Ante el temor cada vez más apremiante de los colombianos, la primera revista del régimen se aferra a un negacionismo tan visceral como irracional. Aquí no ha pasado ni pasará nada… Casi a la manera de los teólogos clásicos, a Semana pudiera responderse que la mejor arma del comunismo es la de negar su existencia
Semana, órgano oficial del régimen dirigido por el primer sobrino, reconoce que el 85% de los colombianos piensan que vamos hacia una situación similar a la de Venezuela. A continuación, en un largo artículo, la revista trata der mostrar que eso es imposible. Apela entonces a multitud de sofismas pueriles, como aquel de que “se trata de países muy diferentes”.
No sé hasta dónde los países sean diferentes, pero sus regímenes cada vez se parecen más: presidente rechazado por más de las 4/5 partes de la población; todos los poderes del Estado confundidos en uno dictatorial; cortes obsecuentes; golpe de Estado permanente; medios masivos obedientes, mendaces y cómplices; estigmatización fanática de los opositores; desastre petrolero, mitigado en Venezuela con la sumisión a potencias acreedoras, especuladores de la altísima finanza y mineras multinacionales, y en Colombia, con la sustitución del crudo por la coca; degradación, humillación y desmoralización de las Fuerzas Armadas; sustitución de las instituciones constitucionales por multitud de organismos parajurídicos de sello revolucionario …
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Desde luego, en el hermano país van más adelante por la senda roja, especialmente en la igualdad que genera la hambruna, pero todavía no tienen una JEP, es decir el híbrido entre Comité de SalutPublic y Checa.
Ante el temor cada vez más apremiante de los colombianos, la primera revista del régimen se aferra a un negacionismo tan visceral como irracional. Aquí no ha pasado ni pasará nada… Casi a la manera de los teólogos clásicos, a Semana pudiera responderse que la mejor arma del comunismo es la de negar su existencia. Si ya no existe, no podemos caer en sus garras…, así Venezuela ya no pueda sacudirse; así Cuba siga orientando, en mala hora, a Nicaragua, Ecuador, Salvador y Bolivia. ¿Esos también serán países diferentes?
Ahora bien, la reunión en Cuba de las dos guerrillas castristas colombianas, patrocinada por el gobierno de Santos, pasa casi que desapercibida por los medios. Cada día la insolencia de los subversivos es mayor y cada día la indolencia del país es más notoria. Por la impotencia nos estamos resignando a lo insólito y escandaloso con la mayor prontitud.
Tanto Farc como ELN siguen pregonando que su único objetivo es el establecimiento de un régimen marxista-leninista de corte castrista. Los primeros ya tienen el gobierno y buena parte del poder. Los segundos saben que inevitablemente les darán algo más de lo que ya entregaron a las Farc. Si Timo ya tiene supraconstitución, ¿qué puede pedir Gabino?
El ELN ya ha manifestado que no suspenderá los secuestros y que no llegará a ningún acuerdo definitivo antes de que se posesione el gobierno del 2018. Más claro no canta un gallo: Si el año venidero triunfan las fuerzas democráticas, entre las Farc adentro, con todo su arsenal legislativo y judicial, y el ELN afuera en lo suyo, el proceso revolucionario no se detendrá…
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Pero si Humberto de la Calle, el candidato de Raúl, Rodrigo y Juan Manuel, llega a la casa de Nariño porque los demás candidatos gobiernistas son figuras distractoras y de paja, o un caballo cansado, la “paz” se completará con lo único que falta: la constituyente soñada por las Farc y exigida siempre por el ELN. Constituyente de bolsillo, como la de Maduro, para establecer la “verdadera democracia”, la del partido único y el Gulag.
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Mejor análisis hasta ahora de la situación real del país:
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Las Farc siempre han dicho que entregarían las armas, si se les entregaba el poder. Conseguido ya este, da lo mismo que entreguen uno, mil o cien mil fierros viejos.