Aunque el Gobierno Nacional pidió suspender las ayudas y donaciones para los damnificados de Mocoa, por considerar que las 857 toneladas recibidas constituyen un inventario suficiente para atender a las 5.883 familias registradas como víctimas, es bueno insistir en que no se debe bajar la guardia. 

Como en todos los procesos de duelo, para muchas de esas personas lo más difícil empieza ahora, cuando lentamente van saliendo los periodistas, cuando otras informaciones empiezan a ocupar el espacio preponderante en los noticieros y en la agenda de los funcionarios; es decir, cuando el ritmo de la vida empieza a encausarse en la normalidad y se hace más evidente y más cierta la ausencia de los seres queridos, pero también de las pertenencias que les costó conseguir con la esperanza de vivir mejor.  

Cuando el presidente Santos pidió suspender las ayudas, por ahora, agradeció la generosidad de los colombianos y anunció que si se hace necesario volverá a acudir a ella, en nombre de los damnificados de Mocoa. Pero lo cierto es que una es la atención primaria, que parece resuelta con las donaciones recibidas hasta ahora, y otra cosa es la reconstrucción, que demanda otro ritmo y otros recursos. Se necesita incluso otra dinámica, como demuestran experiencias pasadas, en las que cuando se ha puesto en marcha ha sido más eficiente que en los ejemplos en los que ha estado ausente.

Parte de esa dinámica consiste en la concentración de funciones y decisiones en la figura de un gerente, para lo que fue designado el ministro Luis Carlos Villegas. Su experiencia en la reconstrucción del eje cafetero tras el terremoto de 1999 fue ampliamente valorada; así como la ausencia de una figura semejante hizo falta en un caso como el de Gramalote. Por eso muchos consideran que debe dejar una cartera en la que nunca se le ha visto cómodo ni ha marcado ninguna diferencia, para poner todo su empeño en la reconstrucción de la capital del Putumayo. 

En ese proceso de reconstrucción contará sin duda con el apoyo de entidades como Antioquia Presente, que también apoyó la experiencia del eje cafetero, en donde tuvo además la compañía de Lucía González, fiero ejemplo de la templanza y la dedicación de los antioqueños cuando se les mete algo en la cabeza. Los datos de la Corporación que dirige Margarita Inés Restrepo Cárdenas, hablan de un recaudo de más de mil 600 millones de pesos a mitad de semana, en la cuenta que abrió apenas unas horas después de la tragedia. Dineros provenientes de 83 empresas, 12 instituciones educativas y de un sinnúmero de ciudadanos anónimos ubicados en 42 municipios de 18 departamentos del país, 38 municipios antioqueños, así como de residentes en Bélgica, Canadá, Estados Unidos, Taiwán y Haití, en donde la Corporación construyó el Barrio Colombia tras un devastador terremoto. Por eso, creen que no se puede bajar la guardia ni dejar de hacer aportes para la reconstrucción. Sigue habilitada la cuenta y siguen convocando a la solidaridad.

Tampoco se puede bajar la guardia frente a los inescrupulosos que, como en todas las tragedias, se quieren hacer pasar por damnificados sin serlo y le quitan el pan de la boca a quienes de verdad lo necesitan. Ni frente a quienes creen llegado su agosto con la necesidad de otros y especulan con los precios o la calidad de los productos. Ahí las autoridades tienen que hacer un esfuerzo adicional de control. 

Pero sobretodo, no se puede bajar la guardia en otras latitudes porque toda nuestra geografía está colmada de invasiones a los lechos de ríos y quebradas, a los retiros de los pie de monte y las laderas. En todo el país hay cientos de miles que duermen con un ojo abierto esperando cuándo les llega la tragedia. Es el país el que debe estar atento. Estamos en mora de poner en marcha un programa nacional de prevención serio y consistente que supere los llamados y los consejos, que verifique y haga cumplir los POT y que emprenda procesos de reconstrucción y reordenamiento sin necesidad del luto nacional. Nos hace falta aplicar en serio  aquello de que es mejor prevenir que lamentar.