La resistencia a la paz podría deberse a un pobre desarrollo de la empatía en una parte de la población
“La mejor manera de entender la compasión es por medio de la empatía, esto es, una emoción o sentimiento que nos permite ponernos en el lugar del otro e intentar entender lo que siente.” Adela Cortina
¿Qué tan empáticos somos los colombianos? Si nos atenemos a los estudios de neurocientíficos que muestran que la empatía y la violencia se sobreponen en los circuitos cerebrales, podemos decir que en este país signado históricamente por la violencia hay una tendencia a imponerse y dominar la predisposición a la violencia sobre la tendencia a la empatía. Las dos son tendencias naturales en la evolución de los humanos y se desarrollan o refuerzan de acuerdo con el ambiente que se vive en la infancia, la familia, la sociabilidad, la educación y la formación en valores. Las altas cifras de violencia intrafamiliar en el país, el bajo nivel de tolerancia, la violencia contra la mujer, las carencias en educación, en nada contribuyen a que se tenga un buen grado de empatía en una parte importante la población.
“Igual que nuestra especie puede ser considerada la más violenta, ya que somos capaces de matar en serie, cometer genocidios y otras atrocidades, también somos la especie más empática, lo que supondría la otra cara de la moneda”, explica Luis Moya Albiol, doctor en psicología, profesor e investigador de la Universidad de Valencia y autor del libro Empatía. Entenderla, para entender a los demás que vale la pena comentar. El fomento de la empatía actúa como inhibidor de la violencia, pero quizás no sólo sea por una cuestión social sino también biológica. La estimulación de los circuitos neuronales de empatía o violencia, en uno u otro sentido hace que disminuya su actuación en el otro, dice Moya. Así, un cerebro más empático es más difícil que actúe de forma violenta, por lo menos de manera habitual. La educación en empatía podría ser una educación para la paz, para la disminución del conflicto y de los actos beligerantes.
La violencia es incompatible con la empatía, al empatizar se toma conciencia de la otra persona poniéndose en su lugar, desde una actitud abierta y flexible, sin miedo al cambio y con disposición a mejorar. Cuanto más empático es alguien utilizará mucho menos la violencia como forma de resolver los conflictos. Por lo tanto una sociedad más empática utilizará en menor medida la violencia a la hora de resolver conflictos, la empatía es la otra cara de la moneda, pues la mejor forma de reducir la violencia es fomentándola. Queda entonces la pregunta entre nosotros, si la resistencia a la paz de tantos colombianos que causa tanta extrañeza internacionalmente, se debe a una pobre estimulación de la empatía en el desarrollo que hace que predomine la violencia como forma de resolver los conflictos.
Las personas empáticas tienen una gran disposición para ayudar a los demás y, no sólo eso, es más difícil que se comporten de forma violenta. Los niños maltratados están sometidos a un alto grado de estrés que hace que el circuito cerebral implicado en la violencia y la empatía se desarrolle de forma inadecuada, estando mucho más predispuesto a reaccionar con violencia y teniendo en muchas ocasiones poca capacidad de empatizar, dice Moya. En investigación con niños pequeños se ha encontrado que si bien la mayoría de ellos intentan consolar a otro menor cuando llora o se lamenta, los menores maltratados no solo no lo consuelan, sino que pueden reaccionar incluso con violencia hacia él.
La educación en valores, basada en el respeto, la tolerancia y la solidaridad fomentan el comportamiento empático. Una educación en este sentido, tanto en la escuela como en la familia, contribuiría notablemente al fomento de la empatía y la disminución de la violencia, contribuyendo notablemente al desarrollo de una cultura de la paz, concluye Moya. Esta educación es, precisamente, la que se debe instaurar y privilegiar en el país para conseguir la tan anhelada paz, estable y duradera.
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