Un Nairo magullado, con golpes en varias partes de su cuerpo y sin casi haber podido dormir en la noche, se queda en el penúltimo ascenso.
Hoy hace exactamente 60 años -el cuatro de agosto de 1958- murieron por insolación y deshidratación los ciclistas españoles Joaquín Polo y Raúl Motos en la segunda etapa de la Vuelta a Portugal entre Lisboa y Alpiarca. Difícil que eso suceda en nuestra época cuando los ciclistas son monitoreados de diversas maneras, tanto durante las competencias como antes y después. Por otro lado, la medicina y su atención son más avanzadas y prestas.
Sin embargo, de diversas formas aún se presentan tragedias mortales de ciclistas en carreras y entrenamientos. Además, es uno de los deportes más rudos, pues hombres y mujeres sufren lo inimaginable por alcanzar la gloria o al menos por terminar una competencia, lo cual también es una gloria así sea solo para quienes lo logran.
La coincidencia histórica de los dos ciclistas españoles fallecidos hace 60 años, nos sirve para que hoy los aficionados a este deporte, en especial los colombianos, meditemos muy bien sobre la forma apresurada, injusta y cruel como juzgamos el desempeño de nuestros pedalistas.
Aún circulan las críticas contra Nairo Quintana por su “pobre” actuación en el Tour de Francia que terminó hace una semana. Ocupó el décimo lugar y ganó de manera brillante una de las etapas más difíciles en los encumbrados Pirineos. Pero eso no les sirve a muchos. ¡Nairo se acabó! ¡Qué mal desempeño! Y lo peor: tampoco les hubiera servido que Nairo hubiera ganado dos o más etapas. Es más, tampoco si hubiera quedado entre los tres primeros y, no exagero, también hubiera sido un fracaso el subcampeonato. Solo les sirve que gane y punto.
Es una actitud muy colombiana, no solo en el ciclismo, sino en todos los deportes y en varias actividades de nuestra Colombia es pasión. El primer error está en que nos creemos ganadores de todo antes de empezar las competencias, los campeonatos o hasta los reinados, y claro, nos creamos unas expectativas, no propiamente falsas pero sí infladas y sin dar lugar a las contingencias normales. Además, sin pensar en que los competidores de otros países también van por lo suyo con ahínco, se preparan igual o más y pueden ser mejores.
La historia de Nairo en el reciente Tour de Francia es ejemplo claro: Llegó como uno de los favoritos (qué esta vez sí le ganará a Froome…). Poco a poco fue subiendo puestos en la clasificación general. Llegó su terreno favorable en las montañas alpinas y no estuvo con los primeros, se le vio flaquear en dos etapas claves y empezó la crítica colombiana a darlo por un ciclista ya acabado: “¡¿Otro fracaso más?!”. De un momento a otro, cuatro etapas antes de terminar la competencia, Nairo da una poderosa demostración y gana tremenda etapa en un largo y empinado ascenso pirenaico dejando a los ciclistas más fuertes del mundo sembrados en la vía. Y claro, después de esa, ¡Nairo será campeón!
Al otro día sucede lo inesperado para los colombianos pero esperable para el resto del mundo: Nairo se cae de su bicicleta, se levanta, continúa y alcanza a llegar a la meta con los favoritos porque era una etapa poco exigente comparada con otras. Sin embargo, al día siguiente, en la etapa más dura del Tour -y la última de montaña-, un Nairo magullado, con golpes en varias partes de su cuerpo y sin casi haber podido dormir en la noche, se queda en el penúltimo ascenso y pierde cerca de siete minutos. “Me dolía todo el cuerpo, no podía pararme en los pedales”, dijo a su llegada como pidiendo perdón.
Pero no, eso no sirve, ¿Quién lo manda a caerse? ¡Si al menos hubiera caído muerto en la carretera como le sucedió a sus colegas Polo y Motos hace 60 años, esos sí unos berracos!
Nada más qué decir. Sucede con todos nuestros ciclistas, futbolistas, demás deportistas y hasta candidatas a reinados de belleza o jugadores de catapiz… Nada más qué decir. Bueno, sí, me gusta decir y redecir esta frase que le escuché o leí una vez a William Ospina: “¡Cómo somos de colombianos los colombianos!”.
Embalaje: Nairo, campeón, héroe, berraco, eres de los ciclistas más grandes que ha tenido este país de grandes ciclistas y, como decía mi abuelita bien paisa, ¡no les haga caso, no sea bobito! (Y también va pa’ vos Rigo mijito).