Mezquindad y mentiras

Autor: Jorge Mejía Martínez
4 enero de 2017 - 12:00 AM

Estamos en manos de una clase política y empresarial que no se cansa de alimentar el desprecio de la gente. 

Estamos en manos de una clase política y empresarial que no se cansa de alimentar el desprecio de la gente. Por mezquina y mentirosa. Aquello de que Colombia es uno de los países más desiguales del mundo sirve sólo para apuntalar los registros estadísticos en la academia o en los centros de información especializados, pero no para trazar políticas públicas a favor de la equidad y la inclusión. Ni siquiera la sensibilidad generada alrededor del proceso de paz entendido como un proceso integral no exento de justicia social, ameritó alguna consideración al momento de decidir el salario mínimo para más de dos millones de personas que mal que bien subsisten con tan precario ingreso.

El Gobierno determinó, de manera unilateral, que el aumento sería del 7% a pesar de que los empresarios sentados en la mesa de concertación ofrecieron una cifra mayor. Así quedó sentado en los registros de las propuestas, aunque para muchos pudo ser un recurso demagógico con el propósito de incentivar la brecha entre Santos y las centrales obreras. Estrategias de la oposición política representada en la mesa por el presidente nacional de Fenalco, quien para despejar cualquier duda, podría sugerir a los miembros de su importante gremio, colmar la expectativa generada y superar el incremento oficial. No lo hará.

Por esos días, se conocieron las ganancias estrambóticas del sector financiero colombiano que en los primeros 9 meses de 2016 se embolsilló más de 12 billones de pesos con un crecimiento del 19%.

El impacto perverso de la reforma tributaria para los pobres y la clase media, aprobada a las carreras por el Congreso, no mereció ninguna consideración al momento de tomar la decisión sobre el mínimo. En cambio, el incremento salarial para las elites del Estado fue del 7.5%. El silencio de los beneficiados no logrará ocultar la desazón que se observa en las redes sociales y en las conversaciones de esquina o de café. Si algún referendo tiene posibilidades de éxito en Colombia es el que busca rebajar por esa vía los onerosos salarios de los congresistas. Ahí sí muchos van a firmar con la rabia en el corazón y en la mano.

La mezquindad de la dirigencia nacional no la amilana para recurrir sin rubor alguno a la mentira para ganar incautos y votos. Santos prometió en su campaña reeleccionista que firmaría en mármol que en su gobierno no incrementaría los impuestos, revisaría el 4 x mil y corregiría la injusticia del no pago de las horas extras a los trabajadores después de iniciada la noche. Al otro lado del espectro político, Uribe tampoco se ruboriza al trinar embustes. El agua sucia de la agresiva corrupción le cae solo a su contraparte, mientras

muchos de sus amigos caen ante la justicia o huyen fuera del país acosados por diversos delitos. Todos son “buenos muchachos”. El último acto de doblez fue la lanzada al escarnio público de su siempre leal seguidor Juan Carlos Vélez Uribe por reconocer las triquiñuelas de la campaña a favor del NO en el plebiscito del 2 de octubre. Juan Carlos alcanzó a decir que en su gerencia no se movía una hoja sin el consentimiento del jefe del CD.

Inicio este 2017 hastiado de quienes gobiernan y dirigen a Colombia.

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