Leer es un ejercicio de inventario, una a una van desfilando las palabras con las cuales intentamos reconstruir lo que somos.
* Rubén Darío Estupiñán Pérez
Quien se acerca a Memo, o ya lo conoce, va descubriendo en él la imagen de un itinerante. Una agenda, un computador (¡si este aparato hablara!), sus historias, sus libros y esencialmente su privilegiada memoria son testimonios de sus andanzas. Basta participar en una charla ocasional en la cafetería de la UPB, en una de sus conferencias o clases, leer uno de sus libros o artículos de opinión en el periódico, escuchar sus comentarios en la radio para iniciar un viaje lleno de temáticas de distintas disciplinas del saber, dejarse llevar de digresión en digresión, recorrer raccontos, conocer una lista indeterminada de libros (sin censura) y asistir a sus inquietudes y preguntas como ser humano. De cada conversación surge un mapa de trazados que van y vienen. Y eso sí que le encanta a Memo: delinear mapas (mentales o físicos), pues una de sus grandes pasiones es la geografía.
De ello da mucha cuenta en su libro Sobre lo que pasa leyendo. Una bitácora que despliega un número determinado de libros y un generoso número de comentarios y opiniones. Es un escenario donde dialogan diversidad de autores, se dibujan ciudades, se retoman datos históricos, fragmentos de memoria, reflexiones cuyo trasfondo esencial es recrear (en pocas palabras y sin análisis literarios de la usanza tradicional) el interés de cada obra, porque, como él lo dice, “En la gran literatura la clave es la pregunta que se hace el autor y trata de responder en su libro”.
Las voces del autor
Sobre lo que pasa leyendo es la reconstrucción de varias voces: la del autor que se reseña, la del autor que construye este nuevo texto y la del lector. Textos breves que permiten que otro lector se haga una idea (una idea que resulta de la percepción del lector) de la obra literaria: delineando lo intra y extraliterario: dando pinceladas biográficas del autor. Reconstrucciones literarias que se visualizan desde el título y las anticipaciones (a modo de proemio) de los episodios que aparecen entre paréntesis. Y, la voz del lector: apreciaciones, relaciones intertextuales y observaciones generales. Todo ello porque el lector también tiene sus preguntas, sus búsquedas y trata de hallar respuestas en aquello que lee.
Sobre lo que pasa leyendo es la reconstrucción de las preguntas ¿qué y cómo lee Memo Ánjel? Los intereses del lector y del ser humano (que en este caso es lo mismo) puestos en escena. En su libro Apocalipsis Mario Mendoza, retomando categorías sociológicas, habla de “mente panal” o “comportamiento telaraña”. Y, precisamente a esto asiste el lector de este nuevo texto de Memo.
Es claro que cuando leemos nos pasa algo, pero ¿qué es eso que nos pasa? Cada lector puede dejar evidencia de ello. Lo que pasa leyendo obedece a un constructo que va desde el mapa mental hasta el mapa de lectura. Es la ruta del pliegue, despliegue y repliegue del que habla Deleuze a propósito de su trabajo sobre el concepto “devenir”. Para el caso de Memo Ánjel puede decirse que se trata de una estética de la recepción con enfoque eminentemente ontológico.
La vida del lector
“Somos en lo que queda”, dice el autor en uno de sus apartados. Pero, ¿en lo que queda de qué? En aquello que queda de la guerra, del olvido, de los vacíos que intentan configurar la identidad. Somos en lo que queda de nosotros. Por ello vuelve a decir, “Somos el tiempo que vivimos”. Un tiempo que habita en la memoria, guardado en fragmentos que van y vienen como les da la gana. La narración que nos constituye como seres humanos se escribe en y desde los ecos del pasado. Lo que recordamos y cómo lo recordamos. El pasado es una mochila que, voluntaria o involuntariamente, llevamos pegada en la espalda. De ella salen tiempos, unos que nos hablan de lo que no debimos haber hecho y otros que nos susurran al oído la manera cómo hicimos para encontrarnos con nosotros mismos y, de paso, con el otro. La primera nos asusta, nos condena y por esto mismo hay que borrarla, maquillarla, falsificarla. La segunda nos brinda vestigios a partir de los cuales es posible un nuevo viaje, un nuevo camino.
Es de este modo como el lector va reconstruyendo su identidad: siguiendo las huellas en los constructos humanos llamados libros. El autor construye, dice Tinianov, el lector reconstruye, dice Piglia. Siguiendo su mapa mental y planificando su propio viaje. Echando en su mochila otros pasados con la idea de que surja algo nuevo. Dejar que su pasado converse con otros, mejorando el terreno con la esperanza de un nuevo fruto. En Sobre lo que pasa leyendo el autor insiste en varias de las metáforas que acompañan su corpus literario: la metáfora del viaje: la metáfora del camino: la metáfora del desierto: la metáfora del tiempo: su búsqueda y constitución de un nuevo génesis.
Todo viaje implica un boleto, un medio de transporte (en la literatura de Memo es clave la imagen de la estación-tren; el barco-puerto-mar; carretas-selvas; aire-avión; personaje-maleta). Para él el viaje es un elemento purificador, pues en el camino se va gestando un nuevo estado de cosas: por ello privilegia el desierto (más como estado del ser del ser humano que como lugar), porque es allí donde acontece el encuentro. Recuerdo su artículo Sobre el revisionismo (su columna de periódico), “Estación Esto no Pasó”. Su preocupación por una nueva tendencia que busca palimpsestar documentos, cambiar la historia. El pasado, quiérase o no, es el cordón umbilical que nos une a nuestras raíces (algunos quieren erradicarlas), el pasado es una maleta muy pesada y lo primero que se empaca en ella es la memoria.
Creo que hago justicia al texto de Memo cuando digo que un libro es un sembrador de palabras. Se siembran en el lector-ser humano. La escasez de palabras es la causante de tanta destrucción. Nos quedamos cortos de palabras, por eso no conversamos, por eso nos cerramos en nuestros prejuicios, y, peor aún, las pocas palabras que tenemos las usamos para causar daño. Es importante recordar otra frase de este viaje: “Uno es en las palabras que emite”.
Para finalizar, puedo decir que el texto Sobre lo que pasa leyendo responde, además, a la pregunta ¿para qué leer? En primer lugar, para reconstruirnos (hallar el origen y empezar a entendernos como seres humanos). En segundo lugar, para volver a nombrar el mundo…
Inventario: Leer es un acto creador.
En esta obra Memo Ánjel traza el camino de una nueva historia de la salvación al estilo del texto de la tradición judía: un ser humano que empieza un camino hacia el desierto, buscando su purificación, con la esperanza de la tierra prometida (una nueva creación).