Sea por la causa que fuere, el peor motivo que puede mover a una sociedad es el miedo.
El miedo es una de las armas más poderosas y eficientes que hay. Tan poderosa, que puede hacer que naciones enteras se muevan o se plieguen hacia determinada opción. Tan eficiente, que solo basta con la palabra para que haga efecto. El miedo no requiere de hechos tangibles sino que apela habilidosamente a los juegos traicioneros que depara la mente.
Hay sociedades más susceptibles a sentir miedo, ya sea por su pasado histórico violento, su nivel de educación, su vulnerabilidad, sus creencias o su precariedad económica. Sea por la causa que fuere, el peor motivo que puede mover a una sociedad es el miedo. El miedo obnubila la razón, y las decisiones adoptadas bajo sus efectos son equivocadas.
El miedo es contagioso. Fácilmente se transmite por vía oral, auditiva o visual: Voz a voz, medios de comunicación o redes sociales hoy en día. En ocasiones basta un solo rumor lanzado en el momento adecuado y su propagación viral es de una velocidad pasmosa.
Colombia lleva numerosas elecciones votando con miedo. Eso lo saben muy bien varios candidatos y partidos porque ya les ha funcionado a ellos o a otros en el pasado. Por eso están desde ya usando el miedo para ganarse el favor popular. ¿Les funcionará?
Depende de los ciudadanos, por supuesto, depende de que sigamos paralizados por el miedo, depende de qué tanto hemos madurado para sentir que ya es hora de votar por esperanzas, depende de cuánto hemos aprendido que si el miedo nos mueve a votar las cosas empeoran o siguen igual.
Sin duda, Colombia tiene motivos para sentir miedo y hay dirigentes especialistas en aflorar, en reciclar o en crear miedos. Dirigentes y partidos maquiavélicos que conocen las profundidades de la mente del colombiano promedio. La mezcla perfecta…
Los colombianos hemos sufrido mucho, unos más que otros, claro. Hemos sufrido las violencias de todo tipo, el mundo oscuro de la ilegalidad de ruana y de cuello blanco, las carencias, la pobreza, las tragedias naturales y humanas, ¿habrá algún mal que no hemos sufrido? Aun así, muchos prefieren seguir en esos males a experimentar nuevas opciones. Mejor malo conocido que bueno por conocer… ¡Qué mal negocio social!
Hay diferentes fantasmas que ponen a rodar para crear el miedo y manipular a los ciudadanos. Para hacerles creer que con el contrincante electoral regresará un monstruo o llegará uno nuevo. Intentan convencer al pueblo de que solo ellos podrán atacar y exterminar ese molino de viento. Pero nunca disipan el espejismo siniestro porque acabarían con el miedo que les da su sustento político. El miedo es su medio natural y no pueden sobrevivir sin su manipulación.
Colombia ha sido un país impredecible. En cualquier momento nos puede llegar la tragedia fugaz o continua, la tormenta pasajera o persistente, y una peor que las anteriores o mucho más suave que la esperada, y, ¿por qué no?, la brisa fecunda que también hemos tenido. Pero serán siempre la tragedia, la tormenta o la brisa de Colombia. No necesitamos que nos asusten con tormentas ajenas, ni siquiera de países limítrofes que solo se parecen al nuestro en un pasado único de hace más de 200 años y en franjas de fronteras comunes.
Si hemos de tener miedo que sea un miedo de nosotros mismos y por nosotros mismos, que bastante daño hemos demostrado ser capaces de hacernos. Pero no hemos de tener miedo, y menos de procesos ajenos. Llegó la hora de actuar movidos por la esperanza. De votar pensando en el futuro inmenso que podemos construir entre todos. De no votar ‘en contra de’, sino ‘a favor de’. La hora de convencernos de que no estamos condenados a seguir esperando a que alguien coronado de laureles nos salve airoso cabalgando sobre su Babieca.
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Somos nosotros mismos nuestros salvadores, usando nuestra conciencia al ejercer ese poder poderoso que es el voto, más fuerte y efectivo que la espada y que el fusil y, en especial, que tiene que ser ajeno al miedo.
Nunca antes hubo una oportunidad como la de hoy. No estará trémula la mano que deposite el voto en las próximas elecciones. Estará firme, convencida, esperanzada y comprometida. No será una mano temerosa, será una mano que después de votar con la otra mano se arremangará la camisa para empezar a trabajar por Colombia. Se puede: No hay miedo que dure 200 años.