:“Levántate y mírate las manos para crecer estréchala a tu hermano. Juntos iremos unidos en la sangre hoy es el tiempo que puede ser mañana”.
Como todo lo realizado por el hombre carece de la perfección “perfecta”, hacemos cosas cercanas a esa perfección, pero todo puede ser mejorado, por ello el acuerdo ajustado tiene falencias, que en la utopía y deber ser puede ser perfecto, pero, en la implementación se pueden corregir los yerros.
Víctor Heredia nos recuerda: “Para decidir si sigo poniendo esta sangre en tierra, este corazón que va de su parte, sol y tinieblas. Para continuar caminando al sol por estos desiertos. Para recalcar que estoy vivo en medio de tantos muertos. Para decidir, para continuar, para recalcar y considerar, sólo me hace falta que estés aquí con tus ojos claros…” Y esos ojos claros es la capacidad que tenemos como seres sociales de despejar ese futuro incierto, para construir un país viable, una nación que invite a la solidaridad, una sociedad crítica con base en la razón. En la que realmente podamos decir, tomando la Visión de Antioquia, que Colombia sea la mejor esquina de América, respetada y libre.
En las manos de casi los 48 millones de colombianos está el poder de contribuir en la construcción de la patria soñada.