Néider Morantes cerró una extensa carrera deportiva de 22 años. Su presente y futuro están enfocados en la formación de nuevos talentos.
Se fue el año pasado en silencio, lejos de los flashes y las cámaras que durante 22 años acompañaron su rica trayectoria, la cual lo llevó a ser considerado uno de los jugadores más talentosos de nuestro país en las últimas décadas. El Maestro o el Socio de todos, como se le conoció, se retiró casi en secreto, o como él mismo lo dice, “con tranquilidad, como he sido en todas las situaciones en mi vida”.
Néider Yesid Morantes desparramó talento y alegría en las canchas. Su estilo futbolístico fue mutando con el paso de los años, comenzando como un rápido y habilidoso creativo, para terminar como un organizador, mucho más pensante y con mayor pausa. Hasta en otro detalle cambió: dejó de usar el número 10 y sus últimas pinceladas las dio con el 8 en su espalda.
Defendió como pocos la camiseta de la selección Antioquia, con la cual consiguió títulos en diversas categorías. Asomó a mediados de los años 90 como el sucesor del estelar Alexis García en Nacional, equipo con el cual cosechó cuatro títulos. Tuvo un fugaz paso por el balompié mexicano y luego por Ecuador, registró actuaciones poco fructíferas con las camisetas de Once Caldas y Bucaramanga y tuvo un resurgir en otros dos clubes antioqueños: Medellín y Envigado, antes de cerrar su carrera en dos etapas efímeras, primero con América en la Primera B y por último con Chicó.
Néider salió del ostracismo y rompió el silencio. En diálogo con EL MUNDO habló de todo: sus vivencias en el balompié, el agradecimiento eterno a los tres equipos antioqueños en los que militó, su deseo trunco de cerrar su extensa carrera en el DIM y sus objetivos de acá en adelante.
“Pasó ya un año y todavía me cuesta decir que soy un futbolista retirado. Estuve más de la mitad de mi vida dentro de las canchas y aunque sentía que todavía podía dar un poco más, tuve una lesión en Chicó que no me dejó jugar todo lo que hubiese querido y tomé la decisión de retirarme. Se cumplió un ciclo en el que fui muy feliz y dejo un legado de talento, humildad, sacrificio, y el amor por esta profesión tan bonita”, destacó el crack surgido del barrio Antioquia (Trinidad).
Siempre manifestó que su deseo era despedirse con la camiseta del Medellín, situación que ni siquiera estuvo cerca de cristalizarse: “Cuando salí del América (mayo de 2016) hablé con los dueños del DIM pero no quedamos en nada. Me hubiera encantado decirle adiós al fútbol en el equipo que quiero, en el que viví grandes alegrías y el hincha me expresa constantemente su admiración, pero no se dio y tampoco me mortifica. Con Envigado tampoco se dio, me quedó una espinita porque fueron siete años en los cuales me sentí muy de la casa, vivimos momentos muy lindos, desde pelear por clasificar a la final hasta luchar por no descender, y hasta hubiese jugado gratis, por todo el agradecimiento que siento hacia ese club. Pero la sensación que me quedó al final es que no querían contar más conmigo, lo cual no cambia mi sentimiento de gratitud y cariño”, resaltó el Maestro.
Si por él fuera, no haría partido de despedida. Reconoce que hasta lo avergüenza, pero no descartó realizarlo ante la insistencia de amigos, compañeros del fútbol y aficionados que reclaman darle la despedida para ponerle el broche final a una rica trayectoria: “No creo que se dé pero me están metiendo presión (risas). Pero más que ese partido, me quedo con el cariño que me manifiestan los hinchas del fútbol en la calle día a día, del aprecio de mis amigos y compañeros de tantos años en el fútbol. Ese es el mejor homenaje que tengo”, destacó.
Las vivencias
Cinco títulos, casi 730 partidos y más de 150 goles redondean el palmarés de Néider Morantes. Fueron muchas jornadas de gloria, otras de desazón y tristeza, pero se queda con la satisfacción de haber disfrutado de cada momento en la cancha.
Recuerda como si fuera hoy los consejos que le brindaba Alexis García, a quien le heredó el apodo de el Maestro en épocas en las cuales ambos lucían un bigote frondoso y compartían muchas horas de concentraciones y entrenamientos: “(Alexis) fue mi mayor consejero. El que más me quedó es que no perdiera la humildad, la alegría y el cuidado personal, algo fundamental para el deportista de alto nivel y adopté ese consejo para brindárselo a mis compañeros más jóvenes”, aseguró.
