En la última encuesta nacional de lectura de 2017, realizada por el Ministerio de Cultura y el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), se conoció que Medellín es la ciudad más lectora de Colombia, con un promedio de 6,8 libros al año, siendo el formato impreso el preferido por los lectores de la ciudad y el resto del país.
Leer. La acción de abrir un libro, ojearlo, sentir el peso en las manos, cortarse un poco con el papel, oler el suave aroma que emana el libro nuevo o leído, porque ambos tienen su esencia. Después, capturar una palabra, una frase, hilarla y darle sentido.
Hay muchos lugares para hacerlo: el transporte público, un parque, la biblioteca o la habitación. Puede hacerlo solo o acompañado, en voz alta o mentalmente: todo vale. También vale leerlo en digital, en el dispositivo móvil o en el computador, a oscuras o en un lugar iluminado.
Colombia es un país en el que los hábitos de lectura han cambiado. Eso lo demuestra la Encuesta Nacional de Lectura de 2017, realizada por el Dane y el Ministerio de Cultura, que reveló que los colombianos leen, en promedio, 2.9 libros al año, lo que representa un incremento respecto a la cifra de 1,9 libros leídos para el año 2012.
Así, Medellín resultó ser la ciudad más lectora de Colombia, con un promedio de lectura anual de 6,8 libros, seguido por Bogotá (6,6 libros) y Tunja (6,5 libros). Sin embargo, también dio como resultado que Mitú, Mocoa e Inírida son las ciudades menos lectoras, con un promedio que no sobrepasa los 3,6 libros al año.
Para el profesor de Filología Hispánica de la Universidad de Antioquia, Juan Guillermo Gómez García, este aumento en la lectura en el país se debe a la ampliación del sistema educativo en todos los niveles pero, especialmente, en la educación superior.
Sin embargo, el docente también subraya que este panorama es muy “genérico”, puesto que no aborda el significado de la lectura en el contexto actual. Además, está centrada en saber cuánto se lee y a través de qué plataformas, pero no aborda a profundidad qué se lee, cómo se lee y los referentes de lectura: “no es capaz de fragmentar el universo de la lectura conforme las transformaciones sociales y culturales de la sociedad colombiana”, puntualiza.
Que Medellín lea 6,8 libros al año, cifra que parece menor si se compara con ciudades como Helsinki, Finlandia, donde un ciudadano promedio lee 47 libros al año, no es un logro que se haya ganado de la noche a la mañana.
Se debe a un sistema de promoción a la lectura contemplado en el Plan Ciudadano de Lectura, Escritura y Oralidad, en Medellín tenemos la palabra, que tiene sus bases en el Plan de Desarrollo Cultural de Medellín 2011- 2020. El plan busca impulsar “las diversas y múltiples formas la oralidad, la lectura y la escritura”, que fortalecen la vida personal y social, la democracia y el “desarrollo humano, cultural, científico y tecnológico”.
A este respecto, el director de los Eventos del Libro y escritor, Juan Diego Aristizábal, señala que este plan marca una ruta para que la ciudad trabaje el fomento a lectura, no solo desde el libro y la escritura convencional, sino también desde múltiples textos como los grafitis, el cómic, la música o el cine: “ahí es cuando entran otras dinámicas que suman. Es erróneo pensar que los lectores llegan a los libros a través de los libros, llegan a través de las canciones, el cine o una buena conversación", enfatiza.
Dentro de estas dinámicas, entran los Eventos del Libro como espacios pensados para que este recorra la ciudad durante todo el año y dialogue con otras formas de expresión: “tratamos que el libro sea protagonista de la ciudad, que la gente no lo sienta como un extraño. Entonces, estos eventos ayudan a que Medellín tenga una consciencia distinta acerca del uso de la biblioteca y del espacio público”, apunta Aristizábal.
Dentro de la ciudad, entonces, hay un universo de públicos que consideran la lectura como un hecho que trasciende a los libros. Sin embargo, siguen siendo estos los preferidos por los ciudadanos, sobre todo por los adultos entre los 20 y 35 años, asiduos visitantes de estos eventos y de las bibliotecas.
Aristizábal considera que el público de Medellín es heterogéneo, por esto no se puede no se puede generalizar sobre los gustos de los lectores paisas, pero sí hay algunos patrones que destacan. Por ejemplo, a los niños los concibe como “lectores por naturaleza”, por lo que los libros de literatura infantil y los libros álbum son una buena oportunidad para pasar tiempo con sus padres.
Por su parte, el director de Eventos del Libro percibe que a los jóvenes les interesan las sagas, y resalta que este tipo de acercamientos a la lectura no deben ser reprochados, pues es un ejercicio que demuestra su interés y que, además, “en la medida que el joven lee, se cualifican sus lecturas".
Sin embargo, con la población adulta, Aristizábal enfatiza que deberían existir talleres de formación de lectura, pues esta población aduce falta de tiempo para emprender el reto de leer. Muchos de estos, según el escritor, “muchos adultos buscan libros prácticos, que les solucionen sus crisis, buscan respuestas en la literatura, pero la literatura no está para brindar soluciones, sino para incomodar”.
Dentro del panorama lector, los hábitos de los jóvenes son los más interesantes. Datos de la Biblioteca Pública Piloto señalan que ellos también leen clásicos de la literatura: de los 2.730 títulos que han circulado en lo que va corrido del año, los más solicitados fueron Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen, con 169 préstamos, y Narraciones extraordinarias, de Edgar Allan Poe, con 133.
Frente a esto, Luis Alberto Arango Puerta, socio fundador de la librería Palinuro, señala que crece la población joven que compra libros, contraria a la creencia der que solo leen en digital: “es positivo ver a los jóvenes interesados por autores de la literatura universal, como como Dostoievski, Tolstoi, Chejov, García Márquez, Cortázar, Borges”.
Juan Hincapié, propietario de la librería Los Libros de Juan, opina que, si bien los jóvenes están haciendo la tarea de leer buena literatura, les hace falta leer más literatura colombiana contemporánea, y enfatiza que es responsabilidad de los medios de comunicación y de las facultades de literatura la divulgación de estos escritores.
Aunque Medellín ha recorrido un largo camino, falta mucho para que la ciudad que más lee lo haga más y, sobre todo, mejor. Para Juan Diego Aristizábal, es cuestión de la sociedad quiera ser “más empática, más soñadora y curiosa”, y que siga fortaleciendo la lectura y la escritura, las librerías y los espacios de ciudad en torno al libro.
Calidad y no cantidad, eso es lo que para Juan Hincapié hace falta para que la ciudad lea mejor: “No se lee por leer, así como se come por comer”, menciona el librero. Leer libros, literarios o académicos, grafitis o canciones, leer cualquier cosa que se lea no es un acto hecho al azar: requiere de compromiso y tiempo, de querer develar un mensaje y dejarse interrogar.