Alegría claridad,
ya se acerca navidad,
alegría claridad,
ya se acerca navidad,
ya se acerca navidad.
Alegría claridad,
ya se acerca navidad,
alegría claridad,
ya se acerca navidad,
ya se acerca navidad.
A mediados del siglo pasado, José María Bravo Márquez, el que insistía que todo el que habla canta, y tenía razón, era la persona que infundía una sana alegría en el viejo barrio San Benito de Medellín.
En los últimos días del mes de noviembre de esos años, se iniciaban las vacaciones estudiantiles en los establecimientos de educación, y los profesores y sus alumnos cambiaban sus actividades.
Por esos días, Bravo Márquez quien se había educado con los franciscanos, residente con su familia en este maravilloso barrio, iniciaba la preparación de la novena de navidad y la celebración de la Misa del Gallo en la noche del veinticuatro de diciembre, en la iglesia de San Benito.
Con su gran capacidad de convocatoria, reunía la muchachada del barrio y de sus alrededores, en las mañanas y tardes anteriores al diez y seis de diciembre, en el salón de actos del convento de los padres franciscanos, en donde, con la estrecha y efectiva colaboración de la comunidad franciscana, adelantaba los ensayos del coro que participaría durante la novena del Niño Dios en el Templo de San Benito.
Fueron ensayos durante los cuales se disfrutaba al máximo, aprendiendo y repasando villancicos bellísimos de distintas partes del mundo, entre ellos noche de paz, que se convirtió con los años, en un verdadero himno de estas celebraciones.
Sobra recalcar sobe el acercamiento y la unión que se daba entre todos los integrantes del coro y con la comunidad franciscana. Allí se iniciaron muchas relaciones que trascendieron, y se conformaron posteriormente parejas de gran solidez y proyección social.
Bravo Márquez contaba con un amplio y bellísimo repertorio de villancicos, incluidos unos compuestos por él: alegría claridad ya se acerca navidad; vienen las mañanas florecidas de alegría, cuando anuncian las campanas la función de navidad.
Muchos de los villancicos eran de larga tradición española, que incluían bellos apartes para solistas, que interpretaban bellísimas voces del coro, dando lo mejor con sus actuaciones, que conmovían a los feligreses asistentes al templo.
Llegada la mañana del día de aguinaldos, diez y seis de diciembre, en el Templo de San Benito se iniciaban las ceremonias de navidad con la misa de siete, acompañada por el coro. A las seis de la tarde, se rezaba la novena en
donde el coro de Bravo Márquez interpretaba obras de su repertorio, con la asistencia de gran número de fieles.
Desde ese día se encontraba en medio del altar mayor del Templo, el original pesebre de amplia tradición franciscana, que fray Egidio María Laso, sacristán de la iglesia, había construido desplegando toda su capacidad de creación artística; cada día mostraba las diferentes escenas del recorrido de José y María en su camino hacia Belén.
Esas jornadas se desarrollaban durante nueve días, cuando llegaban finalmente al establo en donde según la tradición concluía el recorrido, y se verificaba el nacimiento del Niño Jesús; en medio de la alegría de toda la comunidad que asistía a la novena, durante la celebración de la misa de media noche del día veinticuatro, fray Laso hacía la simulación del nacimiento.
Fue una época muy bella, de sana alegría, y de cultura ciudadana aplicada a eventos religiosos como fueron estos.
El pasado nos interroga sobre la necesidad de recuperar acciones maravillosas como estas, que vale la pena conservar.