Néider no se atreve a sentenciar cuál fue su mejor socio dentro del terreno de juego. “Fueron tantos, que me cuesta quedarme con uno… es mejor mencionar algunos. Están Alexis, Totono, Mackenzie, Mao, Pelusa Orrego, Leal… en Envigado tuve el privilegio de jugar y acompañar a jóvenes futbolistas que hoy juegan en la élite, como Gio Moreno, Dorlan, Juanfer Quintero, Jhon Córdoba, Chicho Arango, y en la Selección jugué con el Pibe, Freddy Rincón, Hárold Lozano, Giovanni Hernández, Arley Betancur, el Tino… de verdad que soy un privilegiado”, dijo Morantes.
Pocos recuerdan el paso de Néider por el fútbol de México, donde vistió las camisetas de Atlante e Irapuato, y por Ecuador, donde militó en el Barcelona. Al respecto, recordó que “fue dentro de todo una buena experiencia, me sirvió para enriquecerme, conocer nuevas culturas y un fútbol diferente al nuestro. En México no pude continuar por algunas situaciones que no vale la pena recordar y en Ecuador estaba jugando bien pero mi familia nunca se acomodó. Y para un jugador de fútbol es primordial tener bien a su familia, en el club estaban contentos conmigo pero supieron entender mi decisión de irme y ahí regresamos al país”.
La deuda pendiente
La selección Colombia le trae sentimientos encontrados a Morantes. Por un lado, la satisfacción de haber disputado tres ediciones de la Copa América (1997, 1999 y 2004) y de haber cumplido cada vez que fue requerido, pero también el sinsabor de no ser tenido en cuenta con mayor frecuencia.
“Creo que la razón es que nunca tuve un técnico que me afianzara, que me diera ese voto de confianza que se necesita para consolidarse. Las veces que estuve cumplí, entregué todo y me fue bien. Quedó como deuda pendiente disputar un Mundial, me hubiese encantado”, confesó.
Vistiendo la Tricolor, Néider vivió el momento más dramático de sus 22 años en el profesionalismo. Fue el 6 de agosto de 1997 en un partido amistoso ante Jamaica, cuando el crack recibió una patada inmisericorde en el rostro que desencadenó en una fractura doble de mandíbula, la cual demandó tres meses de recuperación. “No recuerdo el impacto que recibí, pero sí que desperté asustado en la ambulancia y le manifesté a Carepa Gaviria (q.e.p.d.) que quería seguir jugando y volví a caer inconsciente. Me cuentan que fue un momento alarmante, en el que pude haber muerto porque estuve a punto de tragarme la lengua”, relató, al tiempo que hoy, años después, asume con gracia esa situación: ”Creo que lo bueno es que quedé más bonito”, agrega entre risas.
Así es Néider. Así ha sido siempre, optimista, alegre y mamagallista dentro y fuera de la cancha. Ahora tiene por delante la responsabilidad de convertirse en formador de nuevos talentos, en lo cual ya está incursionando junto con el exjugador John Córdoba, con quien formó el equipo Lula Fútbol Club. “Estamos compitiendo en la categoría sub-17 de la Liga, entusiasmados con el proyecto y esperamos que siga creciendo. Me voy a seguir preparando porque no basta con haber jugado para formar y dirigir muchachos”, destacó.
Néider cerró un capítulo de su vida pero ahora abre la puerta a su familia, la cual, durante 22 años de trayectoria, debió soportar su ausencia durante muchos fines de semana. “Ellos son todo. Disfrutar de mi familia no tiene precio”.
Respuestas rápidas
El técnico que más lo marco: “Tuve muy buenos técnicos… están Nelson Gallego, Bolillo Gómez, Juan José Peláez y Pedro Sarmiento”.
El mejor gol: “Dos. Uno en México y otro con el DIM ante Magdalena, de media volea (2005)”.
Su mejor año: “En 1999 con Nacional y en 2004 con Medellín. En ambos fuimos campeones”.
El mejor amigo en el fútbol: “Carlos Mario Álvarez, Totono Grisales, Carlos Castro, Andrés Orozco, Choto Cortés… y me olvido de muchos”.
El partido que más recuerda: “La final de 2004 con el DIM y la de la Copa Merconorte con Nacional (1998)”.
Sigue otros deportes: “Sí, me encantan el tenis y el fútbol americano”.
Le gusta algún licor: “Como buen antioqueño, disfruto de algunos aguardientes cuando se puede”.