La Iglesia Católica celebra este 25 de diciembre el nacimiento de Jesús, acontecimiento que, según el evangelio de Lucas, estuvo rodeado por la visita de los pastores y el cántico de los ángeles.
Lucas describe algo que Mateo no hizo, el nacimiento de Jesús y a Belén como un centro lleno de gente para un censo imperial con intereses de orden fiscal; razón para que toda la ciudad estuviese ocupada sin sitios de alojo y Jesús tuviese que nacer entre los animales en un patio abierto, luego puesto en uno de los comederos. Enfatiza además la visita de los pastores y el cantico de los ángeles
Tenemos arrendado el corazón
Las conquistas y festividades de Roma implicaban siempre una cascada de impuestos; se requería saber dónde vivía la gente qué trabajaba y cuánto ganaba. “Mientras estaban en Belén a María le llego el tiempo del parto, sin sitios para ellos en la posada”. ¿Tendrá hoy en la Navidad consumista sitio Jesús para que nazca en nuestro corazón?, puede ser que nuestro interior ya esté alquilado a la otra navidad distinta de la de Jesús. Lucas escogió unos pastores por el interés y cuidado con los que la sociedad de ese momento había marginado; los pobres siempre han hecho parte de la espiritualidad de Lucas. Esta práctica se perdió con la celebración de la navidad costumbrista y materialista de hoy. Lucas pone en labios de Jesús la cita de Isaías: “El Espíritu de Dios està sobre mí para anunciar la buena nueva a los pobres, me ha enviado para proclamar la liberación a los cautivos y dar vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor” (61,1-2). De esto no dan razón ni las luces, ni la pólvora, ni los regalos, ni los pesebres, menos las rumbas navideñas de hoy.
Nos volvimos pesebristas
Lucas relaciona al Mesías con dos títulos del mensaje evangélico a los pastores: “Salvador y Señor”, que hacen relación directa al emperador romano quien no puede seguir siendo señor de Israel como tampoco “salvador” del mundo. Estos datos no sirven para nada en la celebración de nuestras navidades, en las que tampoco aparecen los textos evangélicos, sólo hacen parte del culto interno de los templos pero sin incidencia en la sociedad. La familia de Nazaret y el mismo Jesús aparecen descontextualizados en los pesebres. ¡Cómo se va a dar por enterada la gente de la Encarnación de Jesús cuando los responsables de la evangelización nos volvimos pesebristas!
Jesús alternativa de paz
En relación con la encarnación, Lucas integra ángel y ejercito celestial al inicio y al final cielo y pastores haciendo un poema para un nacimiento. Queda así un contraste entre el natalicio del emperador romano Cesar Augusto como noticia mundial y el de Jesús, como el Hijo de Dios, nacido en Belén, Salvador y buena noticia de paz que “no viene de la tierra sino del cielo”. La paz romana del divino Augusto era paz militar mediante el uso de la religión; ¡la de Jesús era paz frente a la injusticia e inequidad.! ¿No será éste un buen criterio de discernimiento para saber en la Iglesia en qué paz debemos estar? ¿Se puede hacer caso omiso de una victoria de la paz mediante un proceso irregular como lo hizo el divino Augusto desde Roma para el mundo? La paz romana no funcionó por los intereses políticos que entrañaba, el irrespeto a las instituciones y la manipulación del Senado romano representante del pueblo; llevándose de por medio el perdón y la reconciliación; politizando y polarizando la paz para la paz. La propuesta de Jesús fue desde un pesebre en un lugar lejos y desconocido como lo era Belén; ocupado por Roma en cabeza de Herodes y su descendencia. El Imperio Romano invisibilizó a las víctimas para lograr la paz; el divino Augusto siempre y habló de ellas como un proyecto futuro. Una de esas tantas víctimas de un proceso conflictivo de paz fue Jesús a quien Dios resucitó entre otras razones para ser la alternativa de la paz romana y del divino Augusto.
La paz barata
La victoria por condescendencia no instaura la paz sino que establece una tregua muy costosa moral y económicamente, a riesgo que la violencia regrese con en n modalidades nuevas, cuando ya no están los que hicieron las promesas, y no cava de llegar la paz esperada
Lo único que pone en comunión los victimarios y las victimas es el perdón, la reconciliación; misión propia de la iglesia identificada como evangelización; y en nuestro caso como Iglesia, los” solos acuerdos” no sólo quitan espacios al Evangelio sino que detienen más tiempo la evangelización por lo irreconciliable de las partes. Es más difícil reconciliar el país en la polarización que cumplir unos acuerdos. Lo peor que nos podía pasar es llegar al posconflicto divididos, incluso en la cúpula de la Iglesia, por haber hecho de una decisión política un criterio ético invisibilizando el Evangelio, y por falta de discernimiento pastoral configurando desde la iglesia jerárquica otra polarización que debilita interna e extensamente su credibilidad y su misión de evangelización; por falta de comunión del signo “mirad como se aman” y no como discuten, haciendo inútil la cruz de Jesucristo.
¿Dónde estás?, ¿dónde está tu hermano?
A lo anterior, para mal del pueblo de Dios, agregamos otra Navidad equivocada por ser sólo costumbrista y consumista que no tiene nada que ver con Encarnación origen de la paz del Evangelio, nuestra urgencia prioritaria. Respondámonos desde la Navidad y el proceso de paz la pregunta del Génesis ¿Dónde estás? Respondida, la segunda es: ¿Dónde está tu hermano? La Navidad es un tiempo de conversión largo por haber estado desde tiempos inmemoriales en la navidad equivocada pero que se constituye un “Kairós” (oportunidad de salvación) con relación a la navidad cristiana a la que debemos llegar. Es posible porque la Navidad no ha terminado, sino que comienza ahora con la conversión, el perdón y la reconciliación para reencontrarse en Cuaresma con la misma exigencia de la conversión hacia la pascua origen de paz. Lo importante es discernir los medios con los cuales podemos alcanzar y lograr que la paz del cielo sea nuestra, en una la tierra en conflicto, por medio del perdón y la reconciliación.
Hay que orar todavía mucho más por la paz porque la oración crea la certidumbre que Dios está obrando.