Hace diez años, exactamente el 3 de marzo de 2008, a las 4:30 de la mañana, las 101 telecabinas de la línea J del Metrocable sobrevolaron por primera vez el occidente de Medellín, un proyecto que ha contribuido al desarrollo, la integración y la equidad social de las comunas 7 (Robledo) y 13 (San Javier).

Hacía apenas cuatro años que los residentes de Santo Domingo, en el nororiente de la ciudad, habían empezado a ver el desarrollo volando en forma de cabina sobre los techos de sus casas. Esto sucedió tras la inauguración del Metrocable línea K, el primer sistema de teleférico en el mundo usado como medio de transporte masivo de pasajeros. Ahora el turno era para la zona centro occidental, habitada igualmente por familias de estratos 1 y 2 que hacía poco habían padecido una aguda violencia en su territorio.

Esta nueva línea del Sistema hacía parte de los proyectos considerados en el Plan Maestro 2006 – 2030 Confianza en el Futuro, la hoja de ruta que guía el crecimiento del Metro. La Alcaldía de Medellín de ese momento destinó recursos por $87.969 millones para su construcción, mecanismo de financiación que ha sido habitual para llevar a cabo la expansión del Sistema.

Los vecinos del metrocable se han beneficiado con menores tiempos de viaje que se tradujeron en más tiempo para la familia y el sano esparcimiento, así como una reducción en los costos de los pasajes gracias a los beneficios de la integración tarifaria.

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La línea J permitió además extender la Cultura Metro a otras zonas de la ciudad. Prueba de ello son la sala de cómputo de la estación Vallejuelos y los más de 20.000 usuarios que recibe al año. También, los talleres de Amigos Metro, la Escuela de Líderes, la Navidad Comunitaria y muchos programas más que el Metro, ese vecino que llega para quedarse, ha desarrollado en este territorio.

Pajarito y la Villa Suramericana

Uno de los motivos que tuvo la administración municipal para apoyar la construcción del Metrocable de San Javier fue impulsar el desarrollo urbanístico en el sector de Pajarito, situado al final del trayecto y concebido como suelo de expansión en el Plan de Ordenamiento Territorial (POT). Como el Metro elabora y revisa su Plan Maestro teniendo dentro de sus referentes los planes formulados por el Área Metropolitana del Valle de Aburrá y los diez municipios que la conforman, se comprende por qué la línea J se integró de forma natural al desarrollo urbano proyectado para la ciudad.

Dos años después de su inauguración, estos procesos también tuvieron acierto con la realización de los Juegos Suramericanos en marzo de 2010. Estas justas fueron la oportunidad para convertir estos planteamientos en realidad.

La Villa Suramericana, complejo que durante el encuentro deportivo albergó alrededor de 3.650 atletas, se construyó en Pajarito. Los deportistas viajaron todos los días en las cabinas del Metrocable línea J, por lo que el Metro de Medellín fue transporte oficial de los Juegos.

Una vez terminadas las competiciones, las trece torres de apartamentos de entre ocho y doce pisos de altura que conformaban la Villa pasaron a ser habitadas por familias beneficiarias de programas de vivienda de interés social.

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Como les ocurrió a los deportistas, los residentes definitivos de los nuevos apartamentos, así como aquellos que estaban en los barrios más antiguos, han tenido desde ese entonces al Metrocable como una alternativa ágil y económica para llegar a sus casas.

Sin esta nueva línea del Metro quizá no se hubieran aventurado a vivir en un sitio aparentemente tan alejado del centro de la ciudad, tal como le sucedió a la familia conformada por Adriana Gómez y John Restrepo, quienes decidieron comprar vivienda justo al frente de la estación La Aurora, por las facilidades de transporte que les brinda la línea J.

“Teníamos claro que íbamos a comprar un apartamento cerca de una estación del Metro y pensamos en Pajarito porque teníamos el metrocable al frente. Yo trabajo en el Estadio y es la mejor opción de transporte. Acá vivimos muy contentos”, comentó.