En esas condiciones, y dada la experiencia con los farianos que aún están armados y los que siguen rearmándose, ¿cuáles son las garantías para la sociedad colombiana de que el Eln negocia para ofrecer paz?
Como era razonable temerlo, el gobierno del doctor Santos anunció la reanudación, en La Habana y a partir de esta semana, de los diálogos con el Eln. Con este paso ha desaprovechado la oportunidad que su homólogo ecuatoriano le ofreció para suspender la negociación con el Eln, y así evaluarla muy bien dejándole espacio al próximo gobierno para decidir sobre ella. La noticia sobre esas negociaciones, divulgada el sábado, sorprendió por el aire de salirse con la suya del presidente Santos que le es inocultable, por el momento en que se anuncia y por las ambigüedades de los actores en juego.
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Una vez más, el doctor Santos actúa buscando mantener en alto su imagen ante la comunidad internacional, la cual sigue imponiéndole a Colombia negociaciones en términos que no admitiría en sus países. Con ese paso, el presidente se muestra indolente ante la realidad incontrovertible de la falta de tiempo de su gobierno para avanzar en esa difícil negociación, ajeno a la opinión adversa a ese proceso y cínico frente a las consecuencias de esta clase de decisiones, toda vez que ha proclamado en distintos momentos e instancias su decisión de retirarse a sus cuarteles de invierno una vez concluya su mandato, siendo este un gesto con el que pretende descalificar a su antecesor, y objeto de su artillería política, además de declararse eximido de responder políticamente, y en otros campos si fuere necesario, por las acciones y efectos de su gobierno en la Nación.
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La falta de consenso de la sociedad colombiana en torno a la idea de negociar con el Eln y los escasos tres meses que tiene el doctor Santos en el Gobierno habrían de ser, para gobernantes responsables, razones de peso para no volver a instalar esa mesa. Como no lo fueron, habrían de considerarse, entonces, las condiciones presentes del interlocutor. Este no es, por sus actos, un grupo que pretenda cesar la violencia, ceder sus aspiraciones de control territorial o renunciar a su creciente participación en el negocio del narcotráfico. En esas condiciones, y dada la experiencia con los farianos que aún están armados y los que siguen rearmándose, ¿cuáles son las garantías para la sociedad colombiana de que el Eln negocia para ofrecer paz?
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Otra preocupación, no menor, la ofrece el lugar escogido ¿a falta de otros o seleccionado desde el principio? Para reanudar los diálogos. Cuba no es garantía, por su calidad histórica como aliado de la guerrilla en su combate a la democracia colombiana y por su antecedente en la doble condición de sede y garante del mal acuerdo suscrito con las Farc. Darle otra vez la condición de sede de diálogos es ofrecerle al castrismo la ayuda económica que bien habrá de caerle y, especialmente, el oxígeno político que le permite intervenir, manteniendo su animosidad contra nuestra democracia, en la vida política colombiana, una oportunidad nada recomendable cuando de preservar la institucionalidad, las libertades y las garantías de la democracia se trata.