En 1967 el congreso quiso que cada 14 de noviembre rindiéramos homenaje a Policarpa Salavarrieta, la heroína de la independencia que fue fusilada ese día de 1917, es decir hace 200 años.
Señala el calendario que el próximo martes 14, se conmemora el día cívico de la mujer colombiana. Una de esas fechas que se establecen con la esperanza de mantener alguna memoria colectiva pero que se pierden en la cotidianidad, pues pocos se dan por enterados y menos saben por qué la celebración, de modo que la intención legislativa de hace medio siglo se quedó en eso.
En 1967 el congreso quiso que cada 14 de noviembre rindiéramos homenaje a Policarpa Salavarrieta, la heroína de la independencia que fue fusilada ese día de 1917, es decir hace 200 años. Una noble esperanza del Congreso, además de construir un parque en su Guaduas natal y de mantener una estatua, era que La Pola fuese tenida como ejemplo de talante, ahínco y perseverancia; que su carácter inspirara a las mujeres del país en el camino de la emancipación permanente y las orientara a asumir siempre mayores desafíos. Por eso, no se llama el día de La Pola, sino el día cívico de la mujer colombiana, porque se entiende que esa rebeldía que la llevó al paredón le es propia a todas sus compatriotas de todos los tiempos, y que, así como ella fue fundamental para lograr la independencia, cada una es necesaria para consolidar el sentido de nación.
Pero olvidamos la conmemoración, a Policarpa y su sacrificio por el ideal de nación que estaba en construcción y, dos siglos después, seguimos ignorando a las mujeres. Las reducimos a ciudadanas de segundo orden o las limitamos a exponentes de asuntos secundarios como la belleza, la delicadeza o la coquetería. Y digo secundarios no porque sean adjetivos o anodinos, en ningún caso porque no importen, sino porque son insuficientes para resumir en ellos la condición de una persona o el rol de las mujeres.
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Ad portas de la silenciosa celebración del día que pretende exaltar el talante de la mujer colombiana, fueron noticia dos hechos en los que algunas de ellas se sintieron discriminadas. Pero como si fuera poco con las circunstancias que motivaron su protesta, no faltó el troglodita que la redujera a una pataleta femenina, así como reducen a varias de nuestras congresistas en expresiones como “la gritona”, “la pelea de comadres” y otras tantas referencias que no utilizan para referirse a los mismos comportamientos entre los hombres.
El primer caso fue el de la selección de escritores para el evento de cierre del año Colombia – Francia que será el miércoles en Paris. Si, un día después del día cívico de la mujer colombiana, ninguna escritora estará en el encuentro de letras -a pesar de haber muchas muy buenas-. No se trata de negar la importancia de ninguno de los escritores que sí irán, con sobrados méritos, sino de reclamar que ellas son tan importantes como ellos. Es decir, de equidad. Como mínimo, dice algo de un país, de su sociedad, que 10 escritores hombres sean los voceros de sus letras en un evento oficial, justo cuando el ministerio de cultura, encargado del tema, es liderado por una mujer. No se trata de hacer ninguna concesión, basta con leer la obra de tantísimas de ellas que incluso han merecido reconocimientos internacionales. Es necesario oír sus voces y escuchar sus preocupaciones más allá de los reduccionismos.
El segundo evento desafortunado fue la presentación de la nueva camiseta de la Selección Colombia, cuyo diseñó lucieron primero Paulina Vega y otras modelos, que las jugadoras de la selección femenina que con tanto lujo nos han representado en el mundial y las más importantes competencias. Nada en contra de la hermosa Paulina, todo lo contrario. Sin embargo, como dijo en diálogo con RCN Radio la volante de la Selección, Nicole Regnier, es como si se la hubiesen puesto primero a Lincoln Palomeque que a James Rodríguez. La camiseta, como la literatura y la memoria histórica, deberían ser asuntos que nos unan y no que generen más heridas y sinsabores.
Como si fuera poco, otra mujer que admiro hasta el tuétano, Yolanda Ruiz, fue objeto de muchos insultos y burlas por mencionar los dos ejemplos que traemos a colación. También a ella la redujeron a escandalosa y chillona. Una demostración de qué tan arraigado está el problema que nos da dificultad verlo por apodíctico que parezca. Mucho tenemos por ganar en esa materia y para ello, es preciso comenzar por reconocer lo lejos que estamos de valorar a las mujeres, a La Pola, y tantas otras que mucho nos aportan y que pudieran hacer más si las dejáramos.
@HenryHoracio